miércoles, 28 de abril de 2010

Capítulo 49.


Hice un esfuerzo sobrehumano para mantener mi compostura.

-Hola- saludé, con toda la frialdad que me fue posible.

Jordie se giró y sonrió a Michael.

-Mike…¿puedo subir al Zipper?

-Claro que sí.

-¡Gracias!¡Adiós Isa!

Y a continuación, echó a correr en dirección contraria. Sentí la mirada de Michael fija en mí, pero no dijo nada.

Medité unos instantes en silencio y recordé lo que me dijo aquel hombre en la fiesta de cumpleaños. ¿Sería cierto? ¿no podía intervenir? ¿tenía que ver como determinadas personas entraban en su vida, le lastimaban, y luego se marchaban? ¿No podía evitar de ninguna manera lo acontecido aquel 25 de Junio de 2009? El simple hecho de pensarlo provocó que un sudor frío recorriera mi frente.

Unas manos me retiraron el pelo hacia atrás y unos labios besaron mi cuello. No me hizo falta darme la vuelta para saber quien era. Reconocía el tacto de esos labios antes que los míos propios. Todos mis temores se esfumaron y me giré para rodear a Michael con mis brazos. Apoyé mi cabeza en su pecho y allí me quedé, escuchando su respiración.

-Cómo echaba de menos esto- murmuré exhalando un suspiro.

-Yo también.

Jugué un rato con sus rizos, inmersa en mis pensamientos. Vislumbré a Bianca caminando hacia nosotros.

-Señor Jackson, Jhonn Branca está al teléfono.

Michael refunfuñó.

-Pásamelo, por favor.

Ella asintió y se marchó. Me separé de él, acariciando su mejilla con suavidad.

-El trabajo te espera- anuncié.

- Lo odio.

- No lo odias. Te encanta, y lo sabes.

-Sí, pero hoy lo odio. Desearía pasar el día contigo.

Bianca apareció de nuevo, ofreciéndole el teléfono

-Dime, Jhonn.

Me hice a un lado para dejarle hablar con tranquilidad. Observé distraída a todos aquellos niños. Sonreí al verles disfrutar, gritar, saltar de alegría. Y no pude evitar sentirme afortunada. Jordie me miró desde lo lejos, con una extraña expresión en el rostro. Apreté los dientes. Odiaba a ese niño. Realmente sabía que quien tuvo la culpa de todo no fue de él, si no de su padre. Aún así, tuve que reprimir las ganas de ir a por él y ahorcarle con mis propias manos.

Michael colgó el teléfono y caminó hacia mí.

-Pequeña, tengo que ir a grabar un videoclip. Bueno, el video en sí se grabará en Alemania, pero tengo que ir a los estudios de grabación para coger algunas tomas.

-¿Puedo ir?- pregunté.

-Pues claro que sí. Sólo una cosa antes.

-¿Sí?

- Voy a tener que llevar a Jordie con nosotros. Le prometí a su madre que no le dejaría solo.

Resoplé, molesta. No sólo me incordiaba el hecho de no poder estar a solas con Michael, si no que ese mocoso iba a tener que venirse.

-¿Y ahora que pasa? – preguntó preocupado.

Intenté utilizar su misma técnica. Esbocé un gesto de desconsuelo, haciendo temblar mi labio inferior.

-Bueno, yo quería estar contigo.

¿Había funcionado? Eso parecía. Su mirada se dulcificó de un modo extremo. Me dedicó mi sonrisa favorita, acto que causó que mi cuerpo se estremeciera. Sujetó mi mentón con su mano, siempre con ternura. ¿Sabía las reacciones que provocaba en mí cuando me acariciaba?

-Yo también pequeña…pero no puedo faltar a mi palabra. No quiero meterme en líos.

Me mordí la lengua con fuerza, evitando decir “precisamente por no faltar a tu palabra ese niño te va a hacer un daño inmensurable”. Iba a hablar cuando algo me interrumpió. Jordie tiraba de la camisa de Michael, intentando llamar su atención. Él le dedicó una resplandeciente sonrisa.

-¿Sí, Jordie?

-Bianca me dijo que nos vamos a los estudios.

-Es cierto. Ve hacia la limusina, ahora te alcanzamos.

Esperé, pero Jordie no se movió. ¿Es que no me iba a dejar a solas con Michael ni 5 minutos?

-No, no quiero ir solo- respondió- ven conmigo Mike.

-Bueno, está bien.

Michael me dirigió una mirada a modo de disculpa y echó a caminar. Jordie le dio la mano y él la aferró. Aquella visión me causó tanta rabia, que no pude evitarlo: Pisé el bajo de los pantalones del niño. Jordie trastabilló y cayó al suelo de boca. Emitió un gemido de dolor.

-Uy, lo siento- dije rechinando los dientes.

Sobra decir que no me arrepentía en absoluto. De hecho, me quedé con ganas de rematar su caída con una buena patada. “Debería reprimir mis instintos homicidas” pensé para mis adentros. Michael se inclinó para ayudarle, pero le detuve.

-Vamos Michael. Ha sido una caída de nada…¿verdad Jordie?- pregunté con cierto tono de desdén en la voz.

No contestó. Se levantó y comenzó a caminar detrás de nosotros. Michael me rodeó la cintura con uno de sus brazos.

-Eres un encanto…prometo que esta noche te lo compensaré- comentó mientras me guiñaba un ojo.

Sólo me hizo falta echar un vistazo al fuego de su mirada para saber que no mentía.

lunes, 19 de abril de 2010

Capítulo 48.


Le miré a los ojos, y vi que era sincero.

-No lo sé, Mike…

-Anda, ven aquí.

Me estrechó entre sus brazos, embriagándome con su aroma. Acarició mi mejilla con sus labios, siempre de aquel modo tan tierno que provocaba que mi corazón latiera desbocado.

-Para siempre, pequeña.-susurró.

Fueron sólo 2 palabras, pero sin duda, las suficientes como para hacer aflorar en mi rostro una sonrisa. Hizo ademán de separarse, pero le aferré con fuerza. No quería soltarle. Más allá de que me quisiera, o de que fuéramos inseparables, había algo que agradecía por encima de cualquier cosa: Él seguía ahí. Con su mirada, con esa sonrisa…SU sonrisa…Me sentía afortunada de convivir a su lado en la misma época. Poder acariciarle y decirle “Estoy aquí, Michael”. Eso para mí era más importante que cualquier historia de amor. Finalmente, no me quedó más remedio que separarme de él.

-Bueno- comentó- ¿Y tu qué?

-¿Qué pasa conmigo?

-Eso digo yo. Te hago una declaración de amor en toda regla, ¿y no piensas responderme nada?

Cavilé en mi mente unos instantes.

-¿Gracias?

Se echó a reír, moviendo la cabeza a ambos lados.

-No, tonta. A mí también me gustaría escucharte decir que me quieres.

-Eso es absurdo. Ya lo sabes.

-Perdona, pero que sea el hombre más deseable del mundo, según tú…no implica que no necesite oír ciertas palabras.

-Precisamente porque eres el hombre más deseable del mundo lo habrás escuchado en miles de bocas y miles de veces, no sé en que se diferenciaría en esta ocasión.

Michael recortó de nuevo la distancia existente entre nosotros, humedeciéndose los labios. Suspiré.

-No hagas eso- me quejé. (en realidad, me derretía por dentro, pero no podía sucumbir a sus encantos cada vez que a él se le antojara)

-2 cosas…tu opinión, no cuenta. Y no, no creo que sea ni deseable, ni sexy, ni nada por el estilo.

Resoplé.

-De todas las tonterías que puedes decir en un día, sin duda esa es la que más…

Me interrumpió.

-Shhh, a callar.

-Aparte de eso…- continuó-sí, puede que me lo digan mucho. Pero lo que más me interesa ahora mismo es oírlo de tus labios, pequeña.

Sus ojos se dulcificaron, curvó hacia abajo las comisuras de los labios. Un perfecto puchero.

-Por favor-gimió con una vocecilla lastimera- por favor, dímelo, por favor…

No era justo. Aquel rostro podía derretirle el corazón a cualquiera.

-Te quiero- susurré.

-No te he oído.

-Mike, por favor…

-¿Qué has dicho?

Empecé a reírme. Había anhelado tanto esos momentos entre nosotros…

-Te quiero- contesté elevando la voz.

-Nada, sigo sin escuchar nada.

Me acerqué a su oído, mordí con suavidad el lóbulo de su oreja, y susurré:

-Que te quiero.

Sentí como se estremecía. Me fulminó con la mirada.

-Eso es trampa. No puedes hacer eso.

-Mira quién fue a hablar…- me burlé.

Michael se echó el pelo para atrás y miró su reloj.

-Oh, oh…llegamos tarde. ¿Crees que en 10 minutos habrás preparado la maleta?

Le faltó tiempo para terminar la pregunta. En 7 minutos ya la tuve preparada.

-Qué rapidez…- murmuró.-venga, vámonos.

