jueves, 19 de mayo de 2011

IMPORTANTE

Chicas, me veo obligada a hacer un parón en la historia.
¿El motivo?

PLAGIO. Acabo de enterarme de que esta historia está siendo plagiada en el siguiente enlace:

Aclarar que la persona que lo ha subido dice que no es suya esa historia, que la ha cogido del blog. Aún así, es de VITAL IMPORTANCIA, que entre todas le hagamos saber, que el ÚNICO sitio en el que se puede leer la historia es AQUÍ.

El enlace para los comentarios es el siguiente:

Me da tanta rabia todo esto...!!!! Aunque lo haya hecho con buena intención, no me es grato que otra persona se ajudique lo que a mí me ha costado más de un año fabricar, es muy INJUSTO.

Chicas, una vez más, os pido vuestra ayuda y os doy las gracias por TODO :)
¡Mil besos!

martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 89.


Cubrí mi rostro con mis manos, para así evitar que tanto Janet como Michael me viesen llorar. Puede que fuese egoísta por mi parte, pero el dolor que sentía dentro, era mío, y no quería que fuese la carga de nadie más. Cada palabra escupida por Joseph se repetía una y otra vez en mi cabeza, hundiéndome, desarmándome pieza a pieza como si fuese una pequeña muñeca de porcelana.

Sentí a Michael arrodillarse a mi lado, mientras murmuraba con rapidez “Janet, déjanos solos por favor”. Escuché a lo lejos como se cerró una puerta, y como instantes después su cuerpo se fundía con el mío en un abrazo. Pero ni siquiera en esa ocasión conseguí calmarme. Era tanto el peso, la presión que llevaba encima, que no encontré otra manera de descargarla que no fuese llorando aún con más fuerza sobre sus hombros. Él no se quejó, simplemente dejó que descargase mi frustración sin decir nada, regalándome dulces caricias y besos en la frente.

No sé cuanto tiempo pasó, sólo sé el tiempo que Michael estuvo conmigo, consolándome, luchando interiormente por no perder la paciencia al ver que mis lágrimas no cesaban.

Finalmente, dejé de llorar. Sólo cuando estuve segura de que había dejado todo atrás, me permití el lujo de parar. Alcé la mirada para mirar a Michael, que me contemplaba con esos ojos que desbordaban dulzura.

-¿Cómo te encuentras?

-Mejor, supongo…-eché una ojeada a su camisa, que estaba mojada por mis lágrimas- Siento todo esto, de veras.

-No. Yo soy quien debe darte disculpas por las palabras de mi padre. No te merecías algo así.

Rehusé contestarle. Al fin y al cabo, era su padre, y ya era bastante la culpa que sentiría por mi estado como para que además le hablase de mi odio por Joseph. Alguien como Michael no merecía eso.

-Michael… niégamelo.

-¿Qué te niegue el qué?

-Lo que ha dicho tu padre, que el hijo que estoy esperando no es legítimo.

Me miró con tal dolor, con tal sufrimiento, que me arrepentí al instante de haberle formulado esa duda que bullía en mi interior. Haber dudado implicaba haber herido sus sentimientos, lo cual me partió en cien pedazos más.

-No puedo creer lo que me estás diciendo-sentenció, poniéndose en pie- Es mi hijo. Nuestro hijo. ¿Qué hay más legítimo que eso? Porque si piensas, que voy a quererlo menos que a Prince y a Paris por el mero hecho de que nuestro matrimonio no se haya consolidado, o de que esta relación no haya salido a la luz, entonces es que no me conoces. Y que nunca lo has hecho.

Me habría encantado levantarme y detenerle mientras le veía abandonar el salón, pero cuando la culpa pesaba más que mi cuerpo entero, poco podía hacer.

Así que envolví mi cabeza entre mis brazos, y me apoyé contra la pared, respirando con dificultad a la vez que las lágrimas acudían a mis ojos de nuevo.

Sí, de acuerdo. Era mi culpa haber provocado que Michael saliese enfurecido de la habitación, pero… Tenía mis motivos. ¿O no? La madre de Blanket siempre quedó en el anonimato, y la prensa en miles de ocasiones especuló que se trataba de un vientre de alquiler. Pasar de ser esposa, a vientre por horas, machacaba mi autoestima.

“Bueno, basta ya” pensé regañándome a mi misma. ¿No iba a aclarar ese malentendido con Michael? Por cosas peores habíamos pasado. Así que me levanté y abandoné el salón, dirigiéndome hacia las escaleras.

Por mucho tiempo que transcurriese, siempre me acordaría de cual era la habitación de Michael. Es más, estaba completamente segura de que si fuese con los ojos cerrados, la hallaría igualmente. ¿El por qué? No lo sé. Hay quien le llama magia.

Me detuve frente a la puerta, esperé un par de segundos y llamé suavemente con los nudillos, rezando para que abriera Michael, pero no fue así.

La puerta se abrió unos centímetros, los suficientes como para dejar salir a Janet de la habitación.

-Demos un paseo-susurró mientras me agarraba con delicadeza del brazo y giraba mi cuerpo, que se había quedado prácticamente pegado al suelo.

-¡Janet!-Me quejé- quiero hablar con Michael.

Ella seguía tirando de mí hasta que finalmente desistí y caminamos hacia el exterior de la casa. Al llegar a uno de los jardines, me soltó y se tiró sobre la hierba, descalzándose en el acto.

-¿No te tumbas?-preguntó.

-Janet…

Podría decir que me asesinó con la mirada, por lo que la imité.

-Isa… Michael está dolido, y ahora mismo no quiere ver a nadie.

Asentí mientras clavaba mi mirada sobre el césped, centrando mi atención en una pequeña hormiga que daba vueltas alrededor de una brizna.

-Es culpa mía-murmuré.

-¡No, no! ¡Para nada! Yo entiendo tu postura perfectamente. Pero mi hermano, en cuanto a sus hijos se refiere… ¡Uff! Es muy, pero que muy protector.

-Ya…

-Tú tranquila de verdad, ya verás como en un par de horas está aquí y lo solucionáis todo.

No la contesté. Aunque a decir verdad, tampoco tenía nada que decir. Michael era así, así le quería, con sus cosas buenas, sus enfados, y con todo.

-De todas formas…-continuó Janet- Me ha dicho que ha tomado una decisión respecto al tema de vuestro hijo.

Alcé la mirada al fin, pues ahora toda mi atención estaba puesta en ese par de ojos oscuros que me contemplaban compasivos.

-No es nada malo-anunció- Todo lo contrario. Ha llamado a un programa de televisión. Piensa hacer todo bien, ya sabes… Revelar vuestro matrimonio y tu embarazo al ojo público… ¿No te parece una idea genial?

Sentí como se detuvo mi respiración y como simultáneamente se aceleraba mi corazón, que latía desbocado. No, no, no… Tenía que evitar aquello… De lo contrario, el pacto de Eric se esfumaría de una manera tan súbita como se realizó.

De repente, un dolor azotó de forma brusca mi vientre, obligándome a presionármelo con las manos. Un grito de agonía brotó de mis labios, mientras se me volvían a saltar las lágrimas. ¿Qué demonios me estaba pasando? Antes de darme cuenta vi a Janet inclinarse contra a mí, con las facciones rígidas ante la preocupación.

-Oh Dios mío… Isa, estás sangrando. Hay que ir a un hospital ahora mismo. ¡Bianca! Llama a mi hermano. Dile que es una emergencia.