miércoles, 31 de marzo de 2010

Capítulo 32.


-Menos mal que los he encontrado, no tienen ni idea de lo peligroso que es estar aquí solo.

Estuvo regañándonos durante todo el camino hasta la salida, pero la ignorábamos. Michael me lanzaba miradas ardientes y a veces dulces sonrisas. Yo sencillamente no podía creer que tuviera tanta suerte. Tenía a la persona perfecta a mi lado. Lo tenía todo. Suspiré de alivio cuando salimos de la pirámide, y por una vez agradecí el agobiante calor. Sentí como el color volvía a mis mejillas.

-Bueno, mi trabajo termina aquí- anunció la mujer.- les dejo los camellos. Señor Jackson, si desea realizar cualquier otra excursión, no dude en pedirlo.

-Gracias- respondió él.

La guía se marchó. Miré a los 2 camellos disgustada.

-No te gustan.

-Ni lo más mínimo.

-Vamos, te echo una carrera.

Me eché a reír.

-¿En esto?

-Claro.

Me subí a uno de los camellos y él se subió a otro. Antes de que me diera tiempo a prepararme, su camello ya corría a grandes zancadas.

-¡Tramposo!- le grité. Oí su risa en la distancia. Di un golpe al lomo del camello y empezó a trotar rápidamente.

No tardé en alcanzar a Michael. No hablamos. Simplemente, galopábamos con una sonrisa en el rostro. No había nada a nuestro alrededor, sólo arena. Era tal la sensación de libertad, que creí por unos instantes que si saltaba podría volar. Él me leyó el pensamiento.

-¡Mira, soy un águila!- exclamó.

Extendió sus brazos sin temor alguno, y aulló de felicidad. Aún hoy tengo grabada esa imagen en mi cabeza. Jamás le había visto tan feliz, tan libre de esa fachada que había edificado para evitar que le hiciesen daño.

No tardamos en llegar al hotel. Bajé del camello con las piernas doloridas y agarrotadas. Me senté en los escalones dorados para examinármelas. Un feo hematoma comenzó a hacerse notar.

-¿Te has hecho daño?- me preguntó Michael.

-Un poco. La próxima vez asegúrate de que sean caballos.

-Si, señorita- respondió.

Procedí a levantarme, pero él me lo impidió. Me levantó y me sostuvo entre sus brazos.

-Mike…puedo subir sola.

-De ninguna manera.

No me iba a dejar quejarme, así que desistí. Subimos a la habitación en cuestión de minutos. Al llegar, me depositó en la cama y tapó mi boca con su mano. Incrustó sus ojos negros en los míos, desatando todo el poder de su mirada.

-No te muevas- dijo.-ahora vengo.

Salió de la habitación. Me incorporé y comencé a morderme las uñas, nerviosa. Recé para que la señora de la limpieza o Dave aparecieran, pero no sucedió. Al cabo de unos minutos, Michael volvió, con una bolsa de hielos. Suspiré.

-Mike…es solo un moratón…no hacen falta los hielos.

-Shh, calla. Túmbate.

No me quedó otra que obedecer. Percibí como un hielo, guiado por su mano, pasaba por mi pierna en círculos. El dolor desapareció y cerré los ojos del alivio.

-Gracias- murmuré.

Escuché como se colocaba sobre mí. Mi cuerpo se tensó repentinamente, alerta. Acarició mis labios con su mano, siempre de ese modo tan dulce que me hacía enloquecer, para luego besarme después. Sentí algo frío. Estaba besándome mientras sostenía el hielo con sus dientes. De nuevo la sangre ardió bajo mis venas, erizándome el vello de la nuca. Después descendió por mi cuello, arrastrando el hielo consigo.

No aguante más. Ya estaba cansada de mantener las formas. Le agarré de la camisa y le tumbé a un lado de la cama, poniéndome encima suya. Le miré a los ojos un instante, sólo para cerciorarme de que aprobaba mis movimientos. Las llamas de su mirada estaban más encendidas que nunca. Le besé, con la misma dulzura con la que él me besaba a mí, memorizando sus labios en mi mente. Pude sentir como su respiración se agitaba, lo que provocó que un escalofrío me recorriera.

Abandoné sus labios para besar su cuello. Su olor me hacía perder la cabeza, era como una droga para mí. Con mis dientes le enganché una de sus orejas, tirando de ella suavemente, como él hizo con mis labios. Entonces sí que se estremeció bajo mi cuerpo, lo noté perfectamente. Por primera vez sentí que tenía el control de la situación, pero me equivocaba. Me aferró las manos y me tumbó a su lado, aún con la respiración agitada.

-Aún no pequeña, no es el momento.

-No lo entiendo- contesté enfadada, intentando regular los latidos de mi corazón.

-Soy un caballero… ¿recuerdas?

10 comentarios:

  1. =O diooos miooo!!!! me ha encantadoo! continua porfavoorr..!! :)

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  2. Estoy en coma cerebral ahora mismo o_O

    sin palabras...

    me uno a Paoli, continua, PLEASEEE!

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  3. y lo del hielo no puede ser mas erotico, maaadre miaaa...

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  4. Isita que bueno que encontre el link de tu fic en MJhideout, eres una artista nena, creo q el Michael que describes en tu historia es muy creible, me la he leido toda de un solo tiron, porfavor continua porque muero de ganas de saber que pasara

    BESOS

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  5. OH DIOS MIO DE MI VIDA¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

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  6. k caloooooooooooor jajaja

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  7. OHHHH...MY GOD!!!!!...lei esto y siento que tengo fiebre!!!!...comprendo como se siente la protagonista...yo sentiria lo mismo XD
    la escena se puso un poco hot jeje

    michaella <3<3

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  8. ¿ Un poco hot michaella?. Muy hot diria yo.

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