Al salir de casa, su limusina ya nos esperaba. El trayecto a Neverland se me hizo sorprendentemente corto. Aunque claro…desde que él había vuelto, el tiempo pasaba con rapidez, como si de un suspiro se tratase. Al atravesar las puertas sentí como si una parte de mí hubiera vuelto. Como si la pieza que faltaba para que el engranaje volviera a funcionar hubiera vuelto a su sitio. Al aparcar, un grupo de 20 niños se acercó a saludar a Michael. Todos estaban enfermos. Él se giró para explicarme quienes eran y que hacían allí, pero eso yo ya lo sabía.

-Mira, estos son niños de una fundación que he creado. La fundación Heal The World. Todos los meses vienen grupos de 20 o 30 niños, todos enfermos. ¿Pero sabes? Si puedo hacer que consigan sacar fuerzas para vivir un par de días más, para mí, merece la pena.

Se me saltaron las lágrimas al escuchar aquellas palabras. Michael acarició la cabeza a uno de los niños con dulzura. Y en mi fuero interno maldije a todas aquellas personas que lo juzgaron equivocadamente, sin piedad. Seguía sin comprender como la sociedad podía causar tanto dolor a un hombre que sencillamente, todo lo que tenía para ofrecer era…amor. Y un corazón que no le cabía en el pecho.

-Pequeña- dijo Michael- quiero que conozcas a alguien.- espera aquí.

Entró en la casa. Apenas pasaron unos minutos cuando volvió a salir, acompañado de un niño de tez morena, y que lucía una enorme sonrisa en el rostro.

-Isa- comenzó él- te presento a Jordie Chandler.

Oh no.

Otra vez no.

¿Acaso no podían transcurrir más de 2 días en paz y tranquilidad? ¿Es que nunca se iba a acabar?

sábado, 17 de abril de 2010

Capítulo 47.


Caminamos un par de calles más, hasta llegar a la casa de James. Saqué las llaves y abrí la puerta. Michael aferró mi mano.

-Quizás debería quedarme fuera.

Negué con la cabeza.

-James no está. Se fue a trabajar hace unas horas.

-En ese caso…

Entramos en la casa, entre bromas y besos. Escuché un carraspeo. Giré la cabeza.

James se encontraba allí, recostado contra la pared con los brazos cruzados.

-Hola- saludó con la voz fría como el hielo.

La tensión que se formó en el ambiente fue casi palpable.

-Llamé a Judith al ver que no regresabas. Pero me dijo que no habíais quedado.

Tragué saliva. Intenté buscar las palabras adecuadas para disculparme, pero Michael se me adelantó.

-Estuvo conmigo.

-Eso ya lo veo- respondió fulminándole con la mirada.

Cogí aire y avancé un par de pasos.

-James, yo…

-Déjalo.- se acercó a la puerta y recogió su maletín.- supongo que ya no me necesitas. Cuando Michael te vuelva a abandonar, ya sabes donde vivo.

Dicho aquello, salió de la casa, cerrando con un portazo.

Las lágrimas pugnaron por salir de mis ojos. Intenté retenerlas, pero fue en vano. Michael recortó la distancia entre nosotros.

-Pequeña…

No contesté. Me senté en el sofá y comencé a llorar. Escuché como se sentó a mi lado. Acunó mi cabeza en su pecho, y me rodeó con sus brazos.

No sé cuanto tiempo estuve llorando. Sólo sé que Michael no dejó de protegerme durante todo el tiempo. No hablaba, lo cual se lo agradecí. Hubo un momento en el que sí hablo.

-Lo siento mucho. Debe de ser duro para ti haberte peleado con James.

Le miré, con los ojos anegados en lágrimas.

-No lloro por él.

Parpadeó un par de veces, sorprendido.

-¿No?

-Lloro porque me ha hecho recordar cosas que hubiera preferido no volver a pensar en ellas. Y lloro porque ha insinuado que me vas a abandonar de nuevo.

Michael sujetó mi rostro entre sus manos.

-Nunca te voy a dejar, pequeña.

Intenté creerle…pero…¿cómo iba a ser eso verdad cuando me abandonó por un malentendido?

Rehuí su mirada, pero no me dejó.

-¿Cuándo abandonó Peter Pan a Campanilla?

-Nunca.

- Eso es. No te voy a dejar. Siempre voy a estar aquí para ti, siempre que me necesites.

¿Por qué no tenía sentido que me quisiera? Yo era una chica normal, jamás había sido lo que se le conoce como “una belleza”, ni tenía multitud de virtudes. Y en cambio él…cualquier adjetivo que le adjudicara le quedaría corto. Michael pareció adivinar mis pensamientos.

-Sé lo que debes estar pensando… no entiendes que es lo que he visto en ti…¿verdad?

Asentí, sonrojándome ante la intensidad de su mirada.

-Es muy simple. Yo no suelo dejarme llevar por el envoltorio. Si no por lo de dentro- susurró mientras colocaba su mano cerca de mi corazón.- y eres tan noble, tan leal…¿recuerdas lo que te dije en el avión de viaje a Egipto?

-Sí.

-Te dije aún mantenías ese atisbo de la infancia que los adultos acaban perdiendo. También que sentía que eras capaz de interponerte entre lo que fuera con tal de que me hicieran daño. Y creo haberte dicho unas cuantas veces que te quiero. ¿No es así?

-Sí

Michael esbozó una pequeña sonrisa

-¿Por qué dudas entonces?

¿Qué por qué dudaba? Bueno, si se analizaba la situación desde el principio…año 2009, viajé a Neverland el día de su cumpleaños. Me dormí y me desperté en la habitación de invitados, en el año 1989. Me convertí en su amiga, viajamos a mi pueblo, luego a Egipto, donde por cierto, se enamoró de mí. Luego Lisa Marie Presley se inventó estar embarazada para que yo le abandonara. Y eso hice. Y 3 años después, reaparece diciéndome que nunca me va a dejar y que me ama. ¿Suena o no suena completamente inverosímil?. Creo que son motivos más que obvios para que dudara. Al fin y al cabo, y tras 4 años…aquello seguía pareciéndome un sueño.

Capítulo 46.


En ese momento, caí en la cuenta de algo.

-Oh, oh.

-¿Y ahora qué?

-James.

Michael suspiró con fastidio.

-No seas así. Te recuerdo que me ha ayudado muchísimo. Ahora mismo debe estar preocupado.

-¿Quieres que pasemos por tu casa para dejar una nota? Luego podríamos ir a Neverland. Hay algo que me gustaría que vieras.

Neverland. Me traía tantos recuerdos…

-Está bien.

Me rodeó con sus brazos y abandonamos el bosque. Michael no paró de preguntarme cosas durante el camino de vuelta. Quería saber todo lo que había hecho en esos 3 años anteriores. Suprimí algunas partes de mis contestaciones, ya que algunas eran tan tristes y desoladoras que me oprimía el pecho el simple hecho de recordarlas. Él no desvió la mirada de mi rostro en ningún momento, provocando una serie de sonrojos y tartamudeos.

-¿Por qué me miras tanto?- pregunté en cierto momento.

Él elevó la comisura de sus labios.

-Me sorprendes.

Alcé la cabeza, rebosando arrogancia. Llevaba 3 años deseando hacerlo.

-Eso ya lo sé.

Michael se echó a reír, consiguiendo así que le contemplara embobada.

-Tonta. Me refiero a que no has cambiado nada. Fíjate, estás igual que la última vez.

Tragué saliva. Había contado con que no se diera cuenta, por lo que me sorprendió. Siempre tan observador…

-Eso no es verdad. Estoy más gorda.

Le saqué la lengua, pero no sonrió. Sus expresiones se tornaron tristes. Me detuve preocupada.

-Te envidio, ¿sabes?- susurró casi inaudiblemente.- parece que el tiempo no te ha hecho efecto. Y sin embargo yo…por culpa del vitíligo cada vez estoy más pálido. Y casi siempre tengo que usar sombrero para protegerme de la luz solar. Echo de menos tumbarme y poder tomar el sol, hasta quemarme la cabeza.

Le tembló el labio inferior. Se lo mordió, preso de la frustración. Como si de un acto reflejo se tratase, le abracé, acariciando su cabello. Intenté animarle de la mejor manera que creí posible.

-No pasa nada, Michael. Yo tampoco puedo ponerme al sol mucho tiempo, ¿sabes?

-¿Por qué?

-Porque tengo la piel muy fina y sensible. Me quemo enseguida. A veces tengo que ir al médico a por pomadas. Además Mike…si me permites decírtelo…ahora estás increíblemente guapo.

Y eso era cierto. Con la piel más clara, se intensificaban más sus penetrantes ojos. La forma de la mandíbula estaba más definida, resaltando aún más el contorno de sus labios.

Se separó de mí y esbozó una pícara sonrisa.

-¿Ah, sí?

-Sí.

Me empujó suavemente contra una pared, apoyando sus brazos a ambos lados de la misma, impidiendo movimiento alguno por mi parte. De nuevo, me sorprendió la manera en que su estado de ánimo podía variar.

-¿Cómo de guapo?

