lunes, 21 de noviembre de 2011

Capítulo 93.


Cerré los ojos y cogí todo el aire que me fue posible, deleitándome con el modo en el que el aroma de Michael penetraba en mis pulmones, dotando cada una de mis terminaciones nerviosas de vida propia. Cada parte de mí, cada centímetro, se encontraba completamente colmado de él. Michael mirándome, Michael susurrándome cálidos “Te quiero”, Michael besando cada centímetro de mi cuello, Michael rodeándome con sus brazos. Michael, sólo Michael. Así es como tenía que haber sido desde el primer momento, y como yo deseaba que fuera.

Cuando sus besos empezaron a descender unos centímetros por debajo de mi cuello, reí con suavidad.

-Vas a acabar conmigo.

-Sólo intento demostrarte las ventajas que tiene este maravilloso colchón para que no vuelvas a levantarte de él en todos los meses que te quedan de embarazo.-susurró mientras alzaba la cabeza y me ofrecía una de sus mejores sonrisas.

-Oh, claro. Buen plan. Dejarme físicamente tan agotada que no tenga ganas ni de moverme.

-¿Tienes alguna objeción contra él?

-Sí. Que no resulta ni la mitad de interesante si tu no vas a estar conmigo todo ese tiempo.

Volvió a exhibir esa sonrisa que tanto me gustaba y se inclinó para besarme con suavidad.

-Tengo que ensayar…- Me recordó al oído.

-Bla,bla,bla. Lo que pasa es que tienes ganas de ver a Carla.

-No digas tonterías. Tengo una idea. Ya no tengo ningún compromiso en lo que queda de tarde. ¿Qué te parece si nos vamos al cine tu y yo? ¿Los dos solos?

Puse los ojos en blanco.

-Michael, no cuenta ir al cine de tu casa y lo sabes.

Él rió divertido, se puso de pie y me tendió su mano para ayudarme a que me levantara.

-No me refiero al cine de mi casa, me refiero a uno de fuera. De la ciudad. Nos vamos a la ciudad.

-Tú definitivamente te has vuelto loco. Tanto ensayo y tanta Carla te está dejando sin…

No me dejó terminar la frase. Sujetó mi rostro con delicadeza entre sus manos e incrustó sus ojos en los míos. ¿Existía alguna mirada que fuese capaz de hacerme olvidar hasta mi propia existencia? Sólo una: La de Michael.

La calidez de su mirada azabache se derramaba por cada centímetro de mi rostro, aturdiéndome como tantas veces había hecho en el pasado. No era justo. Siempre había creído que la belleza tenía mil formas, pero en el momento en el que le vi por primera vez, supe que perfección sólo había una. Y esa perfección se encontraba frente a mí, dedicando cada segundo de su tiempo a hacerme feliz.

La sangre no tardó apenas en acudir a teñir mis mejillas de rojo y a abandonar mis piernas, provocando que estas sufrieran una leve pérdida del equilibrio.

-La única persona que me vuelve loco eres tú, pequeña- susurró mientras su dulce aliento aturdía mis sentidos.

Inmediatamente, me acerqué a sus labios para saborearlo mejor, pero Michael se echó hacia atrás unos cuantos centímetros, sonriendo travieso. Le asesiné con la mirada y fruncí los labios.

-Antes de que me gruñas y me saltes a la yugular, me gustaría saber si aceptas el plan-comentó a la vez que se acercaba a la mesilla de noche y cogía uno de los múltiples sombreros de fieltro.

Tuve que sacudir la cabeza varias veces hasta centrarme lo suficiente.

-Sería una idea estupenda de no ser porque pueden saltarte a la yugular los paparazzi, y no precisamente como lo haría yo.

-Lo sé, por eso voy a disfrazarme. Elige. ¿Me disfrazo de anciano desvalido o de alcalde mosqueado?

-¿Alcalde mosqueado?-pregunté entre risas- ¿Qué disfraz es ese?

Como era usual en Michael, no me respondió, salió de la habitación y echó a correr escaleras abajo. Antes de que quisiese moverme del sitio ya le tenía frente a mí (La rapidez con la que aparecía y desaparecía también era muy común…) con la máscara que había usado anteriormente en el vídeo de “Ghosts” Se la colocó con cuidado, dio una vuelta rápida e hizo una reverencia.

-¿Qué tal?-preguntó.

-Es muy, muy buena. Fíjate, no te reconozco ni yo.

-Jajajajaja, sí, seguro que ya no te parezco sexy ni deseable ni todas esas cosas que me dices cuando me haces la pelota.

Sonreí con sorna y me alejé un par de pasos de él.

-No, nada de nada. Estás horrible.

Volvió a recortar la distancia entre nosotros, aprisionándome contra la pared que se encontraba a mi espalda

-¿Cómo de horrible?

-Ufff, espantoso-contesté aguantándome la risa.

-Hummm… ¿Me das un beso?

-No.

-Anda… dame un besito…- Susurró mientras acercaba esa horrible careta hacia mi cara.

-¡Michael!-Chillé girando la cara entre risas.

Le escuché reírse bajo el disfraz. Me cogió en brazos y comenzó a darme pequeños besos por el cuello.

-¿Sabes?-Comentó- Ya no me gusta esta careta.

-¿Y a qué se debe ese repentino cambio de opinión?

-A que no puedo besarte como me gustaría.

Así que sin más, se arrancó la máscara a la vez que me sujetaba con el brazo que le quedaba libre, para después presionar sus labios contra los míos.

Finalmente fuimos al cine, aunque Michael optó por no cambiarse de disfraz y llevar el de aquel alcalde. La verdad es que fue tremendamente divertido ir con él por la calle como dos desconocidos. Sólo una persona que conociese el andar tan sinuoso y elegante de Michael se habría dado cuenta de quién se encontraba bajo la máscara, como efectivamente pasó con un par de fans que nos encontramos por el camino.

Por supuesto, se paró para atenderlas, firmarlas autógrafos y envolverlas en dulces abrazos. No pude evitar que una lágrima se escapase de mis ojos, pues recordaba perfectamente una frase que él mismo había dicho en una de sus múltiples entrevistas. “Si pudiese al menos dedicarles a cada uno de ellos cinco minutos de mi tiempo, lo haría. Vivo por ellos y moriré junto a ellos”

En el cine lo pasamos genial. Nos metimos a ver una película de terror, por lo que Michael se pasó las dos horas riéndose de mis súbitos gritos y repentinos saltos en la butaca. A mitad de la película se inclinó sobre mi oído.

-Ahora es cuando sales aterrada del cine y te seduzco de camino a casa.

-¿Con zombies? ¿Cómo en “Trhiller”?

-No, sin zombies. Sólo tu y yo, como al principio.

Sonreí eufórica ante esa perspectiva. Y deseé que la película finalizase pronto.
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Bien, tras dos meses ya estoy aquí. Siento muchísimo haber tardado tantísimo en publicar, y la verdad es que no tengo ningún motivo de peso. Únicamente se me complicaron las cosas y empezar de cero no es fácil, por lo que tuve que marcharme todo este tiempo en el que por supuesto, jamás me he olvidado de vosotras ni de Michael.

Os anunció también que la novela finalizará el día 23 de Febrero, en el que serán subidos el último capítulo y el epílogo. La verdad no sé que ocurrirá ese día. Después de casi dos años con este proyecto, no puedo creer que estemos a punto de llegar al desenlace. Os lo dije en su día y os lo repito ahora. Si podéis perdonarme por este retraso (Que espero que sí), espero vuestros comentarios de aquí al final. Sois vosotras las que le dais vida con vuestro apoyo.

Por último también tengo una propuesta para vosotras!! :) En la página oficial de la novela en FB, mañana comenzará un concurso. ¿Sobre qué? Me gustaría que cada una de las que queráis participar creaseis un avatar, una imagen de la historia, sobre todo lo que ha significado para vosotras, sobre cómo os habéis imaginado cada instante, cada segundo. Una edición de Back To The 90's a vuestros ojos. ¿Sería precioso no creéis? :)

Las imágenes podéis publicarlas en la página de FB (AQUÍ) o enviármelas por correo a la siguiente dirección: suzu_cb_90@hotmail.com

Las que reciba por e-mail las publicaré en la página oficial de la historia.
El concurso durará hasta el día 23 también. Y las imágenes podrán ser votadas por todas vosotras :). La edición ganadora pasará a ser la imagen oficial de Back To The 90's, y presidirá también el encabezamiento del blog y del la página de FB.

Bien, eso es todo.
¡Un abrazo muy fuerte a todas y cada una de vosotras! ¡Os espero en FB! :)


domingo, 28 de agosto de 2011

Happy Birthay Mike...


FELIZ CUMPLEAÑOS.
29/08/1958 17:06

Katherine acaba de concebir su séptimo hijo, la alegría desborda en la familia, evidentemente.
Desde el primer instante en que Kate tiene a Michael en sus brazos, siente algo, un "algo" que ahora mismo, todos extrañamos...

29/08/2011 00:13 am

El 90% de habitantes de la Tierra, felicitan a Mike en las memorias, recordándole como el mejor.
Pero él no está, se lo han llevado, y no se ha podido despedir.
En estos momentos, James Brown, felicita a Michael, le da un sustillo, pero Mike se ríe al momento, y le deleita con esa sonrisa, su sonrisa.
Seguido de James, viene Liz Taylor, con un paquete, envuelto en papel rojo, de unas dimensiones brutales, Mike vuelve a sonreír, y da las gracias a Elizabeth, pero la sonrisa va desapareciendo de su rostro, le falta algo, le falta que sus fans no le hayan despertado a las ocho de la mañana exclamando "Happy Birthday, Mike!", le extraña que sus hijos y familiares no hayan entrado en su habitación para felicitarlo, nos extraña.

Egoístamente, mi corazón te ansía aquí conmigo, con todos nosotros, en la Tierra.
Pero, por otro lado, me dice mi mente, que ahora, ahora es cuando puedes descansar, que allí, donde estás, puedes ser Peter Pan.
Pero aún así, me sigo preguntando, ¿por qué se hacen hoy homenajes y se recuerdan tus memorias?, ¿Por qué? si ahora mismo tendrías que estar nervioso por el concierto de esta tarde...

Te has ido, y ya nada puede hacer que vuelvas, pero sé que estás conmigo. Y que algún día, no sólo en mis sueños, si no en la pura realidad, podrás susurrarme al oído "You are not alone"... Eso me hace feliz.

