Capítulo 35.

El día anterior, Janet me había dicho que los invitados estarían en la casa sobre las 8, y que era fundamental que Michael no bajara al salón, ni a ninguna otra parte de la casa, ya que la había engalanado con globos, confeti, y un montón de cosas más.

No me resultó difícil. Él estaba feliz de que pasáramos la mañana allí. Estuvimos viendo algunas películas y luego nos subieron la comida. A eso de las 6, me fui a duchar. Janet me había comprado un vestido azul precioso para la ocasión. Dediqué más tiempo del habitual en peinarme y maquillarme, quería estar perfecta para él. Cuando salí del baño, Michael me miró con la boca abierta. Se levantó y me rodeó con sus brazos.

-Estás preciosa- me susurró.

Le robé un beso y le sonreí.

-¿Qué te parece si nos vamos a cenar fuera?- le pregunté

Se le iluminaron los ojos.

-Voy a ducharme y a ponerme guapo.-contestó mientras abría la puerta de su armario.

Puse los ojos en blanco.

-Menuda tontería- comenté- siempre estás guapo.

-Hoy más.

Sonrió una vez más y se metió en el baño. Miré el reloj ansiosa. Las 7 y 30. A los 25 minutos, Michael salió del baño. En esta ocasión, la que le contempló extasiada fui yo. Iba todo de blanco, con el pelo peinado un poco hacia atrás, y con uno de sus rizos cayendo graciosamente sobre su frente.

-Wow.- murmuré.

-¿Nos vamos?

Asentí y le cogí de la mano. Bajamos las escaleras y la luz se apagó. Él se sobresaltó, pero yo sonreí. Janet estaba llevando a cabo el plan a la perfección.

-¡Bianca!- exclamó Michael, llamando a una de las sirvientas.

Nadie respondió. Bajamos las escaleras con cuidado, pues no se veía nada. Al finalizar el tramo de las escaleras, las luces se encendieron. Un grupo de 20 personas gritaron a pleno pulmón.

-¡¡Felicidades Michael!!.

El aludido se encogió a causa de la sorpresa, pero luego les deleitó a todos con esa sonrisa, SU sonrisa. Durante el comienzo de la fiesta me mantuve alejada, no quería incordiar. Reconocí a algunos de los invitados, como a Mac, Elizabeth Taylor, Brooke Shields o Eddie Murphy. Al cabo de unos minutos, Michael me cogió de la mano y me presentó a todos como su “pequeña Campanilla”.

Todo el mundo quería hablar conmigo, conocer a la chica que había conseguido hechizar a Michael. Empaticé enseguida con Elizabeth Taylor, estuvimos hablando cerca de media hora de sus películas, de la prensa, de mi mundo…

Michael me aferraba la mano con fuerza, sin despegar su mirada de mí. Me besaba dulcemente, frente a la mirada asombrada de aquellas personas. A mí me dolía la cara de tanto sonréir.

Mi mirada se posó en un hombre con gafas de sol, que estaba sentado en un rincón. No se había movido de allí desde que comenzó la fiesta. En una ocasión, me separé de Mike para ir a por algo de beber, y al pasar por el lado de aquel hombre, me detuvo. Le observé sorprendida.

-¿Desea algo?- le pregunté.

-Sí. Me gustaría saber como te sientes al haber retrocedido en el tiempo 20 años.

Tragué saliva. El pulso se me volvió a acelerar. No podía ser verdad. ¿quién era ese tipo? ¿de qué me conocía?

-No sé de que me está hablando.

-Yo creo que sí- contestó.-¿te lo estás pasando bien?

Miré a mi alrededor y vi a Michael, que me guiñó un ojo a lo lejos.

-Oiga, no sé que es lo que quiere pero…

-Sólo te diré una cosa- dijo interrumpiéndome- Tienes que finalizar esa relación que tienes con él.

-¿Por qué?

-Porque no puedes intervenir en su pasado. Su destino está escrito, tú lo sabes. Cualquier cosa que hagas puede cambiar irremediablemente el futuro, y las consecuencias pueden ser fatales.

Cavilé en mi mente unos instantes.

-¿Me está diciendo que no puedo intervenir ni evitar que cometa los errores que cometió?

-Exactamente. Jordie Chandler, Lisa Marie Presley, Debbie Rowe, Gavin Arvizo, Martin Bashir, Conrad Murray…van a pasar por su vida. Y no vas a poder hacer nada. Tienes que mantenerte al margen.

-¿De qué me sirve estar aquí si no puedo evitar que sufra?- pregunté mientras unas lágrimas caían por mi mejilla.

-No puedes cambiar su futuro. Pero si puedes apoyarle, puedes estar en sus momentos difíciles, como tantas veces soñaste. Por eso estás aquí. Para ser su amiga. Pero para nada más. Tienes que romper esa relación. De lo contrario, será peor.

Dicho aquello, el hombre se levantó y abandonó la casa. Me encerré en el baño, y lloré como hacía semanas que no lo hacía. No entendía nada. No iba a poder evitar que le hicieran daño. Eso me destrozaba por dentro. Pero había algo que me dolía más…

Salí del baño y busqué a Michael con la mirada, que en ese momento bromeaba con Mac. Le llamé y vino a mi encuentro. Examinó mis lágrimas, y preguntó preocupado.

-¿Qué te pasa?

-Tenemos que hablar- contesté con las lágrimas anegándome los ojos.