Se acercó otra vez y entreabrió sus labios, humedeciéndoselos con la lengua. El suelo tembló bajo mis pies.

-Demasiado guapo. Debería ser un delito provocar como provocas tú.

Sonrió una vez más y me besó antes de que me diera tiempo a reaccionar. Me encantaba sentir el roce de sus labios sobre los míos, dulces y fogosos a la vez.

Muy a mi pesar, y demasiado pronto, detuvo el beso para mirarme, divertido.

-No me lo digas. Eres un caballero…¿verdad?

-Bueno, te diría que sí. Pero cuando te tengo cerca resulta bastante difícil serlo.

-¿Entonces?

Apoyó su mano sobre mi mejilla con dulzura. La expresión de sus ojos se dulcificó. Eso me derritió por completo.

-Esta vez quiero hacer las cosas bien. No quiero cometer ningún error. Protesté. En ese momento me daba igual todo. Aún sentía la sangre ardiendo bajo mis venas.

-Pero…

Presionó su dedo índice sobre mis labios, silenciando mi respuesta.

-Pero nada.- miró el reloj- será mejor que nos demos prisa.

-Michael, sabes que esto no va a quedar así.

El fuego de su mirada reapareció, aturdiéndome.

-Lo sé.

:)

De nuevo hago una pausa en la historia, para disculparme.
Siento la espera que os estoy haciendo pasar, pero ando de exámenes y cada vez me va a
resultar más difícil conectarme para subir capítulos.
Intentaré hacerlo los sábados y domingos.
Otra cosa...la historia no ha acabado. Yo no podría dejarla así. Si por mí fuera la haría eterna, para que durara para siempre. Eso por el momento no os lo puedo asegurar...xD. Pero sí os aseguro que hay Back To The 90's para rato :)

Y ahora los agradecimientos.
-Como siempre, a Judith, por ser capaz de sacarme una sonrisa aquellos días en los que no hay más que nubes. Y también por escribir esa historia tan magnífica, que supera con creces todo lo que he hecho hasta el momento. Muchísimas gracias, amiga :)
-A "MM", por su apoyo incondicional desde el principio, y por animarme a seguir con este relato a pesar de las críticas.
- Eloise/Selene. por hacerme reír siempre que leo sus comentarios.
-Paoli95, por infundarme ánimos.
-Enelya, pyt21,liznieves, Michaela28, por seguirme desde el Hideout :)
-Maga, Cris, Tamara, Sara, Gema, Janire, SNDR...que puedo deciros...sencillamente, GRACIAS :)

Y ahora, después de todo este rollo, os subo el capítulo 46 :)
Besos!

domingo, 11 de abril de 2010

Capítulo 45.


Vimos el videoclip en silencio. Por vez primera, me sentí completamente identificada. Quiero decir, ahora que sabía que el videoclip y la canción estaban hechos por y para mí, mi comprensión sobre los mismos cambió radicalmente. Cuando terminó, observé a Michael fijamente, sin saber que decir. Él rompió el silencio.

-Pequeña…te noto distante esta noche. Dime la verdad. ¿Llego demasiado tarde?

-¿A qué te refieres?

- Pues a que en estos 3 años quizás te has olvidado de mí y ya no sientes lo mismo de antes.

“¿olvidarme de ti?”pensé para mis adentros. ¿olvidarme de él? Me había pasado 3 años, con sus días y sus noches, con su recuerdo en mi mente, persiguiéndome a donde quiera que fuera. Escuchaba su risa a cada instante, recordaba la perfecta forma de sus labios, su mirada…hasta el punto de creer que me había vuelto loca. No, definitivamente, no me había olvidado de él.

-No es eso.

-¿Entonces?

-Tengo miedo, Mike.

-¿A qué?

Lo pensé en mi mente durante unos instantes.

-A ti. A que me abandones de nuevo.

No quise mirarle cuando dije aquello. Percibí como su respiración se detuvo. Casi al instante, él estaba frente a mí, mirándome fijamente.

-No podría hacerlo.- susurró. Su dulce aliento acarició mi rostro, aturdiéndome. Me mordí el labio inferior, presa de la frustración. Michael humedeció sus labios y se inclinó sobre mí. Tenía sus labios a milímetros de los míos. Sus ojos rebosaban ternura, su cuerpo irradiaba calor. No quería abandonar lo que había tardado 3 años en crear, ese muro infranqueable que edifiqué debido a lo que sufrí. Pero estaba tan cerca de mí…

-Si no quieres que te bese, dímelo- dijo con la voz en un susurro.

¿por qué me hacía eso?¿por qué me torturaba de aquella manera? Mi corazón se aceleró, las venas golpeaban cada centímetro de mi piel. Allí le tenía, a 10 milímetros de mí, sin moverse, con la boca entreabierta.

Recortó aquella distancia para acariciar mi rostro con sus labios, sin acercarse a los míos. Sus manos se deslizaban lentamente por mi cintura, a la espera. Finalmente, abandoné cualquier atisbo de dignidad, entregándome a lo que dictaban mis sentimientos.

-Michael…

No me dio tiempo a decir nada más. Me besó dulcemente. Su boca se amoldó a la mía con total perfección, como si hubieran sido diseñadas para ello. Acaricié sus manos, aquellas manos que me volvían loca. Abandonó mi boca para besarme el cuello, siempre de aquel modo tan dulce, pero a la vez tan abrasador. Cerré los ojos y dejé que una lágrima rodara por mi mejilla. No lloraba de tristeza, lloraba al darme cuenta de que de nuevo, había sucumbido a su magia, a su misterio, a su enigma. Y una vez puede que lo superará, pero no volvería a darse una próxima oportunidad.

Michael ascendió hasta mi oído, acariciándolo.

-Te quiero…

Me estremecí al escucharle decir aquellas palabras. Y todo el miedo, angustia, y temor que había sentido segundos antes, desaparecieron como por arte de magia. La misma magia que él irradiaba. Inconscientemente, esbocé una ancha sonrisa, percibiendo como mis pulmones se llenaban de la más pura y completa felicidad. Sentí que al final me pertenecía, del alguna manera u otra. No tenía palabras para describir las volteretas mortales que daba mi corazón, los aplausos orgullosos que ofrecía mi mente, el baile indescriptible que ofrecía mi respiración…

Michael se separó de mí, y correspondió a mi sonrisa.

-¿Qué es lo que he hecho para que sonrías así?-preguntó.

-Decirme que me quieres. Supongo que lo necesitaba.

Él rió dulcemente y se acercó de nuevo a mi oído.

-Te quiero, te quiero, te quiero…

¿Podía existir en algún otro lugar del mundo una chica que fuera más feliz que yo en ese momento? lo dudé.

El resto de la noche la pasamos jugando, tirándonos la comida, mirando las estrellas…salimos afuera y nos tumbamos en la hierba. Apoyé mi cabeza en su pecho y me dormí, escuchando aquellos latidos que parecían llevar mi nombre. Él me abrazó y también sucumbió al sueño, escuchando mi respiración que aumentaba cada vez que pensaba en él.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, observé a Michael en silencio. Siempre había creído que la perfección no existía. Pero al contemplar aquel rostro, no me demoré demasiado en cambiar de opinión. Miré la hora. Oh no, las 12 del mediodía.

“Mierda, mierda, mierda”. Llegaba 3 horas tarde al trabajo. Pensé en irme, pero había una fuerza mayor que mi madurez que me impedía hacerlo, así que me tumbé de nuevo a su lado, acariciando sus rizos con mi mano. Le besé el cuello con dulzura y se despertó.

-Lo siento, no quería despertarte.

-No importa. Me he pasado 3 años soñando despertar así.

Me sonrojé al escuchar aquellas palabras. Michael miró la hora y me observó, alarmado.

-Pequeña…llegas tarde al trabajo.

Negué con la cabeza.

-No, no voy a ir. Pasemos el día juntos.

Se le iluminó el rostro.

-¿De verdad quieres pasar el día conmigo?

Asentí, y acto seguido, presionó sus labios sobre los míos.

¿Y sabéis qué? Nunca pensé que llegaría tan alto, pues tenía vértigo. Pero allí estaba, más alto que nadie y por primera vez, no me daba miedo la caída. Porque no habría caída alguna

Capítulo 44.


-Michael, yo…

-Calla, no digas nada.

Tapó mi boca con su mano, fría como el hielo.

-Pero…

Negó con la cabeza y me empujó con suavidad hacia el interior del observatorio. Cuando abrió la puerta ahogué un grito. Estaba a oscuras, la única luz existente provenía de unas pocas velas colocadas a lo largo de la estancia. Un mantel se encontraba extendido en el suelo, con una cantidad ingente de comida. Me acerqué y cogí una botella.

-¿Cava?- pregunté sorprendida.

Se encogió de hombros.

-Para las ocasiones especiales, siempre. Mira, tienes que ver esto.