Te quiero, Mike, y lo sabes. ♥

sábado, 20 de agosto de 2011

Capítulo 92 :)


Total, que el resto de la tarde la pasé metida en mi habitación en compañía de Janet, que por supuesto me mantenía entretenida con sus fascinantes charlas acerca de… Cucarachas.

-¿Y a qué no sabes que mas?-anunció petulante.

-¿Qué?

-¿Sabes que si las cucarachas se extinguieran se moriría el planeta? Porque se rompería la cadena alimenticia. ¿No es fascinante?

Por 8467284 vez en lo que iba de tarde, puse los ojos en blancos y observé como una radiante sonrisa atravesaba su rostro de lado a lado. Miré al techo y pregunté para mis adentros el por qué Janet tenía que estar torturándome con aquella conversación digna de los documentales del National Geographic.

Adoraba a la más pequeña de los Jackson, de verdad, pero en aquellos momentos en los que mi mente estaba algo alejada del lugar de la conversación (Concretamente a dos pisos y unos cuantos pasillos), me daban ganas de, como poco, ponerle un buen pedazo de esparadrapo en la boca.

En un momento en el que Janet seguía de monólogo y yo meditaba sobre las mil maneras de deshacerme de ella (Con cariño, claro está), la puerta de la habitación se abrió dejando pasar a mi milagro personal, que tras observar la escena que había ante sus ojos un par de segundos, soltó una leve carcajada.

-Janet, No estarás aburriendo a Isa con uno de tus discursos naturalistas, ¿Verdad?

Ella en cambio, le mostró su sonrisa más inocente.

-Para nada. Sólo le estaba haciendo saber lo importante que era la existencia de los insectos en este planeta, sobre todo el de las cucarachas. ¿Te he contado que si se extinguieran…?

-¡Si, sí…!-contestamos Michael y yo divertidos mientras la levantábamos de la cama y la llevábamos muy gentilmente hacia la puerta.

-Vale vale, ya me voy. Pero que sepas, hermanito, que si le he contado todo esto era para que se quitara el absurdo ataque de celos que le ha entrado a tu novia cuando te ha visto ensayar con una bailarina.

Genial. Miré a mi alrededor en busca de cualquier objeto cortante que me sirviese para matar a Janet, pero la mirada acusadora de Michael me detuvo en mi intento a mitad de camino.

-¿Has salido de la habitación?

Una mueca de disgusto ensombreció sus facciones.

-Yo… Lo siento Mike, pero no aguantaba ni un segundo más metida en esta habitación. Necesitaba caminar algo más de 10 pasos diarios.

-¿Hay algo que falta aquí? Dime lo que quieres y lo tendrás-contestó preocupado mientras apoyaba una de sus manos sobre mi mejilla.

-No, no. Todo está bien, de verdad. Es sólo que desde hace un par de semanas apenas te veo, y el resto del día me siento… sola.

Bajé la cabeza, rompiendo así como se rompía el contacto visual. Escuché también el ruido que produjo Janet al salir de la habitación y cerrar la puerta tras su paso, y la respiración regular y acompasada de Michael, que no tardo en rodearme con sus brazos. Por muchos celos que me corroyesen por dentro, jamás podría negarme a uno de sus abrazos, así que me di la vuelta y me acomodé sobre su pecho. ¿Era justo que oliese tan bien? ¿Qué siempre su cuerpo me proporcionarse esa temperatura tan idónea, ni gelidez ni un calor abrasante?

-Lo siento-dijo.- Todo esto del concierto me tiene completamente absorbido. Quiero que sea perfecto y soy consciente de que dedico más tiempo del necesario a ensayar. Pero eso no quita que no me preocupe por nuestro hijo y que no me haga feliz que salgas de la habitación a darte paseos y más en tu estado, a 2 meses de dar a luz. Trata de entenderlo.

Gruñí fastidiada, pero el sonido quedó amortigüado por su camisa roja. Él rió con suavidad y me separó, mirándome divertido.

-Además… ¿Qué es eso de que estás celosa?

Y de pronto, todo mi mal genio apareció de nuevo. ¿Cómo lo había dejado pasar por alto? Me senté en uno de los colchones y asesiné a Michael con la mirada.

-Es normal, ¿No?

-Pues no, no lo es. Carla sólo es una bailarina.

-¿Y en el contrato de trabajo está estipulado que tienes que darla masajes?-reproché fastidiada.

Él enarcó una de sus cejas y esbozó su clásica sonrisa torcida, dejándome casi al instante sin sentido.

-Bueno, le dio un tirón en el hombro y como artista responsable que soy de ella, consideré que era lo menos que podía hacer. Pero si tienes algo en contra de mis masajes, estaré encantado en escucharlo.

Se arrodilló y avanzó hasta a mí, eliminando la distancia entre nosotros. Con sus labios empezó a besar cada centímetro de mi cuello, mientras su dulce respiración agitaba todos mis sentidos. Saqué las únicas fuerzas que me quedaban para alejarme de él, que volvió a sonreír.

-Si pretendes evitarme, te apuesto lo que quieras a que no llegarás a salir de la habitación antes de que haya acabado contigo-anunció.

-Bueno, siempre podrás contar con tu sexy bailarina con un planísimo vientre y cuerpo de infarto llamada Carla.

Michael se echó a reír mientras le fulminaba por decimo quinta vez desde que había sacado el tema de los celos.

-Adoro cuando te pones celosa, ¿Te lo he dicho?

-Sí, debe ser algo digno de diversión.

No me di cuenta. Me despisté un par de segundos y en cuanto me quise dar cuenta Michael me tumbó con suavidad sobre los colchones.

-De aquí no te mueves-susurró mientras incrustaba sus ojos negros en mis labios.

-¿No tengo elección?

-Mmmm, no. Bueno sí. Tienes dos. La primera es desenfadarte. Y la segunda… Desenfadarte también.

Medité un par de segundos.

-¿Y si no quiero?

-En ese caso…-sonrió- me encargaré de que lo hagas.
Y selló sus palabras con un tierno beso. Y sí… Tras 3 horas después… Creerme que ya no tenía motivos para continuar enfadada.

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¡Adoro esto! :) Tengo muchísimas ganas de publicar el final de la historia y poder oír vuestras opiniones!! A partir de ahora me encantaría notaros más presentes que nunca :) No dejéis de opinar, de criticar... lo que queráis!! Al fin y al cabo, esto es para vosotr@s!! Un beso muy grande, os adoro!!!! ♥

viernes, 12 de agosto de 2011

Capítulo 91.


Definitivamente, la perspectiva de pasar todo el tiempo del mundo con Michael tumbada en una cama no se me hizo tan desagradable. Y menos aún cuando al regresar a Neverland, Michael dispuso la habitación más grande que tenía para mí, cubrió cada centímetro del suelo con los colchones más confortables que jamás había probado y dotó a cada pequeño espacio con su toque personal: figuras de Disney por todas partes, un enorme estante con las mejores películas… Hasta nuestro propio mini bar, que estaba completamente surtido con chocolates, gominolas…

Aquello se acercaba bastante a mi concepto de paraíso. Michael y yo nos pasábamos todo el día tirados en los colchones, haciendo mil y una cosas: Guerras de almohadas, ver películas hasta más allá de media noche, grandes festines de dulces a cualquier hora del día, charlas a veces amenas y divertidas y otras veces más profundas de lo que yo misma recordaba haber tenido jamás… Los días eran muy cortos para aprovechar esos momentos y las noches no lo bastante largas para disfrutar cada beso y cada caricia que él me regalaba. Tras 4 meses de embarazo, empecé a replantearme que podría pasarme la vida así, únicamente con él y una habitación llena de colchones.

Aunque desde hacía un par de semanas Michael estaba bastante ocupado y únicamente venía a verme por las noches. A mí únicamente me decía que estaba preparando un gran concierto en el Madisson Square Garden y que quería que saliese perfecto. Como ya conocía ese afán de perfeccionismo suyo, tampoco lo cuestioné. Él amaba actuar, y yo adoraba verle sobre un escenario. ¿Cuál era el problema?

La mañana del 7 de Septiembre me desperté como todos los días, sobre las 9 de la mañana. Siempre me encantaba dormir hasta la hora de comer, pero desde hacía meses aquello se había acabado. Me despertaba pronto y me entraba el sueño también pronto, por lo que muchas veces cuando Michael llegaba de madrugada ya me encontraba dormida.

Miré a mi alrededor buscando a Michael con la mirada, pero lo único que encontré a mi lado fue una pequeña nota. La desdoblé y leí lo que ponía.

“Pequeña, estoy en el salón de baile ensayando. Concierto dentro de 3 días, ya sabes. Cuando termine subiré a verte. Te quiero”

Suspiré de mala gana. Ese día me había levantado con muchas ganas de estar con él y se me había fastidiado el plan antes si quiera de tener conciencia de que día era. Como esa mañana no tenía ningún mareo y me encontraba relativamente bien, decidí ignorar el desayuno que estaba servido sobre el mini bar y bajar yo misma a la cocina a prepararme algo. Necesitaba estirar las piernas, al fin y al cabo todo no era ir de la ducha a la cama y de la cama a la ducha. Como siguiese así se me iba a olvidar hasta el como se caminaba.

Descendí las escaleras con sumo cuidado de no caerme, pues aún estaba medio adormilada. Doblé la esquina para llegar a la cocina y cual fue mi sorpresa cuando me encontré a una chica morena preparándose algo de comer con toda naturalidad. La examiné más detenidamente, pues ella aún no se había percatado de mi presencia. ¿Quién era? Sólo por su físico deduje que alguna modelo, eso sin duda. ¿Pero que hacía una chica como aquella en mi casa?

-Ejem…-carraspeé, haciendo que me viese y diese un pequeño salto hacia atrás, sobresaltada- Disculpa… ¿Te conozco?

Ella aún tardó un par de segundos en reaccionar, acercándose a mí y estrechándome la mano con una amplia sonrisa.

-Oh, siento no haberme presentado, no te había visto. Bueno no sé si te dijo Michael… Soy una de las bailarinas que participarán en el concierto del día 10. Estábamos ensayando y me dio una bajada de azúcar, así que me ofreció venir a la cocina y prepararme algo para que me recuperase pronto. Espero que no te importe.

-No, claro que no. Encantada de conocerte…

-Carla.

