viernes, 28 de mayo de 2010

Capítulo 54.


Me levanté y comencé a andar en círculos, expectante. Su voz rompió el silencio.

-Está bien.

Aullé de alegría y me lancé sobre él, sin importarme lo más mínimo si le hacía daño o no. Iba a volver a ver a Michael, a sentirle a mi lado, a abrazarle, a…

-Pero con una condición.

-¿Cuál?

-Antes de nada, has de saber que no puedo enviarte otra vez a 1992…como ya te dije, he tenido que cambiar muchas cosas y dejar que éstas siguieran su cauce…así que te haré regresar en 1994.

Un escalofrío de pánico me recorrió. No podía permitirme perder tantos años.

-Eso es demasiado tarde…

-Sé lo que estás pensando. No tienes de qué preocuparte. Si cumples tu palabra, y no te entrometes, no te haré marcharte de nuevo. Podrás quedarte con Michael hasta el…

-No lo digas- murmuré.-¿Pero cómo no voy a entrometerme? Acabas de decirme que Michael se había enamorado de mí.

-Y así es. Pero ha logrado rehacer su vida, y no puedes desmoronarla de nuevo.

-Pero…

-¿Es que no puedes conformarte con ser su amiga, su compañera, su apoyo, su soporte?

Lo medité unos instantes. Sí, claro que podría haberme conformado con ello. Hasta el momento en el que rocé sus labios.

En cuanto a la parte de ser sólo su amiga…bueno…era consciente de que me iba a ser completamente imposible, pues jamás había amado a alguien como le amaba a él. Aunque no resultaba difícil hacerse a la idea, al menos mientras no le tuviera frente a mí, claro.

Caminé hacia Eric, indecisa.

-Vale…- comencé- ¿Qué tengo que hacer?

-Una cosa antes. No lo vas a entender, pues es demasiado complicado, pero intentaré explicártelo. Mientras estás aquí, también has pasado allí 2 años. Es decir…tu vida ha continuado. Nadie ha notado tu desaparición, nadie salvo Michael, claro.

En eso tenía razón. No me había enterado de nada.

-Vale…pero… ¿Ha habido algún cambio importante que deba saber para no meter la pata?

-No demasiados. Vives con Judith, sigues trabajando en aquella tienda de ropa, y poco más.

-Mmmm- no sonaba tan mal teniendo en cuenta las circunstancias- de acuerdo.

-Cierra los ojos.

Obedecí. Sentí nuevamente su mano sobre mi frente, y como el cansancio se apoderaba lentamente de mí. Hasta que finalmente, me abandoné a la inconsciencia del sueño. ¿Mi último pensamiento antes de ese momento?: Michael.

-¡¡¡¡¡¡ISAAAAAAA!!!!!! ¡¡¡DESPIERTA, VAMOS!!!

Aún con los ojos cerrados, me incorporé y me puse de pie.

-¿Qué pasa?

-¿Cómo que qué pasa?- a pesar de que los ojos aún no los podía abrir, reconocí el tono de voz irritado de Judith- Me han encargado el trabajo más emocionante de toda mi carrera periodística, al cual me vas a acompañar, ¿y me preguntas que qué pasa? Menos mal que ya compramos tu vestido, porque no tenemos tiempo para…

La oí alejarse mientras seguía con su monólogo, soltando improperios de todo tipo. Me froté los ojos, y por fin los abrí. Y allí estaba: en un apartamento precioso, muy luminoso, y con vistas al paseo de la fama. “Pues sí que me las he arreglado bien estos 2 años, y yo sin saberlo”, pensé para mis adentros.

Me entraron ganas de inspeccionar el apartamento, de investigar un poco, pero apenas había avanzado un par de pasos y ya tenía a Judith frente a mí, tendiéndome un vestido plateado.

-Es precioso, ¿verdad?- comentó.- la verdad es que James tiene muy buen gusto para estas cosas…

¿James? Pero…¿James no se había enfadado conmigo? Sacudí la cabeza, confusa. No entendía nada. Judith me miró y esbozó una sonrisa pícara.

