Me despertó el ruido proveniente del avión al aterrizar. Me levanté y miré por la ventana. Un hermoso paisaje se alzaba a la vista de mis ojos, embriagándome. La densa calima no me permitía ver más allá del aeropuerto y sus alrededores.
-Ahí fuera hace bastante calor.
Me di la vuelta para observar a Michael, que se colocaba su clásico sombrero negro de fieltro y unas gafas de sol. Cogí mi maleta y busqué entre la ropa, pero no encontré ninguna prenda la suficientemente liviana como para soportar aquel calor. Gesticulé disgustada.
-Si quieres antes de ir al hotel nos pasamos por alguna tienda para comprarte algo de ropa.
-¿Cuántas veces piensas gastarte el dinero en mí? Odio que me paguen cosas.
-Todas las que sean necesarias. Además, tengo tanto dinero que muchas veces no sé ni qué hacer con él. No te preocupes.
El avión completó el aterrizaje, deteniéndose a un lado de la pista. Cerré la maleta y le dediqué una sonrisa.
-¿Bajamos?
Me correspondió la sonrisa y me tendió la mano. La aferré con fuerza y bajamos del avión. Nada más hacerlo, una ola de calor me golpeó con tal intensidad que me remangué las mangas de la camisa.
-No creo que llegue viva al hotel. ¿Está muy lejos?
Él negó con la cabeza.
-No, y además, pedí el servicio de limusinas. De todas formas, primero vamos a ir a comprarte ropa.
Hice ademán de quejarme, pero algo en su mirada me convenció para que no lo hiciera. Subimos al coche y nos pusimos en marcha. El trayecto apenas duró unos minutos. Cuando paramos en la puerta de la tienda no me moví.
-¿Por qué no abres?- me preguntó.
-Porque no soporto este calor.
Se echó a reír, mientras me removía el pelo con una de sus manos.
-Eres una quejica. No es para tanto. Venga, sal.
Le saqué la lengua y me aferré al asiento, negando con la cabeza. Michael suspiró, y sin previo aviso, me cogió entre sus brazos, abriendo la puerta del coche con el pie.
-¿Se puede saber que haces?
-Ya que no estás dispuesta a salir por tu propio pie, tendré que sacarte yo.
Salió del coche y el calor me envolvió de nuevo. Miré hacia arriba y le arrebaté su sombrero, poniéndomelo en el acto.
Entramos en la tienda y Michael me depositó en el suelo. Contemplé fascinada el interior. Estaba decorada en tonos dorados, hasta los probadores. El hilo musical era oriental, dotándola así de un encanto inigualable.
-Qué bonito- comentó él.
Comencé a pasearme entre la ropa, buscando prendas. No sabía si era por el calor, o era por costumbres, la cuestión es que la ropa era muy…provocativa. Al final escogí 3 camisetas de tirantes doradas y algunas faldas, ya que no había pantalones. Entré en el probador, y alcé la mano para cerrar la cortina, pero no había. Llamé a la dependienta.
-Disculpe…¿tiene algún probador con cortinas?
Ella negó con la cabeza y volvió a su puesto. En ese preciso momento se me acercó Michael.
-¡Mira!- exclamó mientras alzaba una prenda- ¿Verdad que es preciosa?
La examiné detenidamente, y cuál fue mi sorpresa al descubrir que era la misma camiseta dorada que llevaba en aquel videoclip “Remember The Time”.
-Es muy bonita.
-Me la voy a comprar.
Se volvió para dirigirse a pagar y le llamé.
-Necesito tu ayuda, Mike.
Él rió dulcemente.
-Me gusta cuando me llamas así. ¿Qué ocurre?
-Necesito que me tapes.
Me miró con curiosidad, desconociendo a qué me refería. Me desabroché la camisa y él, rápidamente, se puso de espaldas a mí, sonrojándose al instante.
-Gracias.
Me probé todas las prendas. Eran demasiado provocativas, pero supuse que era lo mejor que podía escoger si quería aguantar aquellas temperaturas. Me volví a vestir.
-Ya estoy lista- anuncié.
Pagamos y nos subimos a la limusina. No tardamos demasiado tiempo en llegar al hotel. Unas escaleras doradas conducían a la recepción, engalardonada como si del antiguo Egipto se tratase.
-Esto es precioso.
-Pues espera a ver la Suite del hotel- me susurró.
Ya en Egipto
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