-Un placer Carla- sonreí.

Nos quedamos unos minutos en silencio. Yo la verdad es que tantos meses con la única compañía de Michael habían limado bastante mi capacidad de conversación con las mujeres, y más aún si eran tan despampanantes. En cuanto me di cuenta de que los celos me estaban abordando, me recordé a mí misma que debía respirar y contar hasta tres, aparte de procurar no sacar las cosas de quicio.

Cuando Carla terminó de desayunar, se dirigió al estudio de baile.

-¿Vienes?- preguntó antes de entrar por la puerta

-Esto… no, no. Gracias.- (¿Gracias?¿Por qué le daba las gracias? ¡Ni que aquella fuese su casa!)- debería descansar un poco, ya sabes, no caminar tanto. Espero que os salga bien el ensayo.

-Gracias.

Se despidió con una sonrisa y se metió en el estudio. Al cabo de unos minutos, comenzó a sonar “The way you make me feel”, por lo que supe que el ensayo se había retomado.

Dicen que la curiosidad mató al gato. Debería haberme aplicado el cuento y marcharme, pero no. Me quedé allí, mirando a través de una pequeña ventana a ver qué sucedía. Bueno, allí estaba Michael, tan guapo y perfecto como siempre, practicando sus clásicos movimientos de baile. Hasta ahí todo normal.

Hasta que llegó Carla. Yo sabía que Michael cada vez que cantaba una canción tenía que creerse la letra e interpretarla con sus bailarines. ¿Pero eran necesarias todas aquellas caricias, miradas y sonrisas? Cuando terminó la canción pensé en marcharme, pero decidí quedarme un poco más. Graso error, nuevamente.

En el estudio sólo estaban Michael y Carla, charlando animadamente como si de viejos amigos se tratase. Pero en un momento dado vi como ella se puso de espaldas a Michael, se retiraba el pelo, y cómo él la proporcionaba uno de sus fantásticos masajes. Desde luego ella lo estaba disfrutando de lo lindo, no me hizo falta más que ver su cara.

-¿Isa? ¿Qué estás haciendo?

Ahogué un grito y del susto resbalé y caí en el suelo. Lo primero que hice fue protegerme el vientre con las manos. No quería pasar por un susto similar. Una vez que comprobé que lo único que iba a provocarme aquella caída no sería más que un feo cardenal, dirigí una mirada cargada de odio a la persona que había interrumpido mi aventura de espía y que por cierto, casi me mata de un ataque al corazón.

-Janet, cuando recupere la respiración, te mataré. Lo sabes, ¿Verdad? Anda, ayúdame a levantarme.

Y eso hizo. Cuando llegamos a mi habitación, me ayudó a sentarme y se colocó a mi lado, mientras me sonreía con sorna.

-¿Celosa?

-¿Cómo no voy a estarlo? Entre que estoy horrible con todo esto del embarazo, que aparece esa modelo y que encima tu hermano se pone a darle masajes…

Y en vez de consolarme y darme mimos, que era lo que necesitaba, Janet explotó en sonoras carcajadas. Tras fulminarla con la mirada durante unos 5 minutos, al fin habló.

-¡Mira que eres tonta…! Ya sabes cómo es mi hermano con sus shows… ¡Y lo de esta chica es poco! ¡Tendrías que haber visto ensayos anteriores de otros años! Pero no, esta vez estoy segura. Mi hermano está loco por ti. Siempre lo estuvo. Así que deja de montarte películas. Además, el concierto sólo será una noche. ¿Vas a dejar que te amargue una bailarina que sólo compartirá escenario con él apenas unos 4 minutos?

Ésa sin duda, era otra fantástica pregunta.


Capítulo 90.


Me quedé allí, desplomada en el suelo y con medio cuerpo encogido por el dolor, mientras mi mirada ansiosa buscaba a Michael. Janet pareció adivinar mis pensamientos y sacó su teléfono móvil de uno de sus bolsillos. Un nuevo ramalazo de dolor volvió a azotar mi vientre, provocando que un nuevo grito brotase de mis labios. Todo a mi alrededor comenzó a darme vueltas y supe que era cuestión de tiempo que perdiese la consciencia.

-Isa, ¡Aguanta un poco más! Michael acaba de llamar al chófer, te llevaremos directamente al hospital.

El dolor envolvía cada centímetro de mi piel, por lo que a penas recuerdo si respondí algo a aquellas palabras. Janet aferró mi mano y con la otra apartó el pelo de mi rostro, que a aquellas alturas ya se encontraba bañado en sudor.

En ese momento escuché unos pasos. Unos pasos muy rápidos sobre la húmeda hierba, unos pasos que conocía mejor que los míos propios, pues hacía muchos años que era adicta a escucharlos. Michael había llegado. Pero sólo recuerdo como se arrodilló a mi lado y me incorporó con delicadeza para mantenerme entre sus brazos. Instantes después, perdí el conocimiento.

No sé cuanto tiempo estuve inconsciente. Pudieron ser horas, no lo recuerdo con exactitud. Sólo sé que me desperté y que lo primero que vi fue su figura, recostada sobre un sillón. Eché un vistazo a mi alrededor sólo para cerciorarme de que me encontraba en la habitación de un hospital. Michael No pareció darse cuenta de que le observaba, pues se encontraba con la mirada perdida mientras miraba a algún lugar situado entre su cuerpo y la pequeña ventana que se hallaba a unos pocos metros de él. En ese momento me sentí extrañamente fascinada al verle así, sumido en sus pensamientos, abstraído del mundo que nos rodeaba. Era tal la quietud y el silencio que podría jurar que escuché su acompasada respiración.

Quise incorporarme un poco más para poder observarle mejor, pero al hacerlo una punzada de dolor me recorrió por toda la espalda, por lo que no pude evitar dejar que se escapase de mis labios un ligero gemido de dolor. Inmediatamente y muy a mi pesar, Michael salió de sus meditaciones y en cuestión de dos pasos había cruzado la habitación para sentarse a mi lado. No reía, pero no estaba enfadado. Lo supe cuando me sumergí en su mirada azabache, pues en ella me encontré una felicidad completamente imperceptible a los ojos de las demás personas. Posó su mano con suavidad sobre mi mejilla, transmitiendo así el calor de su piel sobre la mía, reconfortándome y haciéndome esbozar una pequeña sonrisa.

-Nunca-susurró, enfatizando cada sílaba- Nunca, nunca, jamás, se te vuelva a ocurrir darme un susto semejante. ¿Me has entendido?

-Sí, papá.

Dejó escapar una suave risa entre sus labios. Evidentemente supe en seguida que no le había pasado nada al niño. Aunque no tuve que esperar a que fuese el propio Michael quien me lo confirmase. Aún así, decidí ser yo la que preguntase.

-¿Cómo está Blanket?

Michael entornó la mirada y me miró confuso.

-¿Cómo lo has llamado…?

Mierda, mierda, mierda, mierda. Genial. Desde luego la capacidad que tenía para meter la pata era innata. ¡Qué estúpida era! ¡Aún quedaban 7 meses para que el niño naciese, y ya me había encargado de comunicarle a su padre el sexo, y para más información, el nombre! Supe que apenas disponía de escasos segundos para inventarme la mejor excusa posible (tratándose de mí, claro está…) Para que Michael no sospechase ni dudase acerca de lo que había dicho.

-Blanket. Me gusta ese apodo. De pequeña siempre me arropaban con una manta durante tooodo el día, y la arrastraba a todas partes. A veces mis padres tenían que pelearse conmigo para poder quitármela hasta en la hora del baño.-Reí en ese momento, pues esa historia sí que era verídica en parte- Fue cuando cumplí 5 años cuando al fin me despojé de la dichosa manta. Y mis padres me llamaron así con cariño durante muchos años. Supongo que el nombre me trae muchos recuerdos.

Observé la expresión inescrutable de Michael mientras rezaba a todos los santos que conocía para que por favor me creyese. Era crucial que él no sospechase nada jamás, sólo de pensar que pudiese enterarse de algo… Eric desde luego no iba a quedarse tan tranquilo.

Finalmente esbozó una tierna sonrisa y se inclinó para darme un pequeño beso en la frente.

-Me gusta ese nombre. Si es un niño, podríamos llamarlo así, ¿Qué te parece?

“Bien. Bravo Isa. Acabas de pegar una buena patada en el trasero al futuro. ¿Qué será lo siguiente que cambiarás?” Pensé para mis adentros.

-Me encantaría, sería un gesto muy honrado por tu parte. Y bien… ¿Cómo está?

-Bueno, afortunadamente no ha pasado nada malo. Todo se ha quedado en un susto. Ya sabes, un amago de aborto. Por lo cual no sé si prefieres que el médico te de la mala noticia o que te la de yo.

-¿Qué mala noticia?

-Pues que como tu embarazo es algo más complicado que los demás, vas a tener que llevar un reposo prácticamente absoluto durante estos 6 meses que quedan.

-Pero Michael… ¿Cómo voy a estar 6 meses en la cama?-Sólo de pensarlo empecé a calcular cuántas películas tendría que ver para mantenerme entretenida.

-Es por el bien del niño, Isa… Además, no estarás tan sola. Yo prometo quedarme contigo todo el rato que pueda.

-¿Y perderte toda la promoción de tu nuevo disco? Sabes que no te dejarán…

Él tapó mi boca con una de sus manos, interrumpiendo mis continuas quejas.

-Tranquila. No te preocupes. Deja que me encargue yo de esas cosas, estoy seguro de que podré estar mucho tiempo más que antes contigo.

-Pero…

-Pero nada. ¿Qué pasa? ¿Ya sólo quieres que te haga compañía por las noches?-preguntó con una sonrisa cargada de picardía.

-Sí. Soy una pervertida, ya lo sabes.

Él volvió a reír, me dio un beso en los labios y agarró mi mano mientras que con su pulgar dibujaba formas imposibles en el dorso. Suspiré. Y supe que aunque fuese postrada en la cama, Michael haría de ese pequeño espacio nuestro paraíso particular. Pues con él, cualquier lugar, era el mejor lugar.

domingo, 26 de junio de 2011

¡Mil disculpas!


Bueno, creo que después de casi 2 meses sin tener noticias mías os voy a explicar el por qué de esa desaparición, creo que es lo menos que puedo hacer por vosotras :)

En primer lugar, se cumplieron 4 años del fallecimiento de la que era mi mejor amiga, la cual era también fan de nuestro particular Peter Pan, y siempre en estas fechas me falta el ánimo hasta para escribir.