-Por cierto-añadió con voz melosa-me tienes que contar como fue la noche entre vosotros 2 el miércoles…-al concluir me guiñó un ojo.

¿James y yo…? ¿Habíamos…? ¿Éramos…pareja? ¿Por qué demonios Eric no me había dicho nada sobre eso?

-Isa, por Dios. Tengo asientos para ti y para mí en primera fila, en una entrega de premios que empieza en una hora. ¿Es mucho pedir que dejes de estar en tu pompa y vueles ahora mismo a arreglarte?

Judith me llevo a empujones hacia el baño, y mientras yo me ponía aquel vestido, ella se encargó de maquillarme y peinarme, mientras me hablaba con total naturalidad, como si no hubiera notado que realmente no había estado allí esos 2 años. En media hora estuvimos listas. Apenas tuve tiempo de mirarme en el espejo al salir de casa, pues Judith tiraba de mí con tal fuerza que pensé que me iba a romper el brazo. Ya en su coche, de camino a la entrega de premios…

-Oye Judith… ¿De qué es la entrega?

-Son los MTV- comentó mientras sacaba una libreta y tomaba sus primeras notas.- pero aún se desconocen los invitados. Supongo que por eso estoy tan nerviosa.

Asentí y miré por la ventanilla. Mis pensamientos se hallaban a unos 80 km de distancia, atravesando unas puertas que habían cambiado mi vida. Neverland.

Al llegar al edificio, Judith enseñó los pases y nos condujeron hacia nuestros asientos. Nuestro sitio era privilegiado. Mi amiga debía de ser una muy buena periodista para que le permitieran hacer su trabajo desde esa posición.

Intercambiamos un par de palabras mientras el auditorio se llenaba. Y de repente, el telón que cubría el escenario se abrió por el medio, para dejar pasar a dos personas por la pasarela. No me hizo falta ni un segundo para darme cuenta de quien se hallaba caminando casi hacia donde yo me encontraba: Michael. Y no estaba sólo. Lisa Marie lo acompañaba.

La promesa que le hice a Eric sobre mantenerme al margen se fue al traste en cuanto volví a ver a Michael tan cerca de mí, tan perfecto, con esa manera de caminar que me hacía enloquecer…

Comenzó a hablar al auditorio, y entonces, giró su cabeza, y nuestros ojos se encontraron. A pesar de que llevaba gafas de sol, supe que me estaba mirando, no me cabía ninguna duda. Esbocé una tímida sonrisa, pero en cambio, a él se le endureció la mandíbula, y dejó de sonreír. Siguió hablando, sin dejar de mirarme. Algo iba mal…no me miraba de aquel modo cálido al que me tenía acostumbrada. Su mirada era gélida, tanto que hasta me dolía.

Y entonces, después de mirarme una vez más, se volvió y besó a Lisa.

Y de nuevo, todo encajó. Ahora sabía a qué se debía aquel beso repentino en la entrega de premios…a mí.


Capítulo 53.


Enmudecí de asombro. Y sí, he de decir que comencé a asustarme.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Ya te lo he dicho. Michael nos presentó en el 2006 y…

-¡Isa! ¿Dónde te habías metido?

Era Amanda. Maldije en mi fuero interno que tuviera que aparecer en ese preciso momento. Forcé una sonrisa y luché por entablar un diálogo coherente.

-Me distraje…Este es Mampuele.

-Encantada.

Se saludaron, y a continuación, el silencio hizo acto de presencia. Sentí la necesidad imperiosa de hablar con él a solas. Necesitaba saber todo, solucionar hasta la más mínima duda. Pero en ese momento me era imposible. Fue Amanda quien rompió el silencio.

-Bueno, yo sólo…Isa, tenemos que irnos ya. Es tarde.

