viernes, 5 de marzo de 2010

Capítulo 14


“Oh, genial” refunfuñé para mis adentros. ¿Es que siempre iba a tener que fastidiar todo de alguna manera? Además… ¿desde cuando hablaba en sueños? Yo sabía que me movía mucho cuando dormía, pero desconocía el hecho de que pudiera hablar con esa soltura y sinceridad, sobre todo cuando no recordaba haber soñado con nada. En cuestión de segundos, intenté encontrar una de las mejores excusas posibles. (tratándose de mí, claro)

-Es que soñé con la otra noche…cuando te fuiste a la entrega de premios…soñé que no volvías, y que me despertaba en mi casa. Luego volvía a verte y desaparecías por la noche. Supongo que fue por eso.

De acuerdo. Esa tampoco era creíble. Pero estaba segura de que si le decía la verdad, a él le sonaría mucho más absurda que la peor de mis excusas.

-Ya…¿pero y lo del 25 de Junio?- preguntó mientras se relajaba notablemente y me acariciaba el pelo.

Me encongí de hombros.

-Ni idea.

Michael asintió y no dijo nada más hasta que llegamos a La Pedriza. Michael pagó el viaje, y a continuación, echamos a andar.

Nos esperaba un largo camino por delante hasta llegar al sitio del que le había hablado, asi que pasamos el resto del camino gastándonos bromas, hablando, o simplemente, escuchando la melodía que provenía de los árboles.

Finalmente, llegamos a nuestro destino, y en cuanto ví la piedra corrí hacia ella, para luego sentarme y mirar al río. Me quedé como en trance (siempre me ocurría). Michael se sentó a mi lado, aspiró profundamente, y dejó salir el aire muy lentamente.

-Tenías razón- dijo mientras me daba la mano.- este sitio es muy hermoso.

Pasamos así, en silencio, unos minutos. Luego, demasiado pronto, empezó a llover.

-Genial- farfullé.

Miré al cielo y vi como se alzaban unas nubes negras sobre nuestras cabezas.

-Algo me dice que nos vamos a mojar.- comenté.

-De hecho, ya nos estamos mojando- contestó Michael riéndose.

-Vaya, qué observador.

Poco a poco empezó a llover con más fuerza, pero no me moví. Dejé que la lluvia mojara mi rostro. No me molestaba. Es más, sentía como si esa lluvia se estuviera llevando todo lo malo que había acontecido aquellos 8 meses anteriores. Era como si se estuviera llevando mis pesadillas. Miré a Michael y noté estaba haciendo lo mismo, con la diferencia de que él sonreía. Le dí un golpe en el hombro.

-Te echo una carrera- le reté, señalando a un árbol que había a unos 100 metros.

-¿Ahora? Está diluviando- preguntó sorprendido.

No le respondí, me levanté y eché a correr, salpicándome de barro. Estaba empapada, lo percibí porque me costaba correr, pero no me importó. Casi al instante ya tenía a Michael a mi lado.

-Te voy a ganar- dijo sonriendo con todo el pelo en la cara.

-Ja ja ja.- respondí con suficiencia.

Sin embargo, Michael trastabilló, y cayó sobre el barro, deslizándose colina abajo. Al principio me preocupó que se hubiera hecho daño, pero cuando oí sus sonoras carcajadas me tranquilicé. Descendí con cuidado hasta donde se encontraba, y me arrodillé a su lado.

-Te he ganado- anuncié, muy pagada de mi misma.

Alargó el brazo, me cogió de los hombros, y me hizo caer de espaldas.

-Empate- gritó mientras se levantaba y huía de mí.

Nunca jamás olvidaré aquellas horas en La Pedriza, diluviando. Nunca olvidaré como corríamos persiguiéndonos el uno al otro, empujándonos al suelo, y riendo a carcajada limpia.

Tampoco olvidaré cuando, llenos de barro, desde la cabeza hasta los pies, nos metimos en el río a quitarnos un poco aquella porquería. Tampoco cómo jugamos con el agua, haciéndonos aguadillas. Fueron, sin duda, las mejores horas de mi vida.

Finalmente, dejó de llover, y volvimos a la roca para secarnos un poco, aunque ya había oscurecido y hacía muchísimo frío. Michael abrió la mochila que se había traído, y sacó las 2 chaquetas, cediéndome una a mí.

-No importa, de verdad…póntela tú.- Y era cierto, no me importaba congelarme allí mismo. Me importaba que él estuviera bien, bajo cualquier concepto.

Suspiró y me la puso delicadamente. Luego me abrazó y nos quedamos contemplando la luna, que empezaba a asomar entre los pinos. El único sonido era el procedente de los grillos.

-No voy a querer irme nunca- susurró.

-Te advierto que no todos los días va a ser todo tan divertido-le contesté, dándole un pequeño empujón.

-¿Cómo no va a ser divertido? Eres la persona más divertida que he conocido jamás.

Me sonrojé súbitamente ante aquel elogio.

-No tanto, no te creas…

-No seas modesta- me dijo riéndose suavemente- ¿ y sabes por qué me siento tan a gusto a tu lado?

-¿Por qué?

-Porque aún no has crecido. No del todo. Ahí- añadió señalando a mi corazón.- ahí todavía tienes a Peter Pan. Y eso te hace diferente.

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