También mis problemas personales, especialmente con un amigo muy especial, que ha estado pasando por momentos complicados y mi mente siempre ha vagado a su lado, preocupándome constantemente por si estaría bien y por hacerle sonreír. Ya sabéis, los amigos son los amigos.

Por búsqueda de empleo también no me ha quedado más remedio que disminuir muchísimo el tiempo de mis conexiones a internet, aunque el sacrificio y la espera ha merecido la pena y puedo decir que el Viernes 1 de Julio, comienzo a trabajar... ¡Al fin!

Y por último, y como ya sabéis, por el más que reciente segundo aniversario de la persona que cambio mi vida. Cada día su ausencia pesa más y más, y tal día como ayer casi podía palparla. Sé que para vosotras esta novela es una vía de escape para sentir a Michael a vuestro lado, pero yo para escribirla también tengo que sentirle. Y estos meses por unos motivos u otros, le sentía tan lejos...

Pero no os preocupéis, que ya vuelvo a estar por aquí, tanto que acabaréis cogiéndome manía de ver tantas publicaciones jajaja :)

También creo que todas somos conscientes de que apenas quedan 10 capítulos para que Back To the 90's llegue a su fin, después de ya un año y medio... Cada vez que pienso que llevo tanto tiempo con este proyecto... ¡Y se me ha pasado tan rápido todo...!

Así que vuelvo, y esta vez no pienso marcharme hasta que termine la novela. Os lo debo a vosotras, y se lo debo a ÉL :)

GRACIAS por vuestra infinita paciencia, sois increíbles :)

jueves, 19 de mayo de 2011

IMPORTANTE

Chicas, me veo obligada a hacer un parón en la historia.
¿El motivo?

PLAGIO. Acabo de enterarme de que esta historia está siendo plagiada en el siguiente enlace:

Aclarar que la persona que lo ha subido dice que no es suya esa historia, que la ha cogido del blog. Aún así, es de VITAL IMPORTANCIA, que entre todas le hagamos saber, que el ÚNICO sitio en el que se puede leer la historia es AQUÍ.

El enlace para los comentarios es el siguiente:

Me da tanta rabia todo esto...!!!! Aunque lo haya hecho con buena intención, no me es grato que otra persona se ajudique lo que a mí me ha costado más de un año fabricar, es muy INJUSTO.

Chicas, una vez más, os pido vuestra ayuda y os doy las gracias por TODO :)
¡Mil besos!

martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 89.


Cubrí mi rostro con mis manos, para así evitar que tanto Janet como Michael me viesen llorar. Puede que fuese egoísta por mi parte, pero el dolor que sentía dentro, era mío, y no quería que fuese la carga de nadie más. Cada palabra escupida por Joseph se repetía una y otra vez en mi cabeza, hundiéndome, desarmándome pieza a pieza como si fuese una pequeña muñeca de porcelana.

Sentí a Michael arrodillarse a mi lado, mientras murmuraba con rapidez “Janet, déjanos solos por favor”. Escuché a lo lejos como se cerró una puerta, y como instantes después su cuerpo se fundía con el mío en un abrazo. Pero ni siquiera en esa ocasión conseguí calmarme. Era tanto el peso, la presión que llevaba encima, que no encontré otra manera de descargarla que no fuese llorando aún con más fuerza sobre sus hombros. Él no se quejó, simplemente dejó que descargase mi frustración sin decir nada, regalándome dulces caricias y besos en la frente.

No sé cuanto tiempo pasó, sólo sé el tiempo que Michael estuvo conmigo, consolándome, luchando interiormente por no perder la paciencia al ver que mis lágrimas no cesaban.

Finalmente, dejé de llorar. Sólo cuando estuve segura de que había dejado todo atrás, me permití el lujo de parar. Alcé la mirada para mirar a Michael, que me contemplaba con esos ojos que desbordaban dulzura.

-¿Cómo te encuentras?

-Mejor, supongo…-eché una ojeada a su camisa, que estaba mojada por mis lágrimas- Siento todo esto, de veras.

-No. Yo soy quien debe darte disculpas por las palabras de mi padre. No te merecías algo así.

Rehusé contestarle. Al fin y al cabo, era su padre, y ya era bastante la culpa que sentiría por mi estado como para que además le hablase de mi odio por Joseph. Alguien como Michael no merecía eso.

-Michael… niégamelo.

-¿Qué te niegue el qué?

-Lo que ha dicho tu padre, que el hijo que estoy esperando no es legítimo.

Me miró con tal dolor, con tal sufrimiento, que me arrepentí al instante de haberle formulado esa duda que bullía en mi interior. Haber dudado implicaba haber herido sus sentimientos, lo cual me partió en cien pedazos más.

-No puedo creer lo que me estás diciendo-sentenció, poniéndose en pie- Es mi hijo. Nuestro hijo. ¿Qué hay más legítimo que eso? Porque si piensas, que voy a quererlo menos que a Prince y a Paris por el mero hecho de que nuestro matrimonio no se haya consolidado, o de que esta relación no haya salido a la luz, entonces es que no me conoces. Y que nunca lo has hecho.

Me habría encantado levantarme y detenerle mientras le veía abandonar el salón, pero cuando la culpa pesaba más que mi cuerpo entero, poco podía hacer.

Así que envolví mi cabeza entre mis brazos, y me apoyé contra la pared, respirando con dificultad a la vez que las lágrimas acudían a mis ojos de nuevo.

Sí, de acuerdo. Era mi culpa haber provocado que Michael saliese enfurecido de la habitación, pero… Tenía mis motivos. ¿O no? La madre de Blanket siempre quedó en el anonimato, y la prensa en miles de ocasiones especuló que se trataba de un vientre de alquiler. Pasar de ser esposa, a vientre por horas, machacaba mi autoestima.

“Bueno, basta ya” pensé regañándome a mi misma. ¿No iba a aclarar ese malentendido con Michael? Por cosas peores habíamos pasado. Así que me levanté y abandoné el salón, dirigiéndome hacia las escaleras.

Por mucho tiempo que transcurriese, siempre me acordaría de cual era la habitación de Michael. Es más, estaba completamente segura de que si fuese con los ojos cerrados, la hallaría igualmente. ¿El por qué? No lo sé. Hay quien le llama magia.

Me detuve frente a la puerta, esperé un par de segundos y llamé suavemente con los nudillos, rezando para que abriera Michael, pero no fue así.

La puerta se abrió unos centímetros, los suficientes como para dejar salir a Janet de la habitación.

-Demos un paseo-susurró mientras me agarraba con delicadeza del brazo y giraba mi cuerpo, que se había quedado prácticamente pegado al suelo.

-¡Janet!-Me quejé- quiero hablar con Michael.

Ella seguía tirando de mí hasta que finalmente desistí y caminamos hacia el exterior de la casa. Al llegar a uno de los jardines, me soltó y se tiró sobre la hierba, descalzándose en el acto.

-¿No te tumbas?-preguntó.

-Janet…

Podría decir que me asesinó con la mirada, por lo que la imité.

-Isa… Michael está dolido, y ahora mismo no quiere ver a nadie.

Asentí mientras clavaba mi mirada sobre el césped, centrando mi atención en una pequeña hormiga que daba vueltas alrededor de una brizna.

-Es culpa mía-murmuré.

-¡No, no! ¡Para nada! Yo entiendo tu postura perfectamente. Pero mi hermano, en cuanto a sus hijos se refiere… ¡Uff! Es muy, pero que muy protector.

-Ya…

-Tú tranquila de verdad, ya verás como en un par de horas está aquí y lo solucionáis todo.

No la contesté. Aunque a decir verdad, tampoco tenía nada que decir. Michael era así, así le quería, con sus cosas buenas, sus enfados, y con todo.

-De todas formas…-continuó Janet- Me ha dicho que ha tomado una decisión respecto al tema de vuestro hijo.

Alcé la mirada al fin, pues ahora toda mi atención estaba puesta en ese par de ojos oscuros que me contemplaban compasivos.

-No es nada malo-anunció- Todo lo contrario. Ha llamado a un programa de televisión. Piensa hacer todo bien, ya sabes… Revelar vuestro matrimonio y tu embarazo al ojo público… ¿No te parece una idea genial?

Sentí como se detuvo mi respiración y como simultáneamente se aceleraba mi corazón, que latía desbocado. No, no, no… Tenía que evitar aquello… De lo contrario, el pacto de Eric se esfumaría de una manera tan súbita como se realizó.

De repente, un dolor azotó de forma brusca mi vientre, obligándome a presionármelo con las manos. Un grito de agonía brotó de mis labios, mientras se me volvían a saltar las lágrimas. ¿Qué demonios me estaba pasando? Antes de darme cuenta vi a Janet inclinarse contra a mí, con las facciones rígidas ante la preocupación.

-Oh Dios mío… Isa, estás sangrando. Hay que ir a un hospital ahora mismo. ¡Bianca! Llama a mi hermano. Dile que es una emergencia.

domingo, 24 de abril de 2011

Capítulo 88.


“La pequeña Janet” pensé para mis adentros mientras esbozaba una sonrisa. Hacía muchísimos años que no la veía, y lo poco que habíamos hablado, fue un gran apoyo para mí, sobre todo cuando apareció Lisa, la que sería uno de mis primeros obstáculos.

Michael se levantó y me extendió su mano, para ayudar a levantarme. Yo la cogí y pegué un fuerte tirón, consiguiendo así que él quedase a la altura de mis ojos. Alguien dijo una vez “lo mucho cansa y lo poco aburre”.

Bien, en aquella ocasión no estuve de acuerdo. Podría pasar el resto de mi vida mirándole, maravillándome con cada centímetro de su piel, sumergiéndome en la profundidad de sus ojos azabache, y quedarme allí, atrapada en su mirada, para siempre. Me acerqué un poco más, para sentir su respiración sobre mi rostro. Aunque no pude hacerlo mucho tiempo, ya que Michael prefirió matar la distancia que nos separaba con un beso.

Se lo correspondí de buena gana, rodeando su cuello con mis brazos, y acercándole más, para poder así presionar mi cuerpo con el suyo.

Dejó escapar una risita, y abandonó mis labios para ponerse de pie.