Miré a Mampuele en busca de alguna solución, pues estaba segura de que él percibía mi ansiedad, pero únicamente asintió con la cabeza.

-Claro, claro…ha sido un placer verte de nuevo, Isa.

Me dio dos besos para luego echar a caminar en dirección contraria. Clavé los ojos en sus espalda hasta que desapareció de mi vista.

-Fiuuu- silbó Amanda- no sabía que conocías a semejante tío bueno…

-Y no le conozco.-respondí cortante.

-¿Entonces como es qué…?

-No lo sé.

Hizo ademán de preguntar algo más, pero sólo emitió un leve suspiro. Yo no encontré ni la fuerza ni el ánimo para mantener una conversación, pues mi mente divagaba continuamente en torno a las palabras de Mampu: “Nos conocimos en el 2006…Michael nos presentó”. Era imposible. No había estado en Neverland en el 2006, aunque bien estaba segura de que siempre fue uno de mis sueños.

De nuevo pensé en el hombre de la fiesta, el mismo que me había hecho regresar. Necesitaba hablar con él, oír sus explicaciones, que respondiera a mis preguntas….ya que si por el contrario no lo hacía, estaba prácticamente segura de que me volvería loca.

Llegué a mi casa completamente cansada, sin ánimos de cenar, y mucho menos de hablar, por lo que tras despedirme de Amanda, caminé con desgana hacia mi habitación. Sin alzar la vista, me dejé caer en la cama, y clavé la mirada en el techo, sin saber qué hacer.

-Ya era hora de que llegaras, llevo toda la tarde esperándote.

Ahogué un grito a causa de la sorpresa y me incorporé de un brinco, buscando con mi mirada el lugar de dónde provenía la voz.

Aquel hombre se encontraba allí, sentado sobre la silla de mi escritorio. Me contemplaba impasible. Se produjo una lucha en mi mente por saber que iba a preguntarle, pues tenía tantas dudas…

-Necesito regresar- rogué en un susurro casi inaudible.

-Creo que primero deberíamos presentarnos. Me llamo Eric.

-Sáltate las formalidades. Hazme volver.

-No.

-¿Por qué?

-Rompiste las normas. Te dije que no intervinieras en su vida personal, que te mantuvieras al margen. Pero me ignoraste,

-¡No intervine! Sólo interferí en el futuro de Jordie.

-Y como consecuencia de eso el futuro de Michael habría cambiado.ç

Guardé silencio, angustiada.

-¿Qué quieres decir con “habría cambiado”?

Eric enarcó una ceja, como si quisiera decirme algo que era obvio.

-Por algo te he hecho regresar. Para ordenar todo lo que tú has puesto patas arriba.

-Yo no he…

-¿Cómo qué no? ¡Se ha enamorado de ti! ¿Sabes lo que significa eso?¿Lo que puede acarrear a la larga? Sabía que podía pasar, lo sabía…

-Si lo sabías… ¿Por qué me diste la oportunidad de conocerle?¿Cómo lo hiciste?¿Quién eres?

Eric inspiró profundamente y comenzó a hablar.

-No puedo contarte todo, pues muchos motivos seguramente escapen a tu comprensión. Basta con que sepas que cada noche, desde que Michael falleció, escuché tus llantos, tus ruegos, tus lamentaciones por no haber podido conocerle, de no haber podido estar a su lado en los momentos en los que más lo necesitó. Yo sólo decidí darte ese privilegio durante un día, de manera que cuando te hiciera volver sólo pensaras que se había tratado de un hermoso sueño. Pero todo se complicó tanto…

-¿Por qué lo alargaste tanto?

-No podía hacerte volver…lo intenté cientos de veces, pero la unión que tuviste con Michael desde el primer momento que os visteis fue tan fuerte…no pude. Ni siquiera sé como he podido conseguirlo ahora.

No aguanté más. Rompí a llorar, dejando entrever la angustia y el miedo que me embargaba. Percibí como Eric se sentaba a mi lado y me acariciaba el pelo.