Tendió su mano hacia a mí y la tomé de nuevo, momento en el cual descargas eléctricas recorrieron mi cuerpo. Nos acercamos al telescopio. Bajo él había un sillón inclinado casi 180 grados. No esperé a que Michael hablara. Me senté y acerqué el ocular hacia mí. Michael giró el buscador.

-¿Qué quieres ver?

-¿Hasta dónde alcanza esto?

Él rió dulcemente.

-Hasta Plutón, más o menos…

-Entonces quiero ver Saturno.

-También es mi favorito- dijo.- ya está.

-¿Cómo sabes localizarlo?

-Vengo aquí cada fin de semana, costumbre.

Observé atónita a través de los oculares la belleza de lo que se alzaba ante mis ojos. Nunca encontraré las palabras adecuadas para expresar lo que vi, lo que sentí. Pero de repente, me entró miedo, y alejé el telescopio de mis ojos.

-¿Qué ocurre?- preguntó Michael.

-Me da miedo

-¿El qué?

-La inmensidad. Nuestra ignorancia. Lo diminutos que somos…

-Lo siento- susurró bajando la cabeza- pensé que te gustaría.

Me levanté rápidamente y tomé sus manos entre las mías. Una lágrima afloró en sus ojos. Se me encogió el corazón. No soportaba verle llorar. Como dijo una de mis autoras favoritas en uno de sus libros, “un ángel no debería llorar, eso no está bien”. Así que aparté lo acontecido aquellos años anteriores para rodearle con mis brazos, sabiendo que no podría separarme después.

-Sí que me ha gustado, es sólo que soy una miedica, ¿lo recuerdas?

Alcé su rostro, y con mis dedos limpié sus lágrimas. Sus ojos brillaban más que nunca. Elevó las comisuras de sus labios, haciendo asomar una pequeña sonrisa.

-Eso está mejor- sentencié.- ¿Cenamos?

La cena transcurrió sin incidencias. Hablamos sobre trivialidades. Me contó que había hecho aquellos 3 años anteriores y cómo había evolucionado su carrera musical. Al terminar de cenar, llenó las copas con un poco de vino.

-¿Brindamos?

Cogí la copa, pero había una pregunta que me obstruía la garganta.

-Michael…

-¿Sí?

-Supongamos que todo lo que me contaste esta mañana, es verdad. Lo de Lisa y su falso embarazo.

-No hay que suponer nada, es la verdad.

-Bueno vale. Si realmente fue así… ¿por qué dejaste que me marchara? ¿por qué no me detuviste?

Le vi dejar la copa en el suelo. Se acercó a mí y sostuvo mi rostro entre sus manos con infinita delicadeza, como si se pudiera romper.

-En eso te debo una disculpa. Yo…no sé como explicártelo para que lo entiendas. Fui un cobarde. Nunca he tenido que impedir nada a nadie, y en aquella ocasión…no sabía que hacer, ni qué decir…supongo que no se me dan bien las discusiones.

Rehuí mirarle. Contemplé absorta la copa de vino, que aún sostenía.

-Te busqué. Te juro que lo hice. Durante día y noche. Puse el mundo del revés por ti. Contraté a cuanta gente me resultó posible para que te localizaran…viajé a Villalba…

-Espera… ¿a Villalba?

-Sí, pero no importa. En mi nuevo disco te escribí una canción, con la esperanza de que la escucharas, pero no apareciste.

De nuevo abrí la boca de puro desconcierto.

-¿Una canción?

Michael se echó a reír.

-Se me había olvidado cuánto me gusta tu cara de desconcierto. Si, una canción.

Se levantó y caminó hacia una estantería. Cogió una cinta de vídeo y se acercó a un televisor.

-Y grabé hasta un videoclip. Mañana se estrena a nivel mundial. Era mi último recurso para poder dar contigo. ¿Quieres verlo?

Cavilé en mi mente unos segundos. ¿Michael había escrito una canción para mí, así como un videoclip en el disco “Dangerous?

-Vale.

Esbozó una sonrisa y puso la cinta. Casi al instante, se reflejó el videoclip Remember The Time.

-Lo grabé en Egipto- comentó mientras se sentaba en el suelo, a mi lado- en el hotel donde nos enamoramos.

No podía salir de mi asombro. Quien me iba a decir, 20 años después…que esa canción existía por mí.

viernes, 9 de abril de 2010

Capítulo 43.


Tras relatarle durante más de media hora lo acontecido, se dio por satisfecha y volvió a su trabajo. El resto de la jornada no di ni una. La ropa se escurría de mis manos, no acertaba a cobrar a los clientes, me quedaba literalmente en blanco en mitad de la tienda…cuando llegó la hora de cerrar casi lloré de la alegría. Abrí la caja y saqué las llaves.

-Déjalo anda, que llevas un día que como cierres tú a lo mejor nos roban por la noche- se burló Judith.

-Eres un encanto.- respondí con una sonrisa.

-Sí. Bla,bla,bla. Tú vete y mañana me cuentas que tal ha ido.

Sonreí una vez más y abandoné la tienda. James me esperaba, como todos los días. El trayecto a casa fue muy silencioso. Quizás se debía a que pensaba en demasiadas cosas y en ninguna a la vez. Al llegar a casa, subí a mi habitación y abrí el último cajón del armario, aquel que cerré hacía 3 años y que pensé que nunca más volvería a tocarlo. Y allí estaba, el vestido que me regaló Janet. Lo saqué y estiré para contemplarlo en silencio. Era precioso, pero sentía como si no me perteneciera, como si fuera de otra chica. De otra chica más inocente e ingenua. Inmersa en mis pensamientos caminé hacia el baño, sumergí mi cuerpo en la bañera durante un periodo de tiempo inmensurable, intenté aclarar mis ideas, poner los pies en la tierra, pero en ese momento mi cabeza era un hervidero de sensaciones, de recuerdos…aún recordaba las distintas maneras en que me miraba, su piel acariciando la mía, sus labios besando dulcemente cada rincón de mi cuerpo, el fuego de su mirada, su inocencia, su sonrisa… recordaba todos los motivos por los cuales me había enamorado irrevocablemente de él. Cuando la piel de mis dedos comenzó a arrugarse como si de pasas se trataran, salí de la bañera. Me puse el vestido, peiné mi pelo con sumo cuidado. Miré el reloj: las 8 y 30. No me daba tiempo a maquillarme. Tampoco me importó. No importaba cuantas horas le dedicara, nunca iba a conseguir estar a la altura de las circunstancias. Cogí el bolso y bajé atropelladamente las escaleras, chocándome con James. Observó mi atuendo incrédulo.

-¿Vas a salir?-preguntó.

-Sí, he quedado con Judith. ¿Te importaría acercarme?

Él sonrió y me dio un cálido abrazo.

-Claro que no. Ya era hora de que salieras. De que te dieras cuenta de que hay más mundo ahí fuera y que…

-Vale, vale, lo pillo. ¿me llevas?

A lo largo del recorrido en el coche no hacía más que frotarme las manos. Miraba inquieta por la ventana, y no podía dejar de mover mi pierna derecha.

-Sí que estás nerviosa…

-¿Eh? no, no.

James no se tragó mi mentira, pero no comentó nada al respecto. Cuando llegamos a la esquina de la tienda, paró el motor e incrustó sus ojos grises en los míos.

-Si necesitas cualquier cosa…llámame y vendré corriendo.

-De acuerdo.

Salí del coche y me giré para despedirme de él, pero por algún motivo que desconocía, rehusó mirarme. Esperé a que se hubiera marchado. Cuando lo hizo, miré en todas las direcciones, nerviosa. Y entonces vi a Michael. Caminaba hacia mí lentamente, como una pantera. Su andar era tan sinuoso, y a la vez, tan sexy, que no pude mirarle durante mucho más tiempo, pues me temblaron las rodillas. Tras unos segundos que a mí me parecieron eternos, le tuve enfrente. No dijo nada. Sabía que me estaba mirando, sentía sus ojos clavados en mí. Intentando controlar los latidos de mi corazón, cogí aire y alcé la cabeza. Me contemplaba impasible, con los brazos cruzados. Por un momento me sentí como una idiota por haber acudido. Intenté en vano descifrar sus pensamientos. Transcurrieron unos minutos. Me picaban las palmas de las manos, una parte de mi cabeza me decía a gritos que me arrojara a sus brazos.

Cuando estaba a punto de darme por vencida, y marcharme, Michael elevó las comisuras de sus labios. Poco a poco fue ensanchando su sonrisa, hasta mostrarme mi sonrisa predilecta. Antes de que me diera tiempo a reaccionar, me abrazó con fuerza, alzándome varios centímetros del suelo.

-¡Michael, bájame!- le pedí riéndome.

Lo hizo. Agarró mi mano y tiró de ella.

-¿ A dónde vamos?

-Es una sorpresa- respondió.

Caminamos durante cerca de una hora. Nos alejamos del centro turístico, y comenzamos a adentrarnos en un bosque. Agradecí respirar aire puro, y no el aire contaminado de la ciudad.

-Michael…recuerdo una vez hace 3 años que nos quedamos encerrados en un bosque…no me gustaría que volviera a pasar.