-¿Te han dicho alguna vez que tienes el don de la oportunidad?-comentó mientras sonreía.

-Bah… Te odio-contesté sacándole la lengua.

-Por eso me quieres.

-Que seas el hombre más sexy y atractivo sobre la faz de la tierra, no te hace merecedor de que vayas provocando desmayos por ahí, incluyendo los míos.

Sonrió juguetón.

-¿Sólo desmayos? Humm… La otra noche en mi hotel, creo que te provoqué más que eso.

Noté como mi rostro se teñía de rojo, bajé la cabeza con vergüenza mientras escuchaba como se doblaba de la risa.

-Vete por ahí-contesté bajándome del árbol con torpeza. Él llegó a mi lado en cuestión de un par de segundos, aún riéndose.

-Vamos, llegamos tarde ya.

Me ofreció su mano y yo la cogí como si de un acto reflejo se tratase.
No tardamos en llegar a la casa, allí en las escaleras nos esperaba Janet. Al verme, me observó durante unos segundos, como si estuviese intentando recordar… Y en seguida, me sonrió, de un modo muy parecido al que tenía su hermano. Llegó hacia donde me encontraba dando saltitos, hasta que me sepultó en un gran abrazo.

-¡Isa! ¡Dios mío cuánto tiempo! La última vez que te vi fue hace… hace… ¡Buf! ¡Cuando yo aún era un niña!

Sonreí ante su entusiasmo.

-13 años, creo.

Ella desvió la mirada a su hermano.

-¿Y tú? ¿Dónde la has tenido escondida tantos años sin dejarme verla? ¿Eh? Te parecerá bonito… Privar a tu hermana de ver a su cuñada…

-Calla Janet. ¿Entramos dentro? Hay algo que nos gustaría contarte…

Miré a Michael con la interrogación aflorando en mis ojos. Él me volvió a sonreír, fijándose unos instantes en mi vientre. Supe enseguida a qué se refería.

Una vez en el comedor de la casa, el tiempo pasó prácticamente volando. Janet era una persona… Como decirlo… Mágica. Desprendía una calidez, que hacía sentirme cómoda siempre. Además la relación que tenía con Michael…

Para eso sí que no tenía palabras. Era tal la conexión entre ellos, que realmente llegué a pensar que si uno no estaba, el otro no podría llegar a vivir. Eran parte el uno del otro, no cabía duda alguna.

-Bueno…-Dijo ella en un momento de la conversación- ¿Cuál es esa noticia tan importante que tienes que darme?

-Verás…-contestó Michael dirigiéndome una rápida mirada- Resulta que Isa… Me ha hecho el regalo más grande que podía hacerme. Voy a ser padre… Otra vez, claro.

No la vi venir. Antes de que quisiese darme cuenta, tenía a Janet abrazándome tan fuerte, que pensé que me iba a partir en dos. No paraba de gritar y soltar risas nerviosas.

-Vaya… Qué gran noticia, hijo. ¿Cuándo esperabas decírmelo?

Se hizo el silencio. No conocía esa voz, pero estaba segura de que no podía venir de alguien bueno. Janet, Michael y yo giramos la cabeza casi 180 grados, para toparnos con la penetrante mirada de Joseph Jackson.

-Joseph-susurró Michael- ¿Cómo has entrado?

-¿Acaso necesito permiso para visitar a mi hijo?

-No, claro, pero…

-Así que estás embarazada-comentó taladrándome con la mirada.

No me gustó ni como me habló, ni como me miró. Sus ojos azules estaban fijos en mí, destilando rabia a través de sus pupilas. Ese hombre me causaba terror, desde siempre. Pero por Michael, decidí guardar la compostura, ya que era su padre y ante todo, yo debía de mostrar respeto y educación.

-Así es-contesté devolviéndole la mirada.

-¿Y quién eres tú? ¿Una amiga? ¿Una amante? ¿Una groupie?

Michael entonces se levantó, interponiéndose entre Joseph y yo.

-No voy a permitir que la hables así. No a mi mujer.

Abrí los ojos como platos a causa de la sorpresa. Janet que para ese entonces, seguía sentada encima de mí desde que le había dado la noticia del embarazo, me miró completamente sorprendida.

-¡¿TU MUJER?! ¿Eso desde cuándo?

-Eso no tiene por qué importante. Basta con que sepas que es así desde hace muchos años.Y pienso hacerle público, en cuanto tenga la oportunidad-respondió Michael con frialdad.

En ese momento, Joseph perdió los papeles, cerrando los puños y gritando como un energúmeno.

-¡No permitiré que este matrimonio salga a la luz!, ¿Me has entendido? ¿Dónde tienes la cabeza? Ni siquiera has finalizado con los trámites del divorcio de Debbie…¿ Y pretendes exponer a esta niña? Michael, entérate bien. Ni tu madre ni yo vamos a apoyarlo, no con la educación que de dimos. Y por lo que a mí respecta, no quiero saber nada de esta chica ni del hijo que lleva dentro, no es nada nuestro-finalizó mientras me señalaba con el dedo.

Tras decir aquello, abandonó el comedor, cerrando la puerta tras su paso.

Y sin más, me dejé caer sobre el suelo, y me eché a llorar.

sábado, 23 de abril de 2011

Capítulo 87.


Seguí caminando, hasta que me di cuenta de que Michael no me seguía. Detuve mi marcha, y le busqué con la mirada. Le localicé unos metros por detrás de mí, completamente paralizado.

Regresé hasta donde se encontraba, observándole extrañada.

-¿Qué ocurre?

No me respondió, pues tenía la mirada clavada en un punto fijo. Seguí la dirección de la misma, pero no vi nada capaz de detenerme. Examiné nuevamente a Michael, cuyo dulce semblante se encontraba endurecido y había sido sustituido por la más fría de las expresiones. El ruido de un trueno provocó que me sobresaltara. Alcé la vista y divisé como el cielo comenzaba a cubrirse de nubes. Se avecinaba una buena tormenta.

-Será mejor que nos vayamos- dijo la voz de Michael muy cerca de mi oído.

Volví a mirarle, en busca de alguna respuesta a su reacción anterior, pero de nuevo me topé con su dulce mirada y una de sus sonrisas.

-¿Qué te ha pasado antes?-pregunté- Te has quedado como… En trance, o algo así.

Él se echó a reír ante mi ocurrencia, y despeinó mi cabello con una de sus manos.

-Qué cosas tienes… No me ha pasado nada. Me he quedado en blanco, eso es todo.

¿Me estaba diciendo la verdad? Busqué la respuesta en sus ojos, y en ellos no atisbé la más mínima de las mentiras.

Una gota aterrizó sobre mi mejilla. Escudriñé el cielo una vez más: Estaba empezando a llover.
-¿Nos vamos?-preguntó mientras me tendía la mano.

Titubeé unos instantes. No me apetecía irme. ¿Por qué no disfrutar de la lluvia? Para mí, se trataba del mejor remedio contra los miedos. Dejar pasar el tiempo mientras el agua bañaba mi rostro, llevándose lo peor de mí y sumiéndome en la más absoluta tranquilidad. Así que sonreí y me quité la chaqueta, dejándola caer sobre la hierba. Michael me miró sin comprender.

-Te echo una carrera.

-Sabes que vas a perder-contestó mientras se descalzaba, correspondiendo a mi sonrisa.

-Bueno, eso está por ver. ¿Hasta dónde crees que serás capaz de seguirme el ritmo?

Dejó escapar una carcajada, tiñendo el lugar con el sonido de su risa.

-Ahm… Hasta aquel árbol de allí-dijo señalando un roble que se hallaba a unos doscientos metros. Uno, dos…

Y sin más, echó a correr.

-¡Serás tramposo…!-grité mientras le imitaba, pero segura de que no me había escuchado, pues ya nos separaban bastantes metros de distancia.

Comenzó a diluviar, por lo que me fue muy difícil llegar hasta el punto de encuentro sin tropezarme y caer sobre los charcos de barro que comenzaban a formarse. Finalmente alcancé el roble, donde Michael me esperaba, recostado sobre él y con una enorme sonrisa dibujada en sus facciones.

-¿Ves? Te dije que te ganaría.

Le asesiné con la mirada y salté sobre él, derribándole al suelo. Nos echamos a reír como dos niños pequeños, y no pude evitar recordar un momento parecido que habíamos vivido con anterioridad, aquel día en la pedriza. ¡Era todo tan sumamente fácil por aquel entonces…! Ese año en el que sólo estábamos él y yo, con todo el tiempo por delante.

No pude evitar entonces que una lágrima resbalara por mi mejilla. Él lo notó y con la más leves de las caricias, la secó.

-Subamos, aquí nos vamos a mojar.

-¿Subir? ¿A dónde?

-Al árbol, ¿dónde si no?

-¿Estás loco? ¿Con la tormenta que hay?

-Créeme, no va a pasarnos nada.-contestó completamente seguro de sí mismo.

Me tendió su mano y me ayudó a subir a la parte intermedia. Aquel lugar me sonaba de algo, pero no podía descifrar el por qué…

Cuando subió Michael, me rodeó con sus brazos, mientras dibujaba con sus dedos formas invisibles en el dorso de mi mano.

-Nostalgia, ¿Verdad?-preguntó.

Asentí.

-Es una tontería… Al menos ahora que estás aquí conmigo… Pero no puedo evitar echar de menos aquellos momentos, en los que era todo tan sencillo, tanto como respirar…

-No tienes de qué preocuparte. ¿No te das cuenta? Somos Peter Pan y campanilla. Para nosotros el tiempo no existe. Nada. Sólo el aquí, y el ahora. ¿De qué nos sirve vivir atormentados pensando en un futuro incierto, o vivir apenados por la nostalgia de un pasado que sabemos que no se repetirá? El ahora, eso es lo que importa.

Le miré pensativa unos segundos.

-Pero Michael…

Me interrumpió, negando con la cabeza.

-Sólo tú y yo. Aquí, en este momento. ¿Qué sería de nosotros de no ser por estos pequeños momentos?

Y sepultó sus palabras con un beso.

-Me gusta este lugar-añadió instantes después- ¿Sabes que aquí he compuesto muchos de mis temas?

Abrí la boca a causa de la sorpresa, y caí de repente el por qué me sonaba aquel lugar. No era otro que SU árbol, el mismo que siempre había deseado visitar. El móvil de Michael comenzó a vibrar. Asesiné con la mirada al irritante objeto. Michael me miró, como si se estuviese disculpando, y después contestó. Colgó al cabo de un par de minutos.