-Tengo que volver. Déjame hacerlo…-susurré entre sollozos.

-No puedo. Me ha costado muchísimo poner todo en su sitio. Sin regresas…

-No me entrometeré. De verdad. Pero tengo que ver a Michael. Lo necesito.

-Pero…

-Por favor…-pedí con voz vacilante.

Eric me soltó y contempló mi rostro durante un largo periodo de tiempo. Y supe que era cuestión de segundos que tomara una decisión.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Un aviso :)

Chicas, hoy el blog anda raro, no me deja subir más capítulos. Mañana subiré más, tranquilas :)

Una cosa..., he descubierto que otra fan está plagiando mi historia en un Fotolog. Ha cambiado mi nombre y el de los países (España, Egipto...) pero por lo demás es exactamente igual. Os pido que me ayudéis en la medida de lo posible a que no lo siga haciendo, pues son ya 11 los meses que llevo escribiendo esta novela, y me enfurece muchísimo que alguien se acredite el mérito de algo que no ha escrito, a costa del esfuerzo de otras personas.

Os dejo en enlace e la historia ( http://www.fotolog.com/emjei/58491020), para que podáis comprobar vosotras mismas hasta que punto ha plagiado Back To The 90's

Muchas gracias de antemano, a todas. :)

Capítulo 52. (Siento la espera, chicas)