Él rompió a reír con esa fuerza que tanto había anhelado. Al pasar otros 10 minutos, se detuvo para colocarse detrás de mí. Colocó sus manos sobre mis ojos. Ese tacto familiar provocó que la tierra se estremeciera bajo mis pies.

-No mires.- me susurró al oído

Con suavidad, guió mis pasos durante algún tiempo más. Escuché un ruido que no provenía de los árboles, de la tierra, o de los pájaros. Era un sonido metálico.

-¿Dónde se supone que…?

-Shh- me interrumpió.

Me retiró las manos de los ojos. Abrí los ojos y me encontré con un observatorio, en la linde del bosque. Abrí la boca muda de asombro.

-Qué bonito- murmuré.

No me respondió. Giré sobre mis talones y le busqué con la mirada. Le localicé en la puerta del observatorio.

-¿Podemos entrar?

-Durante esta noche, es todo nuestro.

-¿De verdad?

Asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír.

-Quiero enseñarte lo que realmente amo. Mi mundo. Buscar contigo entre las estrellas el país de nunca jamás, y…

-¿Sí?

-Enamorarte de nuevo, si no es demasiado tarde.

lunes, 5 de abril de 2010

Capítulo 42.


Intenté encontrar una respuesta sarcástica, pero no pude. Si por mí hubiera sido, me habría lanzado a sus brazos para decirle que le quería, una y otra vez…pero el pasado, por muy lejano que fuera, siempre iba a formar parte de mí. Endurecí el gesto y deposité las cajas en sus brazos.

-Aquí tienes.

Me acerqué a la caja para cobrarle. Judith me dio una patada en la espinilla.

-No seas maleducada leches. Es Michael Jackson.- susurró.

Michael se acercó y me aferró el brazo.

-Déjame hablar contigo, por favor.

Sus ojos se dulcificaron de un modo extremo. Esbozó una tímida sonrisa.

-Vete Isa, ya me encargo yo de esto- dijo Judith mientras me sacaba a empujones.

La dirigí una mirada de súplica, pero ella negó con la cabeza.

-Está bien.

Michael agarró mi mano y salimos de la tienda. Justo enfrente estaba aparcada su limosina. Subimos y me senté lo más alejada de él posible.

Me contempló triste.

-Te he echado de menos.

-Seguro- murmuré.

-Han pasado 3 años… ¿me vas a dejar que te explique que fue lo que pasó?

-No hace falta que me expliques nada, me quedó todo muy claro.

-Malinterpretaste todo…si me hubieras escuchado en ese momento ahora estaríamos…

Le interrumpí.

-Ya basta Michael. No tienes la más mínima idea de lo que sufrí, y repito, no quiero escuchar ni una sola palabra más. Adiós.

Hice ademán de abrir la puerta, pero él echó el seguro.

-Que me escuches.

-Que no quiero.

Abrí la ventana del techo y me dispuse a salir por ahí. Pero como no, me resbalé y caí sobre Michael. Sus ojos ardían a pocos de centímetros de los míos. Se humedeció los labios y se acercó a mí. Me alejé.

-¡¡Escúchame por favor!!.-gritó. Pegué un salto en mi asiento. Nunca le había escuchado alzar la voz de aquella manera.-¡¡Lisa me engañó!!¡¡Me hizo creer que esperaba un hijo mío!!.

Se me desencajó mandíbula a causa de la sorpresa.

-¿Qué?

Tomó aire y comenzó a hablar.

-Verás…antes de conocerte mantuve una especie de relación con Lisa. Nos veíamos los fines de semana y bueno, una de esas noches…nos acostamos-se sonrojó al decirlo- ella me dijo que estaba protegiéndose. Y el día que te fuiste, vino a casa para decirme que esperaba un hijo mío. Sabes que no hay cosa que más ansíe que ser padre. Pasé el día con ella, comprando cosas para el bebé. Recuerdo que se quejó porque tenía dolores, y me suplicó que pasara la noche con ella. Íbamos caminando cuando me crucé a mi empleado en el coche, y me dijo que te había seguido hasta aquel pub. Fuimos para allá…y…bueno…te ví con ese otro.

-Para, para.- le pedí- son muchas cosas las que asimilar. Y lo primero. No es “ese otro”, es mi mejor amigo. Fue la única persona que me ayudó a seguir adelante.

-Yo lo habría hecho si no te hubieras ido.

-Me fui porque me sentí humillada. Además, no tardaste en ocupar la habitación de invitados.

-Eso tiene un por qué. Lisa estaba esperando un hijo mío, y decidí darle el mejor trato posible, por eso la invité a vivir en Neverland.

Sacudí la cabeza, aturdida.

-No tiene ningún sentido.

-Ahora ya no. Pero en su momento, sí. Si supieras cuánto te he echado de menos cada noche…

-Un segundo. Me dijiste que Lisa te engañó. Y yo no he notado engaño alguno.

Me observó fijamente, como si quisiera decirme algo que era obvio. Tras unos segundos caí en la cuenta.

-Oh…

-No hubo bebé alguno. Lisa se inventó lo del embarazo en cuanto te vio. Siempre ha sido una mujer muy posesiva.

La cabeza me daba vueltas.

-Así que…-murmuré-no era que la quisieras a ella más que a mí.

-Pues claro que no, tonta. Después de haberme entregado a ti la noche anterior…¿cómo pudiste pensar algo semejante?

-Ya te lo dije. Soy insignificantemente normal.

-Para mí nunca lo fuiste- murmuró mientras sostenía mi mentón con su mano.

-Michael…ha pasado mucho tiempo ya…no sé si…debería perdonarte.

-Hagamos una cosa. Esta noche te invito a cenar. Te espero aquí a las 9. Volverás a ser mi campanilla, lo sé.

Me besó suavemente en los labios. Fueron apenas unos segundos, pero los suficientes para provocar que mi piel ardiera. Bajé del coche y me despedí con la mano. Cuando entré en la tienda Judith me observó con los ojos como platos.

-Más te vale.-dijo señalándome amenazadoramente con el dedo- que me cuentes todo. Con pelos y señales.

Capítulo 41.


Año 1992.

Os preguntaréis…”¿1992? Y qué ocurrió los 3 años anteriores?”. Bien…os lo responderé. No pasó nada. Absolutamente nada.

Aquella fatídica noche dormí en casa de James. Insistió en que durmiera en la cama, que él podía apañarse en el sofá. Me dio lástima, pero no me dejó protestar. Sólo hubo una noche en la que lloré más que aquella, y fue la del 25 de Junio de 2009. A la mañana siguiente no podía ni abrir los ojos de lo hinchados que estaban, pero tampoco me importó.

A partir de ese día luché por seguir adelante, por no mirar al pasado. James se convirtió en un fiel amigo, siempre estuvo cuando le necesité. Había tardes que se pasaba hablando durante horas de tonterías sólo por el simple hecho de sacarme una sonrisa. Permitió que me quedara a vivir con él. En principio me incomodó, pero luego pensé…”¿dónde voy a ir si no?”. Oficialmente tenía 2 años, carecía de DNI o de cualquier documento que pudiera identificarme. Sencillamente, no existía.

Una de las cosas que me preocupaba era que no envejecía. Es decir, en aquellos tres años, contemplé como James cambió físicamente, cómo la forma de su mandíbula se endurecía, como desaparecían aquellas pecas que me parecían tan graciosas…en cambio, yo no cambié. Ni siquiera me crecía el pelo, era como una fotografía con vida. Como un vampiro (con la notable diferencia de que no me alimentaba de sangre, ni me mataba el sol, ni todas aquellas leyendas que seguro que ya conocéis)

Desconozco si Michael intentó buscarme durante aquellos años, y si fue así, dudo que encontrara la información oportuna para hacerlo. Nunca conté a James la verdad (mi viaje en el tiempo, digo). Resultó ser el dueño de una conocida marca de ropa, y no tuvo inconveniente alguno en concederme un trabajo de dependienta.

Por supuesto, decir que no volví a ver la televisión, ni a escuchar la radio. Evitaba ver o escuchar cualquier cosa que me recordara…a él. No volví a tener noticias suyas desde esa noche.

Pero claro…¿Qué hago yo escribiendo si no volví a saber nada de él? .Es cierto, no supe nada de él…hasta el año 1992.

La mañana del 4 de febrero me levanté y desperecé ruidosamente. Odiaba los miércoles. Eran los días en los que había más clientela y, por tanto, llegaba doblemente cansada a casa. Me duché y vestí como cualquier mañana. Bajé a la cocina y saludé a James con un beso en la mejilla. Se giró hacia mí con una sonrisa.

-Buenos días. ¿Lista para el día de hoy?

Me preparé el desayuno y bostecé.

-Ya veo que no- comentó cogiendo el periódico.- a propósito…hoy va a llegar un encargo procedente de Egipto. Estate pendiente porque irán a recogerlo.

-Sí, de acuerdo Papá.

Se echó a reír y rodeó mi cintura con sus brazos.

-Yo me voy ya. Pórtate bien, ¿vale?