“No me lo digas” pensé para mis adentros. “¿Lisa? ¿Debbie? ¿Fran? ¿Eric? ¿Quién iba a aparecer?" Cerré los puños con fuerza y me preparé para su respuesta.

-Pequeña, tengo visita. Janet ha venido a pasar el día. ¿Vienes?

Casi lloré del alivio. Al final iba a ser verdad que Eric nos iba a dejar en paz durante mi embarazo...

Me equivocaba, una vez más.

lunes, 11 de abril de 2011

Trailer :)

¡Sí! Gracias a la ayuda de Auxi puedo decir que ya está disponible el trailer de Back To The 90's :)
Os lo pongo aquí.
Espero que os guste tanto como a mí!
¡Un besazo!

martes, 5 de abril de 2011

Capítulo 86.


A lo largo de nuestras vidas, siempre recordamos momentos fugaces, increíblemente cortos, pero que duran eternamente en el fondo de nuestra memoria. La mayoría de nosotros, al haber vivido uno de estos instantes, pasan la vida buscando esos recuerdos, a la espera de que vuelvan a repetirse, no importa cuánto tiempo transcurra hasta entonces. Pues, aunque sólo sea por uno de esos momentos, sentimos que merece la pena vivir. Una vida a cambio de unos segundos.

¿Nunca os ha pasado? A mi sí. Y fueron aquellos diez segundos después de dar la noticia a Michael los que recordaré siempre.

Recordaré como su rostro, palideció de asombro. Como sus hermosas facciones se curvaron en la sonrisa más maravillosa que jamás había visto. Como el sonido de su risa colmó cada rincón de la habitación. Recordaré como corrió hacia mí, alzándome con sus brazos en el aire, para luego sepultarme en uno de sus abrazos, esos que eran capaces de hacer que todo lo que nos rodeaba, desapareciera, que todo el mundo quedase reducido al espacio que había entre nuestros cuerpos, nada más.

Y habría seguido así el resto de mi vida, pero Michael no tardó en hacer a sus hijos partícipes de la noticia, cogiéndolos en brazos y besándolos con ternura en sus delicadas frentes.

-Esto hay que celebrarlo- anunció Michael tras depositar a sus hijos en el suelo.

-¿Qué quieres hacer?-le pregunté

-¿Qué os parece si pasamos el día en Neverland?-preguntó mientras clavaba su mirada en mí.

Neverland… Habían pasado años desde la última vez que estuve allí. Sabía que volver traería consigo multitud de recuerdos, pues eran tantos los momentos que había vivido allí con Michael, que si tuviese que nombrar uno, me quedaría en blanco.

-Me parece una idea genial- sentencié tras un lapso de tiempo.

Y sin más, llamamos a la limusina personal de Michael y partimos hacia allí. Durante el trayecto, Paris y Prince estuvieron entretenidos jugando a uno de esos fantásticos ajedreces de gominolas.

Nosotros no dejamos de contemplarlos con una sonrisa, y recordando momentos sin poder evitarlo.

Al cabo de media hora de trayecto, por fin avisté las puertas de Neverland. ¡Y pensar que desde el primer momento que las atravesé ya habían transcurrido 12 años! Michael, pareciendo adivinar mis pensamientos, apoyó su cabeza sobre mis hombros, sin decir nada, aunque tampoco era necesario.

Aparcamos a unos metros de la casa. Salí del coche y esperé a que salieran Prince y Paris.

-Papá, papá… ¿Podemos ir a ver a las jirafas?

Michael se acercó a ellos y los miró un par de segundos.

-Mmmm… No sé, no sé… ¿Tú qué dices, Isa?

-Bueno…-titubeé mientras simulaba pensarme la contestación.

Sus hijos se acercaron a mí y esbozaron sus más perfectos pucheros. Desde luego, eso lo habían heredado del padre.

-¡Por faaaaaa! –exclamaron.

-Está bien.

Empezaron a dar pequeños saltos de alegría. Reí al ver lo felices que eran con tan poco.

-Pero Bianca irá con vosotros-dijo Michael.- id a buscarla, anda.

Prince y Paris echaron a correr al interior de la casa entre gritos y risas. Observé como Michael se acercó hasta donde me encontraba, pero sin abrazarme. De ese modo podía sentir la corriente eléctrica que habitaba entre nuestros cuerpos, prácticamente obligándome a disolverla.

-No sé que voy a hacer contigo- comentó- Siempre consigues sorprenderme.

Opté por sonreír en vez de contestarle. Me tendió la mano, que yo tomé sin pensármelo dos veces, y echamos a caminar.

Dejamos que el silencio nos envolviera, no había necesidad de hablar. Cada rincón de aquel maravilloso paraje evocaba un momento, un instante, una sonrisa. SU sonrisa. Observé a Michael de reojo. Él también caminaba con la mirada perdida. Una vez más, deseé adentrarme en su mente y saber en qué pensaba.

(Narra Michael)

No sé cuánto tiempo anduvimos sin rumbo alguno. No quería mirar la hora. Desde hacía muchos años el tiempo se había convertido en mi peor enemigo. La miré en un momento en el que ella se quedó absorta mirando un pájaro que descansaba sobre una pequeña rama.

Era frágil. Muy Frágil. Y yo demasiado duro. Si la cogía de la mano era capaz de caminar horas y horas. Firme, siempre fuerte. Pero si la soltaba… sus pasos se volvían titubeantes, y al final el suelo la abrazaba.

Por ese motivo, aunque en múltiples ocasiones la había tenido que soltar, jamás la había dejado caminar sola demasiado tiempo, porque se perdería y se sentiría mal sin una mano a la que agarrarse. Y es por ella por la que yo andaba, por la que corría, me escondía y reaparecía. Es por su miedo por lo que yo reía y temblaba al mismo tiempo. El mismo miedo que me corroía, que me quitaba el sueño, que me mantenía siempre alerta a cada segundo que pasaba.

Algo que desconocía, que jamás podría confesarle, aunque desease hacerlo cada vez que la veía derramar una lágrima. Algo que pondría fin a mi pesadilla particular. Algo que ella podría remediar, pues sabía que sería capaz.

El reloj avanzaba, impasible, segundo a segundo, respiración tras respiración, sin detenerse. Y yo sin poder hacer nada.

Mi peor enemigo, lo que yo más temía… El tiempo.

Una lágrima pugnó por salir al exterior. No quise que isa la viera y desvié la mirada a mi derecha. Algo se movió tras unos árboles. Tras unos instantes, me percaté de cómo unos ojos me observaban desde la distancia:

Los ojos de Eric.

________________________

Lo sé, lo sé. Capítulo extraño, ¿Verdad?.
Nunca hasta el momento en toda la historia me he metido en la mente de nuestro Michael, intentando adivinar sus pensamientos, sus miedos, sus preocupaciones... Hasta hoy. Sé que mil preguntas os rondarán la cabeza, y a mí me encantaría responder todas, una por una. Pero es crucial este capítulo. Crucial. A partir de ahora, y hasta el capítulo 99, se irán alternando las narraciones entre los dos protagonista. No van a llevar un orden lógico. A lo mejor durante 4 capítulos narra Isa, y el siguiente es por Michael, para luego volver a la narración inicial. Los capítulos desde el punto de vista de Michael serán muy relevantes para ir despejando las incógnitas que rodean a la historia.

Ahora al fin puedo decirlo: LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR...

jueves, 31 de marzo de 2011

Capítulo 85.


Los días que transcurrieron después de aquel maravilloso encuentro pasaron ante mis ojos como un difuso borrón. Tener de nuevo a Michael a mi lado, sin miedos, ni preocupaciones. Nada. Sólo él y yo, como siempre había debido ser. Pero sin duda, el momento que más recordaré con más cariño comenzó como cualquier otro:

Me desperté… Bueno, realmente no me desperté por mi propia voluntad, si no a causa de las horribles nauseas que llevaban haciendo estragos en mí desde hacía ya 3 semanas. Crucé mi habitación y llegué al baño en tres zancadas.
De nuevo devolví la cena del día anterior. Mareada, sujeté mi frente con la mano y me dejé apoyar contra la pared. ¿Cuánto duraba aquello? Como siguiese vomitando cada cosa que ingería, no tardaría demasiado tiempo en desaparecer, pues la comida, aparte de sentarme mal, me causaba verdadera repulsión. ¿Cuántos kilos habría perdido? ¿Cuatro, cinco…?

“Ninguno” Respondió una voz en mi cabeza. Ningún kilo, ninguna arruga, nada de nada. Seguía sin cambiar. Seguía impasible ante el paso del tiempo, como una eterna joven de veinte años.

-Isa, ya llevas una semana entera vomitando sin parar. ¿Te encuentras bien?- preguntó la voz de Judith a mis espaldas.

Titubeé unos instantes.

-Judi, hay algo que tengo que contarte…

No preví sus movimientos. Su rostro se puso blanco como la tiza, y poco a poco vi como esbozaba una enorme sonrisa. Tampoco preví los gritos que salieron de su boca a continuación.

-¡AAAAAHHHH! ¡NO ME LO PUEDO CREER! ¿¡DE VERDAD!? ¡ES UNA NOTICIA GENIAL! ¡VOY A SER TÍA! Bueno, quizás tía… Pues no, porque no eres mi hermana de sangre… Pero claro, te conozco ya desde hace un montón, ¿Y qué sería de tu vida sin mí? Te respondo. Un desastre. Entonces me merezco ser la tía, ¿No? Bueno, y da gracias a que no te pido que me dejes ser la madrina del niño, porque se lo pedirás a Janet, seguro… Pero ya podrías pedírmelo a mí, porque…

Dejé que siguiera con su monólogo mientras me levantaba y me lavaba los dientes. Sí, definitivamente, tenía que contárselo a Michael sin dilación, antes de que fuera evidente a la vista.

Como si de una extraña casualidad se tratase, sonó el timbre del apartamento. Aparté a Judith a un lado, y prácticamente volé para llegar a la puerta y abrirla de un tirón.
Unos ojos que conocía mejor que los míos propios, me sonrieron divertidos desde el otro lado.

-Buenos días princesa- dijo Michael mientras se inclinaba sobre mí y me daba un suave beso.