Abrí los ojos. Tenía la vista nublada, por lo que apenas podía vislumbrar aún nada. Percibí el sonido de un televisor en algún lugar no demasiado lejano. Pestañeé un par de veces, intentando mejorar así mi visión. Me encontraba tumbada en una cama que me resultaba algo más que familiar, en una habitación que ya conocía perfectamente. En MI cuarto. “No pasa nada” pensé.”Cuando despierte estaré con Michael y todo volverá a la normalidad”. Me levanté y caminé arrastrando los pies hasta el salón. Mi madre se encontraba allí, cosiendo con tranquilidad.
-Buenos días hija- saludó.
-Hola mamá.
-Ayer nada más llegar de tu viaje a los Ángeles te fuiste a dormir. Cuéntame, ¿Cómo te lo has pasado?
Mi corazón se detuvo momentáneamente. ¿Mi viaje a los Ángeles? ¿de qué estaba hablando? Intenté ordenar las fechas en mi cabeza.
Recordé aquel momento frente a las puertas de Neverland, antes de despertar en 1989. Pero eso…no podía ser real. Había vivido 3 años en los Ángeles, estaba segura de ello. La voz del hombre resonó en mí de nuevo. “Es hora de regresar”. ¿Acaso era eso? ¿Aquella persona podía jugar con el tiempo a su antojo?
Luché por suavizar las facciones de mi rostro antes de que mi madre notara alguna reacción extraña. Cogí aire y lo dejé salir con lentitud.
-Ha sido increíble.
-¿Sí? Bueno, ya me contarás en otro momento todo. Deberías ir arreglándote.
-¿Arreglarme para qué?
-¿No lo recuerdas? Para ir al musical de Michael Jackson, con Amanda. Debe de estar al llegar.
Amanda…sí, de ella me acordaba. La conocía desde que tenía 15 años. Pero del musical no tenía constancia. Intenté recordarlo…pero el primer recuerdo que venía a mi cabeza era aquel instante ante las puertas de Neverland. Bueno, quizás el primero no, pero cualquier esfuerzo por mi parte me enviaba irrevocablemente hacia Michael.
Michael…sólo su nombre provocaba estremecimientos en mi cuerpo. Las lágrimas acudieron a mis ojos, pugnando por salir, pero las retuve. A pesar de que la angustia me obstruía la garganta, no podía dejar ver mis verdaderas emociones.
Un rápido golpeteo en la puerta de mi casa disipó mis meditaciones. Arrastrando los pies, me deslicé hacia ella, y la abrí con desgana. Un par de ojos marrones escudriñaron mi atuendo, y la sombra de una mueca de disgusto pasó por sus labios.
-Eres un desastre. Nos tenemos que ir en media hora, y tú en camisón.
-Hola, Amanda. ¿Qué tal estás?
-Luego te cuento. Y ya me contarás tú, de paso, cómo te lo has pasado en guirilandia. Pero ahora tienes que vestirte. Vamos.
Apenas tuve tiempo de rechistar, pues me agarró del brazo y me arrastró hasta mi habitación. Rehusé mirar a cualquier lado que no fuera el suelo, ya que tenía el cuarto empapelado por cosas de Michael, y no quería que el llanto aflorara en mí de nuevo.
Amanda caminó lentamente hacia el armario, abriéndolo de un tirón. Comenzaron a caer pantalones y camisetas por doquier.
-Ahá. –murmuró.
Me lanzó una camiseta, que atrapé un par de segundos antes de que aterrizara sobre la cama. La examiné, y un escalofrío me recorrió: Era de Michael.
-¿Es necesario precisamente ésta?
Ella se giró, contemplándome atónita.
-Es evidente que sí, ¿No crees?
No respondí. Reprimí un suspiro y me vestí rápidamente. No dediqué tiempo en maquillarme, pues no encontré motivación alguna para hacerlo.
El trayecto a Madrid transcurrió en silencio, al menos por mi parte. Amanda no dejó de hablar en ningún momento, lo cual se lo agradecí. Me sentía tan extraña…Sentía como su faltara una parte de mí, como si el lugar en el que me encontraba no correspondiera a mi época.
Sobra decir que no comprendía nada. Me costaba diferenciar entre presente, pasado y futuro. Era como si hubiera estado en todas las épocas, y en ninguna a la vez.
-Isa, ¿me vas a decir qué te pasa?
Volví al “presente” para contestar a Amanda.
-Sí, es sólo que…he tenido un sueño muy…extraño.
-¿Qué pasaba?
Le relaté todo lo que había sucedido, pero como si de un sueño se tratara. No fue una mala idea, al menos ayudó a desahogarme. Cuando terminé…
-¿Y bien?¿Qué opinas?
Ella me observó detenidamente, para luego desviar la mirada por la ventana del autobús.
-Que estás enferma. Vaya sueño más inverosímil.
-Supongo que tienes razón.
No hablamos más hasta que llegamos al teatro. Sobra decir que durante todo el musical no dejé de llorar, pues no veía a dobles imitando a Michael…le veía a ÉL…y le echaba tantísimo de menos…uno de los dobles se encargó de cantar sus canciones, y su voz era tan parecida…
Por suerte Amanda interpretó mi llanto como la emoción lógica por estar en el musical, y no por haber regresado de un viaje en el tiempo en el que, por cierto, había tenido una relación con Michael.
Cuando el musical llegó a su fin, Amanda me sacó a rastras del teatro para acudir a la puerta de atrás del mismo, para conocer a los dobles. No me apetecía en absoluto, pero no me negué ante su mirada amenazadora. Cuando salió el doble que imitaba la voz de Michael, se acercó a mí, lo cual me sorprendió.
-¿Te conozco?- preguntó.- Soy Mampuele, no sé si me recordarás
-¿Debería?
Esbozó una tímida sonrisa.
-¿No lo recuerdas?- agarró mi mano y nos apartamos del gentío, para hablar en privado.- nos conocimos en Neverland, en el año 2006. Bueno, tu estuviste con Michael todo el rato de la mano.
-No, tienes que haberte equivocado. Yo nunca he estado en Neverland. Y nunca he conocido a Michael.- al pronunciar aquello, las lágrimas hicieron acto de presencia, pero las sequé con el dorso de mi mano rápidamente.
-Estoy seguro de que eras tú. ¿ te llamabas Isa, verdad?

domingo, 9 de mayo de 2010

Capítulo 51.