Me revolvió el pelo con una de sus manos y se marchó. Desayuné sin ninguna prisa, me lavé los dientes, cogí las llaves de casa y me marché. Como siempre, llegué la primera, por lo que me tocó abrir a mí. Encendí las luces y puse el cartel de “abierto”. Repasé el inventario un par de veces así como el dinero recibido, para cerciorarme de que todo estaba bien. Se abrió la puerta y entró Judith, mi compañera. No sabía como lo hacía, pero siempre llegaba con una sonrisa radiante en el rostro.

-Algún día me dirás que demonios desayunas para estar así de animada.

-Bueno, hoy hace sol. Los días soleados siempre son buenos.-dijo mientras colgaba unos pantalones en diferentes estantes.

“En ese caso, hace 3 años que no sale el sol” pensé para mis adentros. Empezaron a llegar clientes, y me vi envuelta en la rutina de todos los días. Preguntar, ayudar, cobrar, ordenar ropa, devoluciones, encargos…

Sobre las 3 de la tarde un hombre vestido de negro y de casi 2 metros de altura entró en la tienda, dirigiéndose hacia mí.

-Buenas tardes. Necesitamos que los clientes abandonen el recinto.

Miré a Judith, que ya estaba preparada para pulsar la alarma.

-No hasta que no me diga quién es usted.

-Por supuesto. Un cliente muy especial va a venir a recoger un encargo procedente de Egipto.

Asentí con la cabeza.

-Vale, entiendo. ¿Pero es tan especial que hay que vaciar la tienda por él?

-Sí, por favor.

Suspiré. Hice un gesto a Judith y ésta se puso a pedir amablemente a los clientes que se marcharan. Cuando la tienda quedó vacía me acerqué a aquel hombre, que hablaba por teléfono.

-Bueno…ya está.

Se giró sobre los talones y abandonó la tienda.

-No sé quien va a venir, pero más le vale que nos promocione como es debido, no veas como se ha puesto una señora cuando la he echado- me susurró Judith mirando hacia la puerta.

-Ya. Bueno, quédate aquí. Voy a bajar al almacén a por la ropa.

Al llegar al almacén cogí las cajas. “madre mía” pensé “cómo pesa esto. Sea lo que sea debe de valer una fortuna”. Escuché abrirse la puerta de la tienda. Agudicé el oído, pero no aprecié ningún otro ruido. Me encogí de hombros y subí las escaleras. Intenté abrir la puerta pero no pude, estando cargada como estaba. Alguien la abrió desde dentro.

-Gracias- murmuré mientras alzaba la vista.

Pude sentir como el corazón se me paraba para luego volver a latir frenéticamente. Sentí aquel escalofrío por la espalda. Sentí como mi cara enrojecía. Sentí todas aquellas sensaciones que hacía 3 años que no percibía.

Michael había vuelto.

Me contempló con la boca abierta, sin salir de su asombro. Tras unos segundos, la cerró y esbozó mi sonrisa predilecta, la misma que tanto había echado de menos.

-Hola- saludó.- cuánto tiempo.

domingo, 4 de abril de 2010

Capítulo 40.


Mi estado de embriaguez se esfumó por completo en cuanto le escuché hablar.

-No creo que seas el más indicado para preguntar eso.

-¿Ah no? ¿y qué se supone que debo pensar cuándo te veo besándote con otro?

-¡Pues lo mismo que yo cuando Bianca me dijo que ibas a pasar la noche con Lisa.!

-¡Lo que haga con Lisa no es asunto tuyo! Deberías confiar en mí.

-Mira Michael, me parece perfecto que cuando estuvieras soltero pudieras desaparecer sin dar explicación alguna. Pero te recuerdo que ahora tienes pareja.

-Sí, ya lo veo.- comentó con desdén mirando a James, que observaba la escena con los ojos abiertos como platos.

Justo en ese momento, Lisa hizo acto de presencia. Pude ver odio en su mirada.

-Además- continué.- ¿Qué se supone que debo de creer cuando me entero de que prefieres pasar la noche con ella que conmigo?

Lisa se echó a reír, y rodeó a Michael con sus brazos.

-Bueno, Michael y yo compartimos algo muy especial…- cuando dijo aquello le besó el cuello.

Me quedé perpleja, incapaz de articular palabra. Una lágrima rodó por mi mejilla. Respiré profundamente, y con toda la dignidad que pude, añadí:

-En ese caso, me voy. Adiós Michael.- mi voz era fría y afilada como cuchillos, me dolía hasta a mí escucharla.

Giré sobre mis talones y abandoné el local, deshaciéndome en llanto. Lo que más me entristeció y lo que me hizo sentir peor fue no escuchar a Michael gritando mi nombre y persiguiéndome por la calle. Sólo James me seguía.

-Oye-me agarró el brazo- ¿por qué no me dijiste que estabas con él?

-Por la misma razón que él no me dijo que seguía con Lisa. Llévame a casa, por favor.

-Claro, ¿dónde vives?

Sollocé ruidosamente y me abrazó, comprendiendo mis palabras.

-Shh, tranquila. Vamos, te llevo.

Subí al coche y emprendimos el viaje de regreso a Neverland. En cuanto paró el motor bajé del coche y entré en la casa. Subí a la habitación, cogí una maleta y empecé a guardar mis cosas con rapidez. Tropecé con algo. Miré hacia abajo y vi una maleta. Pero aquella maleta no era mía. La abrí de una patada y su interior se desparramó por la habitación. Esa era la ropa de Lisa. Bianca al escuchar el ruido acudió a la habitación.

-¿Se marcha señorita?

-Sí.

-Perdone mi indiscreción….pero…¿tiene algo que ver con el hecho de que la señora Presley se quede a vivir aquí?

Enmudecí de asombro y me detuve por un momento. Me sequé las lágrimas con una mano y suspiré después.

-No, pero gracias por la información, Bianca.

-Lo siento…

La ignoré. Terminé de prepararme la maleta y bajé las escaleras corriendo prácticamente. Abrí la puerta de un tirón.

Michael estaba allí, solo. Su expresión era inescrutable. Por un momento, sus ojos se dulcificaron, pero luego se volvieron fríos.

-¿Te vas?- preguntó.

-¿Acaso esperabas otra cosa?

Guardó silencio y miró hacia atrás. James me esperaba recostado sobre el capó del coche. Me adelante a sus palabras.

-No tiene nada que ver con él. Ha sido decisión mía.

Transcurrieron unos minutos. El uno frente al otro, en silencio. Hice un esfuerzo sobrehumano para aguantarme las ganas de echarme a llorar.

-¿Serviría de algo que me escucharas?

Cavilé en mi mente unos instantes. Un coche entró en el recinto. Se apagó el motor y Lisa salió de él, comenzando a caminar hacia nosotros.

-No, Michael.

-En ese caso…adiós.

Se inclinó sobre mí para besarme, pero me hice a un lado y caminé hacia James. Me dolía demasiado, y no necesitaba el beso como si fuera el premio de recompensa. Me crucé con Lisa, pero no tuve fuerza alguna para mirarla.

Entré en el coche. James se metió en él al cabo de un par de segundos y arrancó el motor.

-¿A dónde te llevo?- preguntó.

-No lo sé.

-¿Quieres que te lleve a tu casa?

Nuevamente, rompí a llorar. Neverland era MI CASA. Lo había sido durante aquel mes y nada iba a cambiar eso. Salimos de allí. Al recorrer un par de kilómetros, detuvo el coche para abrazarme. Dejó que le mojara la camisa con mis lágrimas. Como pude intenté purgar aquella ruptura en mi interior. Pero no podía. Nadie podría.

Capítulo 39.


-¿Te parece demasiado tarde como para quedar a tomar algo?- pregunté

-No, claro que no. Cojo el coche y te paso a buscar. ¿Dónde vives?

“en la casa de mi novio, Michael Jackson, que por cierto, ahora está pasando la noche en la casa de la que será su futura mujer”
-Bastante lejos, la verdad. ¿Quedamos en la escena del crimen?
Le escuché reírse.

-Allí estaré.
Colgué el teléfono. Un sentimiento de venganza recorría mi cuerpo. Puede que no fuera la típica chica que gritaba a su pareja hasta destrozarle los tímpanos, pero si por algo me caracterizaba, sin duda alguna sería por la malicia.
Me cambié y me puse un vestido de cóctel precioso que había comprado esa misma tarde. En principio lo había hecho con la idea de sorprender a Michael, pero…
Salí de la casa y me subí en la limosina. El chófer me miró extrañado.

-Al mismo sitio de esta tarde, por favor.

Sorprendentemente, me pasé todo el trayecto nerviosa. La verdad es que el susodicho James no era precisamente difícil de ver, además esos ojos grises…cuando llegué allí estaba él, recostado sobre un coche. Abrió la puerta y me ayudó salir. Me dirigí al chofer.
-Puede marcharse, no creo que regrese hasta mañana.


Vi como la limusina se alejaba lentamente. James se acercó a mí y me ofreció una rosa blanca. Abrí la boca, asombrada.
-¿No te gusta?- preguntó.