Quise prorrogarlo, por lo que le rodeé con mis brazos, presionándole contra mí. Podía sentir como hervía mi sangre bajo las venas. Él no tardó en zafarse de mi abrazo, riéndose.
Gruñí, frustrada.

-Eres horrible- le acusé señalándole con el dedo.

-No demasiado. Y créeme que habría continuado de buena gana, pero no puedo por dos cosas… La primera, que Judith está detrás de ti.

-¿Eh?- me giré sobre mis talones para ver a mi compañera de piso, que seguía con la misma sonrisa tatuada en el rostro.-como sigas sonriendo así te van a salir arrugas, Judi- la reproché.

-Ya me voy, ya me voy…- se alejó, adentrándose en el pasillo.- ¡Qué guay! ¡Voy a ser tía!

Lo tuve claro. La mataría cuando Michael se fuese.

-¿De qué hablaba? –preguntó él con una mueca de confusión en sus perfectas facciones.

-Ni idea, está loca…

-Lo suponía… En fin, ve a vestirte, hoy va a ser un día muy especial para los dos.

-¿Sí? ¿Qué vamos a hacer?

-Quiero que conozcas a mis hijos.

Mi cuerpo entero se paralizó ante la sorpresa. No esperaba que… Bueno, que fuese a ser ese mismo día. Y con todo lo del embarazo… no sabía si era una buena idea. Aunque por otro lado, darle la noticia en ese momento, ¿No le haría feliz?

No le contesté. Me metí en mi habitación y me cambié de ropa en apenas un par de minutos. Salí de allí como un torbellino, cogiendo la mano de Michael a mi paso.

-Vamos.

Pero mi entusiasmo, apenas era comparable con el suyo, que prácticamente iba tirando de mí hasta que llegamos a la limusina. El trayecto no fue muy largo, pues su hotel apenas estaba a unos 30 kilómetros de mi apartamento. Entramos por la puerta de atrás, como era habitual desde hacía muchísimo tiempo. Subimos a la última planta por las escaleras, (como era habitual en mí), y caminamos hasta llegar a una de las habitaciones. Se hizo el silencio.

-¿Estás lista?-preguntó acariciando mi mejilla con sus manos. Me habría quedado allí quieta disfrutando de sus caricias hasta que si hiciese de noche, pero ese no era el momento.

Michael abrió la puerta, y vi como dos niños pequeños corrían hacia él entre chillidos y saltos de alegría.
Michael se agachó y los recogió entre sus brazos. Verles abrazados, sentir el amor que Michael tenía por sus hijos, y sus hijos por él, no pudo evitar hacerme derramar una lágrima. Y de nuevo me pregunté el por qué: Por qué el mundo le había hecho tanto daño a una persona que lo único que había hecho en toda su vida, era… Amar. La respuesta no tardó en llegar: El mundo no se merecía a alguien como Michael Jackson, era así de simple.

Me sentí fuera de lugar entre ellos tres, por lo que me desplacé hasta la ventana de la habitación y observe el exterior con gesto ausente.

Algo pequeño tiró de pantalón. Miré hacia abajo y vi al pequeño Prince, impaciente.

-Me ha dicho Papi que eres su novia. ¿Es verdad?

Busqué a Michael con la mirada y le localicé a unos pasos por detrás de su hijo, con Paris en brazos y sonriendo con dulzura.

-Bueno, algo así- contesté agachándome para coger a Prince.- Aunque quizás… Quizás después de la noticia que os voy a dar sea algo más.

Michael entornó la mirada, confundido. Por un instante olvidé a sus hijos, en ese momento no estaban. Para lo único que había cabida en ese momento, era para Michael y para mí, la distancia que nos separaba, y a la vez, la sorprendente fuerza de su mirada que me hacía sentirle dentro de mí.

-Estoy embarazada.


miércoles, 23 de marzo de 2011

D.E.P.


Hoy no habrá ningún capítulo.

Sólo palabras de agradecimiento a Elizabeth Taylor, nuestra particular campanilla.
Sin embargo, me niego a llorar... pues ahora, al fin, Michael y ella podrán estar juntos de nuevo, jugar entre risas y celebrar mil y una navidades allí en el cielo... O más bien...

La segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer...
Gracias por ser tú
Por no abandonarle JAMÁS.
Gracias por salvarlo...

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 84.


Me quedé allí, en mitad de ese callejón, totalmente paralizada mientras veía como se subía en un coche negro y se marchaba, dejando tras de sí un dolor que se hundía en lo más profundo de mí, el mismo que me impedía mantenerme lejos de él.

Una brisa de aire despeinó mi cabello. Hacía frío, pero sin duda, me dolía mucho más su ausencia. Miré el reloj: Seguramente Judith ya estaría en la entrada principal.

Arrastrando los pies, volví adentro del edificio, donde me esperaba mi amiga con los brazos cruzados.

-¿Nos vamos?

Asentí y me marché con ella. No cogimos el coche, lo cual agradecí, ya que mi mente en esos momentos era un hervidero de pensamientos y necesitaba despejarme, para lo cual no encontraba mejor manera que caminar durante horas y horas.

El tiempo que pasé con Judith de tienda en tienda, vestidor tras vestidor, fue prácticamente imperceptible a mis ojos. Sólo había una cosa a la que no podía dejar de dar vueltas, el mismo motivo que me había traído de vuelta allí: Él.

Llegamos a nuestro apartamento al atardecer.

-Yo me despido aquí, he quedado con un amigo-comentó mi amiga mientras depositaba las bolsas en mis manos y se despedía alegremente con una sonrisa.

Sacudí la cabeza, pensativa, y entré en el apartamento, dirigiéndome directamente al baño. Necesitaba un baño para quitarme de encima esa incertidumbre, esos nervios que me entumecían el cuerpo.

Tampoco pude disfrutar plenamente de mi relajante baño de burbujas, ya que cuando me quise dar cuenta eran las 7, y tenía una hora para arreglarme y llegar al punto de encuentro, así que me vestí con rapidez, dediqué un par de minutos a maquillarme, y abandoné mi casa en cuestión de 15 minutos.

Obviamente, me negué a coger cualquier medio de transporte, privado o público.

Recordé cuando mis amigas, en otros años, se quejaban siempre de mí, ya que adoraba caminar, sentir la grava del asfalto bajo mis pies, sentir como avanzaba poco a poco, paso a paso, no importaba la condición meteorológica. Era sólo en esos momentos en los que tenía plena consciencia de mi existencia, por raro que pueda parecer.

Antes de que quisiera darme cuenta, llegué a la puerta de mi redacción. Pero allí no había nadie. Miré nuevamente la hora: las 8 en punto.

Decidí esperar, aunque cada minuto que transcurriese sin Michael retrasase cada latido de mi corazón.

1 minuto, dos minutos, cinco, diez, quince… ¿Por qué no llegaba? Él jamás acostumbraba a retrasarse.

Cuando empecé a impacientarme, sentí unas manos tapando mis ojos, e imposibilitándome cualquier visión posible.

-¿Quién soy?- preguntó aquella voz, la única voz capaz de alejar mis peores miedos y pesadillas.

-Ahmmm… No lo sé, no tengo ni idea. ¿Un acosador, quizás?

Le escuché reírse, y como a continuación retiró sus manos, apareciendo justo frente a mí.

-Mira que conocerme desde hace años, y confundirme con un acosador…-comentó con una mueca de fingido horror.

-Oh, perdóneme señor Jackson, juro que no volverá a pasar.

Nos sonreímos mutuamente. Era en esos momentos en los que el mundo se detenía, el reloj se paraba, la gente desaparecía. Momentos en los que únicamente estábamos él y yo.
Podría haber seguido así toda mi vida, sumergida en la profundidad de sus pupilas, dejándome envolver por la paz y la tranquilidad que desprendían, dejándome hechizar por el halo que veía en él, dotando de belleza al alma más pura que heredó jamás cualquier hombre.

Él, yo y los recuerdos. Nada más.

-¿Nos vamos?- me tendió su mano, y yo la cogí, sin pararme si quiera a pensarlo.

Subimos a una limusina blanca que estaba aparcada en la acera y emprendimos el camino hacia su hotel. No hablamos, ¿Acaso había necesidad? Michael se encontraba absorto dibujando con sus dedos formas invisibles en el dorso de mi mano.

Habría deseado traspasar una vez más las barreras de su mente, al igual que él hacía con las barreras de mis sentimientos con sólo una sonrisa. Pero eso, era algo que sólo los ángeles podían hacer.
Así era como yo le veía, sentado a mi lado. Yo era una humana. “Curiosa combinación” susurró una voz en mi cabeza.

¿Sabéis? Me habría encantado deciros que cuando llegamos a la habitación de su hotel, disfrutamos de una maravillosa cena, que charlamos durante horas, recordando antiguos momentos vividos, entre la suave melodía de su risa.

Pero prefiero contaros que no hubo tiempo para cenar.
Que cuando entramos en la habitación, cerró la puerta tras su paso y clavó en mí su penetrante mirando, echando abajo todas mis defensas, si es que alguna vez las había tenido en mi presencia.

Prefiero contaros como se acercó a mí, como acarició mis labios con los suyos, haciendo nuevamente que esas dos piezas de puzle, encajasen a la perfección, como el más complejo de los engranajes.

Prefiero contaros como nos desvestimos entre besos, caricias, y susurros cargados de significado, como su mirada, que reía de placer, seguía cada centímetro de mi piel, como sus manos avanzaban constantemente, incansables, buscando, explorando, lo que nunca ningún otro hombre había alcanzado.

Y también, y por último, prefiero contaros como horas después, acomodé mi cabeza sobre su pecho, que subía aún agitado.

Y cómo mientras disfrutábamos del silencio, de la quietud del momento, decidió romperlo con dos únicas palabras, las únicas necesarias para embriagarme de la más pura y completa felicidad.

-Te quiero.-susurró.

Es tan evidente… Le necesitaba cerca.

Era el dueño de mi equilibrio mental.

martes, 15 de marzo de 2011

Capítulo 83.


En la vida, en ocasiones se te presentan oportunidades que no tienes que dejar escapar. Fugaces, tan rápidas e imperceptibles como el susurro de una lágrima; pero, si no las sabes aprovechar, pasan de largo.

Quizás aquella fue la oportunidad que había estado esperando desde que le había visto aparecer por la puerta de mi despacho, ese impulso que iba creciendo en mi interior a medida que pasaban los segundos.