Desvié la mirada con rapidez e intenté aparentar que no había pasado nada. Michael notó el cambio.

-¿Qué te ocurre?

No reaccioné ante su pregunta. Sentía la sangre helada bajo mi piel. ¿Qué hacía allí ese hombre? ¿acaso trabajaba en esos estudios? Y si no era así…¿A qué había venido? Súbitamente, comenzaron a temblarme las manos. Decir que estaba aterrada era poco. Michael se colocó frente a mí y me sacudió por los hombros, preocupado.

-Isa, reacciona.

Parpadeé un par de veces, aún con el sentimiento de miedo envolviéndome. Por primera vez, su mirada no ejerció ese efecto tranquilizador en mí. Luché por controlar mis expresiones y suavicé las facciones de mi rostro. Tras lo que me pareció una eternidad, esbocé una pequeña sonrisa.

-Lo siento, me he quedado en blanco.

Levantó mi mentón y clavó sus penetrantes ojos en los míos, en busca de alguna respuesta oculta en ellos.

-¿Estás segura? Te has puesto blanca como la tiza.

Asentí para infundirle confianza.

-Tengo sueño y estoy cansada, eso es todo. Bueno…¿vamos? Cuanto antes grabes esas tomas, más tiempo tendremos para nosotros.

Michael, no pareció satisfecho ni mucho menos, con mi pobre explicación, pero nuevamente, dejó pasar el tema. Emprendimos el camino hacia uno de los estudios. Sentí una ligera presión en la espalda. La misma sensación que tenía cuando alguien me mirada desde una distancia prudencial. Apreté los dientes y decidí darme la vuelta una vez más. Esperé pacientemente a que Michael dejara de mirarme para hacerlo. Pero el hombre ya no se encontraba allí. Se había esfumado, literalmente hablando. Le busqué con la mirada, cerciorándome de que había desaparecido. Y así era. Suspiré aliviada.

Al llegar al estudio, Michael se puso a trabajar para la sesión fotográfica. Yo no hacía más que contemplarle embobada. No sólo era físicamente perfecto, si no que había algo en como se movía, en como miraba, que lo dotaba de más sensualidad. Era al igual que en los conciertos. Sabía a la perfección como provocar la histeria en el público, así como los desmayos en las mujeres. Perfección llevada hasta el extremo, sensualidad llevada hasta la locura.

No pude evitar sonrojarme cuando me guiñó un ojo en un momento determinado. En varias ocasiones tuve que aguantarme las ganas de interrumpir la sesión para poder besarle.

Tras lo que a mí me pareció una eternidad, las fotos estuvieron terminadas. Michael se volvió y me sonrió mientras que con una mano, peinaba sus rizos hacia atrás. Le devolví la sonrisa. Desconocía el motivo por el cual la sangre se agolpó bajo mis venas, el por qué se aceleraba mi corazón, o el por qué las mariposas inundaban mi estómago. Aunque pensándolo mejor…sí que los conocía. Las expectativas de pasar a solas la tarde con él favorecía la aparición de todos esos síntomas.

Caminó hacia donde me encontraba y colocó su mano sobre mi mejilla. Sentí como esa caricia estaba cargada de significado, por lo que me sonrojé. Era increíble. Apenas me había rozado y ya sentía como desfallecía por dentro. Él sonrió con picardía. Era consciente de todos los cambios que se habían producido en mi interior, de todo lo que ÉL había provocado.

-¿Nos vamos a casa?- preguntó con un tono de voz algo más que seductor.

Casi gemí. Me perdí en su ardiente mirada y olvidé todo. Podía jurar que apenas recordaba mi nombre. Con un esfuerzo hercúleo, asentí.

El viaje a Neverland transcurrió como un difuso borrón ante mis ojos. Intenté relajarme en múltiples ocasiones, pero la mirada insinuante de Michael lo impidió. Únicamente adquirí consciencia de lo que me rodeaba cuando estuvimos en su cuarto. Michael cerró la puerta, y se detuvo en el umbral del mismo, observándome a una distancia prudencial.