-No, al contrario…las blancas son mis favoritas. Bueno… ¿a dónde vamos?

-Pensé que te conocías esta zona.

-No. Es una larga historia…

-En ese caso, sube al coche. Te voy a llevar a mi local favorito.

Subí sin dudar. Si mi madre me viera me habría cogido de los pelos y luego me habría dado una buena regañina por subirme en el coche de un desconocido. Pero eran aquellos ojos los que no me dejaban pensar con claridad. Durante el camino no hablamos. James encendió el equipo de música. Comenzó a sonar “Billie Jean”. Él la tarareaba por lo bajo.

-Este tío es dios- comentó.
Chasqueé la lengua, molesta.

-¿Puedes cambiar la emisora?

-¿No te gusta Michael Jackson?- preguntó sorprendido.

-No.
Para entonces ya habíamos llegado. Paró el motor y me ayudó a bajar. Entramos al local. Miles de luces y bolas de cristal adornaban el techo, iluminando la pista de baile de innumerables colores y formas. Nos acercamos a la barra. James pidió para los dos un whisky doble. Él bebía sin problemas, pero a mí siempre me ardía la garganta por muy pequeño que fuera el sorbo.
Me resultó extremadamente fácil entablar amistad con él. Era sencillo, divertido, honesto,afable…no tardé en verme atrapada en su mirada, en sus palabras, o en sus gestos. Una voz en mi cabeza decía que debería darme vergüenza flirtear con aquel chico de ese modo aún cuando tenía pareja. Otra voz la sugería que cerrara el pico. No tardaron en poner una balada. James se levantó de un salto y me tendió la mano.

-¿Bailas?

Tragué saliva.

-¿Te reirás de mí si te digo que no sé?

-Eso no es problema. Yo tampoco tengo ni idea. Y sería una pena no lucir ese vestido con lo guapa que estás hoy.

Me ruboricé (supuse que por causa del alcohol) y agarré su mano. Nos dirigimos al centro de la pista. Me abrazó por la cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos. Las luces del local hacían brillar aún más sus ojos, claros como el cristal.
La gente abandonó la pista de baile con un gran alboroto y griterío. Les ignoré. ¿Por qué me hechizaba tanto su mirada? Aprecié unas pequeñas pecas debajo de sus ojos. Era muy atractivo, para qué me iba a engañar.
La canción continuó hacia sus últimos compases, momento en el cual él se inclinó hacia mí para besarme, pero giré la cara en el último instante.

-¿He hecho algo mál?- preguntó frunciendo la frente.
Negué con la cabeza.
-Vamos a la barra.
Nos tomamos 3 copas más cada uno. Generalmente no solía beber, y cuando lo hacía me controlaba. Pero en aquella ocasión no lo hice. Me sentía protegida en compañía de James. Hubo un momento en el que todo me dio vueltas y me incliné hacia delante. Él me sujetó entre sus brazos. Alcé la vista y contemplé aquellos ojos a escasos centímetros de los míos. Sonreí levemente, y, sin más, le besé. Sus labios cálidos y suaves se amoldaron a los míos con total perfección. La sensación no se podía comparar a cuando besaba a Michael, pero tampoco era desagradable.
En ese momento, un brazo me separó de él. Giré mi cabeza molesta para ver quién había sido.
Oh, oh. Era Michael. Me observaba fríamente, taladrándome con la mirada.

-¿Se puede saber qué haces?

Capítulo 38.


Seguí hablando con Janet cerca de una hora más. Cuando colgué, caminé de nuevo hacia el estudio. La puerta continuaba cerrada. Bianca se me acercó.

-¿Necesita algo?

Negué con la cabeza. Decidí pasarme por el zoo. Estuve alimentando a las jirafas y a los gorilas, intentando mantener mi mente ocupada. A la hora de comer, volví para la casa. Bianca me esperaba.

-Señorita, el señor Jackson salió a comer con Lisa Marie, me dejó esto para usted.
Depositó una mano en mis manos y se marchó. Incrédula, la abrí.
“Pequeña, he salido a comer con Lisa. Seguramente pase el día fuera. Te veré por la noche. Te quiero”
Sencillamente, no me lo podía creer. Nunca me había considerado una persona celosa, pero aquello era superior a cualquier cosa que pudiera imaginar. Pero no pensaba quedarme en la casa esperando a que viniera. Sí el podía hacer lo que quisiera, ¿por qué no iba a hacer yo lo mismo? Comí rápidamente, sin saborear lo que ingería, y subí al baño para ducharme. Me arreglé y cogí el fajo de billetes que había encima de la mesilla de noche. Descendí por las escaleras hasta llegar al vestíbulo.

-¿Bianca?

Casi al instante aquella mujer apareció de la nada.

-Hágale saber al señor Jackson que voy a pasar el día en la ciudad de compras. Y que no me espere despierto.

-Por supuesto. ¿Desea alguna limusina para viajar?

-Sí, por favor.

El vehículo no tardó en llegar. Subí en él.
-¿a dónde señorita?

Cavilé en mi mente unos instantes.

-a Rodeo Drive, por favor.

Siempre había querido conocer el barrio que salía en mi película favorita “pretty woman”. El trayecto fue largo, pero me entretuve escuchando música y observando el paisaje por la ventana. Al llegar, no caminé demasiado tiempo. Entré en la primera tienda que ví. Desde ese momento, me vi envuelta en una vorágine de glamour e irresponsabilidad. Compré y compré, hasta que no me cupieron más bolsas en la mano. Miré el reloj. Eran las 9 de la noche. Sentí lástima por Michael. Me lo imaginé solo en la casa, esperándome con aquella mirada que me hipnotizaba. Caminé hacia la limusina, cuando un cuerpo chocó contra mí, derribándome al suelo. Sacudí la cabeza aturdida por el golpe. Una mano me ayudó a levantarme.

-Oh dios mío, cuánto lo siento- murmuró.

No me molesté en mirarle a la cara. Cogí su mano y me levanté. Hice ademán de recoger las bolsas, pero el brazo de aquel desconocido frenó mis movimientos.

-No te preocupes, ya lo hago yo.

Crucé los brazos en jarras y esperé a que terminara. Cuando me dio las bolsas, alcé la vista para agradecerle el gesto, a pesar de que me derribara. El chico me devolvió la mirada. Lo que más llamó la atención fueron aquellos ojos grises. Se echó el pelo castaño hacia atrás, mientras sonreía. Mi rostro adquirió un tono rojizo.
-Gracias- musité.

-No hay de qué.

Giré sobre los talones y caminé hacia la limusina, esta vez mirando al frente para evitar ser aplacada de nuevo.

-¡Espera!- gritó aquel chico mientras corría hacia mí- ¿cómo te llamas?

-¿Acaso importa?

-Claro. Así si me vuelvo a chocar contigo podré invitarte a tomar algo.

¿Estaba flirteando conmigo? Él esperaba pacientemente mi contestación, sin dejar de sonreír.

-No creo que vuelva a suceder- respondí tajante.

-En ese caso, espera.

Metió la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó un bolígrafo. Se acercó a mí. Retrocedí un par de pasos. El chico rió suavemente.

-No voy a asesinarte. Dame tu mano.

Vacilante y temerosa, se la ofrecí. Anotó un número de teléfono en el dorso.

-Si algún día quieres decirme tu nombre, llámame. Por cierto, me llamo James.

Dicho eso, se dio la vuelta y comenzó a andar en dirección contraria. El chofer me ayudó a meter las bolsas en el maletero y subí en la limosina. Llegué a Nerverland a las 12. Me acerqué al maletero.
-No se moleste señorita, haremos llevar sus cosas a la habitación.

-Gracias- musité.

Entré bostezando a la casa. Subí las escaleras arrastrando los pies,y entré a la habitación. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que Michael no estaba allí. Caminé hasta la cocina, donde se encontraba Bianca.
-Disculpe…¿el señor Jackson ha venido?

-Oh, no va a venir. Llamó a la hora de la cena para decir que iba a pasar la noche en la casa de Lisa Marie.

La sangre abandonó mi rostro. La furia crecía en mi interior, así como los celos. Los ojos comenzaron a picarme, pero aguanté las lágrimas como pude. Cogí el teléfono y marqué el número escrito en el dorso de mi mano.

-¿Diga?

-Me llamo Isabel. Pero puedes llamarme Isa, si así lo prefieres.

sábado, 3 de abril de 2010

Capítulo 37.


Recorrió mi cuerpo con la punta de sus dedos, provocando cosquillas, electricidad, temblores... era casi imposible describir la mágica explosión de sensaciones dulces y eléctricas que corrían entre sus dedos y mi piel. Ahí me perdí completamente, no recuerdo bien en qué instante quedé desnuda, al igual que él. Ni cómo quedamos en la posición exacta que él quería lograr... pero lo logró. Yo sólo recuerdo sus ojos, que reían de placer.

Mi pecho subía y bajaba, agitado, expectante. Sus manos no perdieron firmeza y pulso en ningún momento. Sentí que eran capaces de sostener hasta mi alma.