-Te veré a las 8- dijo Michael con una sonrisa y dándose la vuelta para marcharse.

-Michael, espera- susurré.

Quizás podría haber sido esa la oportunidad que había deseado, pero… la dejé marchar.

-Dime, ¿Qué pasa?

-Nada… Sólo quería agradecerte la visita.

-Ha sido todo un placer. Luego nos vemos.

Y con él, se marchó mi oportunidad. Había estado a punto de besarle, lo deseaba, lo anhelaba, y él parecía que también… ¿Qué era entonces lo que me había detenido? Dejé de cuestionarme mi propia estupidez cuando sonó el teléfono del despacho. Lo descolgué.

-¿Diga?

-Isa, soy Judith.

-Hola, ¿Qué tal?

-Muy bien gracias. ¿Nos saltamos las formalidades y me cuentas cómo te ha ido con el hombre más sexy que ha pisado la faz de la tierra?

-¿Tú no tendrías que estar trabajando?

-Y lo estoy haciendo.

-Hemos quedado a las 8-contesté dejando escapar un leve suspiro.-para cenar.

-¿En su casa?

-Sí.

-Tendrás algo que ponerte.

-Ahm… No.

-¡¿No?!

-¿Quieres dejar de gritar? Se te escucha en toda la planta.

-Vale, me callo. Paso a por ti en media hora.

La llamada se cortó. ¿Qué iba a hacer yo en media hora? Golpeé la mesa con los dedos, con los nervios por las nubes. Algo captó mi atención: Unas gafas de sol sobre el escritorio. Si esas gafas no eran mías…

No lo dudé dos veces. Las cogí y abandoné el despacho prácticamente corriendo. Una chica se cruzó en mi camino, deteniéndome con una mano.

-Isa, ¿A dónde vas tan deprisa?

-Ah…yo… ¿Sabes por dónde se ha ido Michael Jackson? Se ha dejado unas gafas…

-Por la puerta de atrás. La principal está atestada de periodistas.

-¡Gracias!

Eché a correr sin despedirme de aquella mujer. Localicé las escaleras y las bajé de dos en dos. Al llegar a la planta baja, miré alrededor. Allí no estaba. Vislumbré un oscuro pasillo a mi izquierda, que tenía todo el aspecto de estar abandonado. Así que me adentré con la mayor rapidez posible en esa dirección.

Os preguntaréis a qué demonios venía tanta ansiedad y preocupación por unas simples gafas de sol. Bien, ¿Recordáis lo que os dije sobre las oportunidades? Si la de antes era buena, esta no la iba a dejar escapar.

Recorrí el pasillo en cuatro zancadas hasta que llegué a la salida de emergencia, la cual abrí de un empujón. La claridad del día me cegó, provocando que cerrara los ojos momentáneamente.

-Isa, ¿Qué haces aquí?

Escudriñé la vista hasta que le localicé, sentado en unas escaleras, mirándome sorprendido y con una hermosa sonrisa en su rostro.

-Yo… yo…- traté de vocalizar exhausta tras la carrera que me había dado- te… traía… tus gafas…

Él se levantó y se acercó a mí, cogiéndolas.

-Muchas gracias, pero no hacía falta. Siempre llevo unas de repuesto.

Me sentí completamente una idiota.

-Ah…

-Pero éstas…-continuó señalando sus gafas- las he dejado adrede.

-¿Por qué? Creo que tengo suficiente presupuesto como para comprarme unas.

-No, tonta. Las he dejado ahí porque sabía que me las traerías, y así poder hacer lo siguiente.
Y sin más, me agarró por la cintura, acercándome más a él, y presionó sus labios contra los míos.

Sentir de nuevo esa calidez provocó que todo mi cuerpo se encendiera, obligándome a devolverle el beso con una pasión desconocida en mí hasta en ese momento. Percibí como se separaba de mí, riéndose.

-¿Se puede saber qué es tan gracioso?- pregunté desconcertada.

-No adelantemos acontecimientos. Te veo esta noche. Y gracias por las gafas.

Por ellos.


Por las casi 1500 personas fallecidas tras el trágico terremoto y posterior tsunami en Japón. Desde aquí, personalmente quiero mandarles todo mi apoyo y mi cariño, y decirles que no están solos.

Michael dijo una vez: "Sobre todo, me gustaría decir al pueblo japonés, desde el fondo de mi corazón, los quiero mucho" (MTV awards, 2006).

Creo que lo justo, chicas, sería que ayudásemos en la medida de lo posible, por eso se ha creado la siguiente organización para donar 5€ a Japón. No es mucho, pero entre todos, conseguiremos ayudarles.

Aquí os dejo el enlace: http://www.globalgiving.org/

Y a los japoneses decirles que, tanto nosotros, como Michael, estaremos allí con ellos :)

miércoles, 9 de marzo de 2011

Capítulo 82.


Allí estaba, a escasos 5 metros de mí. Odié la distancia que nos separaba, pues la misma dolía como mil cuchillos fríos como el hielo. Aún así, no podía romper esa distancia. No dependía de mí. Le devolví la sonrisa casi imperceptiblemente.

-Encantada de verte de nuevo, Michael. ¿No te sientas?

Frunció la mente, supuse que extrañado ante mi trato frío y distante. Tras unos segundos que a mí me parecieron eternos, se acercó con lentitud y tomó asiento, clavando en mí sus ojos oscuros, derribando nuevamente cualquier defensa por mi parte.
Sostuve su mirada, analizándole, tratando de averiguar qué era lo que en ese momento pasaba por su mente. Michael volvió a sonreír, acercando una de sus manos hacia mí. Quise alejarme, pero en el momento en el que su piel tocó mi rostro, una serie de corrientes eléctricas hicieron vibrar mi cuerpo, impidiéndolo.

Acomodé mi mejilla a la forma de su mano, eliminando así cualquier espacio de aire entre su mano y mi rostro, maravillándome de la suavidad de su piel y del calor que desprendía.

-No has cambiado nada, Isa.-dijo al cabo de un par de minutos.- sigues siendo mi campanilla. Igual de pequeña, de dulce y perfecta.

Bajé la mirada, sonrojándome. Michael lo impidió, sujetando con dulzura mi mentón.

-En cambio yo-continuó- desde que te fuiste… Ya me ves, no me reconozco a mí mismo cada vez que me miro en el espejo.

En esa ocasión fui yo la que acerqué mi mano hacia él, acariciando cada centímetro de su piel que quedaba a la vista, hechizada ante su perfección.

-Sigues siendo tú-contesté- No importa cuántos años pasen.

Y así era. No me importaba la claridad de su piel, ni los típicos rasgos de la madurez en su piel. Hacía mucho tiempo que ya no veía la superficie, si no el interior de su persona. Su físico para mí no era más que la coraza que ocultaba al más bello corazón que nadie podría poseer jamás, algo que podía ver en él cada vez que me sumergía en su mirada azabache.

Los dos sonreímos, sin nada qué decir. Quizás sí que me extrañó ninguna clase de reproche por su parte. Pero él no era así. El rencor era algo que sin duda no formaba parte de su forma de ser.

-Bueno, ¿Empezamos con la entrevista?-pregunté volviendo a separarme de él.

-Por supuesto, pero ya sabes que no voy a contestar ninguna pregunta personal.

Nos miramos seriamente unos segundos, y luego rompimos a reír. ¿Era cosa mía o el sonido de su risa era más bello que cualquier melodía posible?

-De acuerdo, nada de preguntas personales.

-En esta entrevista, al menos, no.

-¿Pero fuera de ella sí?

-Claro.

-¿Y cuándo podré tener ese enorme placer, señor Jackson?-pregunté con sorna.

-Esta noche, en mi hotel.

Ojalá pudiese describir la cara que se me quedó tras esa respuesta. Pero a veces, no se encuentra el vocabulario oportuno. Sólo puedo decir que la mandíbula se me desencajó a causa de la sorpresa, y que mis mejillas adquirieron un tono rojizo bastante brillante.

Michael sonrió complacido ante mi reacción. 13 años después aún sabía a la perfección como dejarme sin palabras, como seducirme con 3 palabras, o incluso con menos.

-¿Qué me dices?-preguntó de nuevo, sin borrar esa sonrisa de su rostro.

-Mejor terminamos la entrevista primero, ¿Qué te parece?

Una de sus divertidas muecas afloró a través de sus labios. Adoraba cuando dejaba salir esa parte de él dulce e infantil.

-Como quieras…

De este modo, comencé a hacer mi trabajo. Michael parecía que llevaba las respuestas aprendidas de su casa, por la rapidez con la que respondía, y a la vez con la clase, elegancia, respeto y madurez con la que hablaba. Varias veces me vi atrapada en el magnetismo que desprendía, en sus gestos, en como movía la cabeza o los pies en las preguntas más complicadas, o en como levantaba la vista y miraba al techo cuando sencillamente, no le apetecía responder.

Tras unas horas, la entrevista llegó a su fin. Paré la grabadora y la guardé en uno de los cajones del escritorio mientras me levantaba. Michael sonrió entusiasmado.

-¿Ya?

-Sí, ya hemos terminado.

No dijo nada más. Se levantó con una rapidez sorprendente, rodeó la mesa y me envolvió con sus brazos en un cálido abrazo. Me quedé allí, sin la más mínima intención de moverme, escuchando una vez más los acompasados y firmes latidos de su corazón. Percibí como con el más leves de los roces besaba mi pelo.

-Te he echado tanto de menos pequeña…

-Yo también a ti, Mike…

Escuché como se reía.

-Hacía años que no me llamabas así. La última vez que lo hiciste fue cuando…

-Cuando me dijiste que me querías-me adelanté a contestar.

-Así es. Y no he dejado de hacerlo desde entonces.

Sentí como si mi corazón diese volteretas mortales al sentir sus palabras. ¿Cómo podía querer tanto a alguien cuando se me había concedido tan poco tiempo para ello?

-¿Vendrás a cenar?

-Por supuesto.

-Pasaré por aquí a las 8.

Y antes de que pudiese contestar, la sombra de una pregunta comenzó a atormentarme. Yo estaba embarazada, sí. Y apenas habían pasado 2 días desde que me había acostado con Michael. Pero para él… habían pasado 5 años. Si le decía que estaba embarazada, estaba más que claro que no me iba a creer.

A no ser… que se repitiese una noche como la de 1996.