Sentía como miles de descargas eléctricas fluían libremente entre el espacio que nos separaba, obligándome a caminar hacia él. Cuando le tuve a escasos centímetros de mí, entreabrió sus labios, aturdiéndome. Mordió su labio inferior, y con el debate interno en sus ojos, se inclinó sobre mí para besarme. Le devolví el beso de un modo totalmente desconocido hasta ahora. Era tal la urgencia que tenía por volver a saborear sus labios que no razoné demasiado cuando le cogí de la camisa y le empujé suavemente, tumbándole en la cama. Recorrí con mi boca cada centímetro de su cuello, mientras él se estremecía continuamente. Le miré a los ojos y me dio un vuelco al estómago al contemplar las llamas de su mirada, más vivas que nunca. No me dejó continuar. Se colocó sobre mí y acarició con la punta de sus dedos mi rostro, mis brazos, mi cuello…

Me desvistió con la máxima ternura posible, besando después cada parte de mi piel que quedaba al descubierto. La pasión bullía en mis venas, mi corazón parecía querer salirse del pecho. Me obligué a inspirar profundamente varias veces, ya que en los momentos en los que sus labios recorrían mi cuerpo, me olvidaba hasta de respirar. En ese momento, se incorporó.

-Pequeña, ahora vengo.

-Ahá.

Percibí como abandonaba la habitación. En mi fuero interno agradecí que me otorgara unos segundos para poder tranquilizarme. Observé mi rostro en el espejo. Decir que estaba sofocada era poco, muy poco.

De nuevo, escuché unos pasos. Pero algo no marchaba bien. Aquellos no eran SUS pasos, ya que hacía tiempo que era aficionada a reconocerlos. Tapé mi cuerpo con una de las sábanas, mirando inquieta a la puerta, que chirrió hasta abrirse, dejando entrar a mi visitante.

Aquel hombre había regresado. Intenté gritar, pero el pánico obstruyó mi garganta. Mis músculos se tensaron, impidiendo algún movimiento por mi parte. Se acercó a mi lado. Quería gritar, huir, escapar de él, llamar a Michael. Pero no podía.

-Es hora de regresar- anunció.

¿Regresar? ¿de qué estaba hablando?

El hilo de mis pensamientos se interrumpió. El hombre presionó mi frente con su mano. El cansancio comenzó a apoderarse de mí, los párpados me pesaban, mi frecuencia cardíaca disminuyó. Y me desvanecí, perdiendo el conocimiento en el acto.

domingo, 2 de mayo de 2010

Capítulo 50.


Apenas hablé durante todo el trayecto hacia los estudios. Michael y Jordie no paraban de jugar, gastándose bromas constantemente. Tuve que morderme la lengua en varias ocasiones, evitando así decir palabras algo más que hirientes y desagradables. Percibí en varias ocasiones la mirada de Michael fija en mí, intentando descifrar mis pensamientos.

Al llegar al estudio, fui separada de él casi al instante, pues varios trabajadores encargados de vestuario lo rodearon y se lo llevaron al camerino

-Pequeña, ahora vengo, cuida de Jordie- me dijo entre rápidos susurros mientras se lo llevaban.

Refunfuñé. Lo que menos me apetecía era tener que quedarme con ese crío. Por mí podían raptarlo y llevárselo bien lejos, a algún lugar donde le fuera imposible causar daño alguno. Me recosté contra una pared, mirando impasible al frente. Jordie se puso a mi lado, imitándome.

-Isa…¿te caigo mal?

Aquella pregunta me sorprendió. Le observé de reojo, sin cambiar la expresión carente de emoción de mi rostro.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Me miras como si me odiaras.