Así, acabó con la espalda apoyada sobre el respaldo de la cama y yo sentada sobre él. Nuestros centros de placer rozándose, latiendo, buscándose. Sin dejar de mirarme a los ojos, me dijo:

-Déjame entrar en tu mundo.

Bajé la vista, ante la sexualidad implícita en sus palabras, pero volvió a encontrar mi mirada, tiernamente, subiéndome el mentón...

-Pero quédate conmigo.

Finalmente, me entregué plenamente, entendiendo lo que hacía. Me maravillé en lo que veía y sentía, sus manos premiaron el hecho de que siguiera mirándole, y guiaron mis caderas hacia el éxtasis de ambos. Así, explotaron nuestros cuerpos, y nuestras miradas se volvieron una, en una unión que duraría para siempre.

Nunca en la vida se me olvidarán aquellas horas mágicas e inolvidables que pasamos juntos. Ni tampoco como me sostenía en sus brazos y me envolvía con su mirada.

Cuando el hechizo se rompió, Michael se dejó caer rendido en la cama. Sonreí y apoyé mi cabeza en su pecho. Casi en ese preciso momento, nos quedamos dormidos.

Me desvelaron sus besos, acariciándome la cintura. Me incorporé para besarle.

-Buenos días pequeña- dijo mientras me revolvía el pelo.-¿cómo has pasado la noche?

Entendí el significado de su pregunta y me eché a reír.

-Perfecta, gracias por preguntar. Fue como bailar contigo. No sé si me explico

Él correspondió a mi sonrisa.

-Más o menos. Ya sabes, soy un perfeccionista en todo.

De nuevo alzó la cabeza simulando rebosar egocentrismo.

-Bueno, no te lo creas mucho, tampoco fue para tanto.

Ensanchó su sonrisa y se acercó a mi oído.

-¿Segura?- a continuación imitó mi voz -“Michael…michael…oh…”

Le miré furiosa y sonrojada como si de un tomate se tratase. Mike se reía a carcajadas.

-pues por listo, ahora ya no se volverá a repetir- añadí mientras apretaba los dientes.

-Ya, seguro.

Iba a contestarle, pero se levantó, envolvió su cintura en una sábana y abandonó la habitación. Suspiré. Me vestí rápidamente y bajé a la cocina a prepararme un zumo. Bianca se encontraba allí, tendiendo la ropa.

-Bianca, ¿dónde está Michael?

-El señor Jackson subió a vestirse. Ahora está en el estudio porque ha recibido una visita.

-¿Sabes quién es?

-No, no fui yo la que abrió la puerta.

Asentí y sin más me dirigí al estudio. Llamé con los nudillos y abrí la puerta.

No podía ser.

Imposible.

Me quedé petrificada en el umbral de la habitación. Michael sonrió y se acercó a mí.

-¿Qué te pasa pequeña? Parece que has visto un fantasma. Mira, te presento a una amiga mía muy especial. Isa, esta es Lisa Marie Presley.

Ella sonrió y caminó hasta donde yo me encontraba. Me estrechó la mano.

-Encantada.

La miré a los ojos. Su expresión era hostil.

-Igualmente- respondí con un hilo de voz.- Esto…Michael…voy a dar una vuelta, no quiero interrumpir.

-De acuerdo- dijo sonriendo.

Me besó fugazmente y cerró la puerta.

Salí al jardín y comencé a andar en círculos. “no seas tonta. ¿Cómo puedes ponerte celosa?” susurró una voz dentro de mi cabeza. Y de hecho, no me pondría celosa si no supiera lo que sabía. Aquella mujer se iba a casar con Michael en 1994, y por lo que sabía, se conocían de mucho antes. Las palabras de aquel hombre misterioso en la fiesta acudieron a mi mente “no puedes cambiar su futuro”.

Volví a la casa y marqué el número de Janet.

-¿Diga?

-Janet, soy isa.

-¡Hola cuñada!¿Qué tal todo por allí?

-Pues más o menos…escucha. Necesito que me digas todo lo que sepas entre Lisa Marie Presley y Michael.

-¿Por qué?

-Porque está en el estudio con Michael.

La escuché suspirar al otro lado de la línea.

-No la soporto. Lleva rondando a Mike desde hace un par de años.

-Pero…¿han estado juntos?

-Juntos…juntos…no. Pero siempre que viene Lisa desaparece con Michael durante unos días. Luego cada uno vuelve a su vida normal.

-Entiendo.

Los celos y la angustia comenzaron a crecer en mi pecho.

-Ándate con ojo campanilla. Esa mujer no tiene un pelo de tonta.

Capítulo 36.


-¿Ahora?

Observé el ambiente animado de la fiesta. Una noticia como aquella no ayudaría a mantenerlo.

-No es necesario. Cuando se vayan, supongo.

En sus ojos percibí una pequeña chispa de intuición. Sonrió tristemente, y me besó suavemente en los labios. No tenía fuerzas para alejarme, así que fue él quien cortó el beso para seguir disfrutando de su cumpleaños. Necesitaba despejarme, por lo que salí afuera. Me senté en las escaleras y dejé que el viento se llevara mis lágrimas. Una mano tocó mi espalda.

-¿Qué te pasa?

Era Mac.

-Nada, echo de menos a mis padres…-mentí.

-Pues yo creo que tiene que ver con Mike.

Le miré. Era imposible que un niño entendiera mi situación, ni yo misma lo entendía.

-¿Qué harías tú si te dijeran que tienes que mantenerte alejado de la chica que más te gusta?- le pregunté intentando utilizar las palabras adecuadas.

Se tocó la barbilla, pensativo.

-No me importaría lo que dijeran. Si a la chica le gusto yo también…¿Qué más da lo que opine la gente?

Guardé silencio, con la vista fija en las estrellas.

-Así que es eso, ¿no?. Te han dicho que dejes a Mike.

-Algo así.

-Pero si os queréis mucho, ¿por qué vas a dejarlo?

“porque no puedo intervenir en su pasado” contestó una voz en mi cabeza. Pero…¿y si lo hiciera?¿tendría unas consecuencias fatales como me dijo aquel hombre o todo podría cambiar?

La voz de Mac me sacó de mi ensoñamiento.

-No sé Isa…no le dejes. Él te quiere de verdad. Más que a la tonta de Brooke- dijo riéndose.

-¿Qué cotorreáis vosotros dos?.

Me giré. Era Michael. Descendió las escaleras y se sentó a mi lado, rodeándome con sus brazos.

-Ya se están empezando a ir- me susurró al oído.

-Bueno pareja, yo me marcho también, que tengo sueño- comentó Mac mientras se desperezaba. Se levantó y antes de marcharse me guiñó un ojo.

Permanecimos en silencio hasta que los ruidos procedentes de la casa desaparecieron. Su suave voz rompió la quietud de aquel momento.

-¿De qué querías hablar?

Le miré unos instantes, los suficientes para comprender que era incapaz de dejarle, incapaz de no volver a sentir sus labios sobre los míos, incapaz de escuchar su voz en el oído susurrándome tiernas palabras. En ese instante decidí que todo lo malo que tuviera que pasarle, lo afrontaría a mi lado, pues nunca me separaría de él. Sabía que iba a cambiar su futuro, por descontado, y eso era egoísta por mi parte. ¿Cómo abandonar al hombre del que llevaba 19 años enamorada?.

-De nada- contesté.

Él se echó a reír.

-Pues fíjate que “nada” no es lo que me parece. Yo sé que te pasa.

Pestañeé, perpleja.

-¿Ah, sí?

-Sí. Lo que te pasa es que tienes miedo de acostarte conmigo.

Me entraron unas ganas irrefrenables de echarme a reír, pero me controlé.

-No.

-Sí, si lo tienes. Cuando esta mañana te lo he insinuado, te has sonrojado. Y llevas distante desde entonces.

-Michael, no me da miedo acostarme contigo- le contesté.

-Sí que lo tienes.

-De acuerdo Mike, lo que tú digas.

Me levanté y empecé a caminar hacia la habitación, riéndome en silencio. ¿Tenerle miedo? ¿yo?

Una mano me frenó en seco. Me giré y Michael me aprisionó contra la pared. La luz de la luna se filtraba a través de los ventanales de la casa, reflejándose en sus ojos. Me besó. Pero aquel beso fue distinto, estaba cargado de significado. La manera en que presionaba sus labios sobre los míos, casi con fiereza, era totalmente desconocida para mí. Me retiró el pelo a un lado, apoderándose de mi cuello, mordiéndolo con fuerza. Mi respiración aumentó de un modo casi embarazoso, pero no podía evitarlo.

Antes de que pudiera darme cuenta, estaba entre sus brazos, mientras subía a la habitación casi corriendo. Una vez allí me depositó en la cama con suavidad. Hizo ademán de desabrocharme el vestido, pero se detuvo. Me miró fijamente, y observé en ellos aquellas llamas que hacía tiempo que no veía.

-¿Segura que no tienes miedo?- preguntó.