“Vaya, qué perspicaz”. De repente una bombilla se encendió en mi cabeza. Si no podía hacer cambiar a Michael de opinión, porque no podía intervenir en su futuro, tendría que aguantarme. Pero sí que podía intervenir en el futuro de Jordie. Una sonrisa se extendió por mi cara, casi podía sentir el dulce sabor de la victoria.

-Jordie…¿tú quieres a Michael?

-¡Claro!

-¿Cuánto?

-Muchísimo. Es mi mejor amigo.

-¿Y tu padre?

El semblante del niño cambió.

-A mi padre no le cae bien.

Me arrodillé frente a él y le revolví el pelo con ternura. Tenía que jugar bien mis cartas.

-Y si te dijera que Michael lo puede pasar mal si seguís siendo amigos…¿te alejarías de él?

Transcurrieron unos segundos.

-Sí. ¿Por qué lo preguntas?

- No, por nada.- respondí rápidamente- la cuestión es, Jordie, que tienes que alejarte de él. Porque si no Michael lo va a pasar mal…y no quieres que sufra…¿verdad?

Jordie negó con la cabeza.

-No.

-Pues entonces ya sabes qué tienes que hacer.

-¿Cómo sabes todo eso?

Reí con suavidad.

-Digamos que tengo algo así como poderes.

-¿Cómo las brujas?

-Sí. Algo así.

Se echó a reír.

-Vale, lo haré. Pero prométeme que cuando Michael esté bien podremos ser amigos de nuevo.

-Te lo prometo. Y prométeme tú que no vas a decirle nada de esto.

-Vale.

Sonreí de nuevo, plenamente satisfecha. No podía creer que hubiera sido tan fácil. Vi como Jordie se acercó a un teléfono e hizo un par de llamadas. Al terminar, se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

-Mi madre ya viene a buscarme. Gracias Isa por querer proteger a Michael. Debes de quererle mucho.

-Eso no te lo voy a negar. Cuídate.

En el momento en el que el niño abandonó los estudios, Michael salió del camerino. Caminó hacia mí de esa manera que me hacía enloquecer. Abrí la boca, muda de asombro. Estaba realmente guapo. De hecho, esa palabra se le quedaba corta. Llevaba el pelo suelto y mojado, por lo que sus rizos se definían mejor. Todo su atuendo era de color negro, lo que provocaba que sus facciones se resaltaran mejor. No me hizo falta mucho tiempo para darme cuenta que el video que iba a grabar era “give in to me”. Al llegar a donde me encontraba, esbozó una pícara sonrisa.

-¿Qué pasa?- preguntó.

Cerré la boca de golpe, y sentí como me sonrojaba.

-Nada. Es sólo que estás muy…- intenté buscar la palabra adecuada en mi mente- sexy.

Esa era buena, no había otro término mejor para definirle en ese momento. Él ensanchó aún más su sonrisa y se inclinó sobre mí, enganchando mi labio inferior con sus dientes y tirando levemente de él. Me estremecí de arriba abajo. Me separé , para evitar que se me subiera la sangre a la cabeza y me lanzara sobre él. Me observó contrariado.

-Ahora no, Mike. El trabajo te espera.

Me fulminó con la mirada, que aún estaba teñida de fuego.

-Esta noche te vas a enterar.

Sonreí con ganas.

-Seguro que sí.

Me dio un fugaz beso y me ofreció su mano. La cogí, y caminamos hacia el set de rodaje. No podía creer que fuera tan feliz en cuestión de 2 días. Tenía a Michael a mi lado de nuevo, había apartado a Jordie de su lado, ahorrándole así años y años de sufrimiento…nada podía estropearlo.

Sin dejar de sonreír, eché un vistazo a mi alrededor. Y lo vi.

Algo que hizo que mi corazón se detuviera, algo que sabía que podría pasar, pero que no había querido barajar. Algo que provocó que aferrara la mano de Michael con fuerza, temerosa de que se separa de mí.

El hombre de la fiesta estaba allí. Con sus ojos negros clavados en mi rostro. Y algo me dijo que no estaba allí para volver a advertirme.