“¿Qué qué digo?” pensé. No podía concebir esa idea en mi mente, no había forma alguna de aceptar lo que estaba escuchando. Principalmente, aquello me parecía una locura. Por varios motivos…pero el principal de todos ellos era que no sabía si al llegar a mi pueblo todo seguiría igual que antes. Es un razonamiento bastante sencillo. Si yo no estaba soñando, Michael se encontraba conmigo, y estábamos en el año 1989, obviamente las cosas también habrían cambiado en mi hogar…Mis padres aún vivirían en Madrid…yo aún no habría nacido, y mi pueblo estaría prácticamente irreconocible. Si realmente hubiera vuelto al pasado (cosa que sólo de pensarlo me hacía replantearme seriamente que quizás debería visitar al Psiquiatra), mi casa no se habría construido todavía, mis amigos no habrían nacido, y todo aquello sería extraño para mí.
-Michael- dije después de estar algunos minutos reflexionando.- creo que no es una buena idea.
Me miró deprimido.
-¿Por qué no?
Pensé en que podía decirle. La verdad no, eso estaba claro.
-Mis padres se han ido de viaje. Y no tengo llaves de mi casa.- De acuerdo. Si se entregara alguna vez el premio a “la peor excusa” sin duda, llevaría mi nombre.
Se encogió de hombros.
-Eso no supone un problema. Podemos ir a un hotel.
¿Por qué no se me había ocurrido que iba a responderme eso?.
-Pero Michael…puede que aquel sea mi mundo…pero tú eres mundialmente reconocido.
Negó con la cabeza.
-No me importa. Vamos a ir a Madrid, y me vas a enseñar el lugar donde vives. Y también el lugar donde me contaste que te gustaba ir de vez en cuando…quiero ver el bosque. Y aquí no hay.
-Pero…-protesté.
Me tapó la boca con su manos, impidiéndome hablar.
-Nada de peros. Vamos a ir, me apetece hacerlo y puedo permitírmelo.
Suspiré. No me iba a dejar protestar, ni mucho menos negarme. Tras unos segundos, retiró su mano, permitiéndome hablar.
-Está bien.-accedí.
Michael esbozó su más deslumbrante sonrisa, aturdiéndome por completo. ¿Cómo me iba a negar cuándo me sonreía de aquella manera?
-Bien- susurró.
Acto seguido, salimos del zoo, cuando llegamos a la limusina, Michael le dijo al conductor.
-Vamos a Neverland. Tenemos que coger unas cosas. Y por cierto, si te preguntan dónde he ido, no quiero que digas nada, y si tienes que decir algo, di que me he tomado unos días libres.
- Si, Michael.
Le miré, sin comprender. ¿Es que no iba a decir a nadie a dónde se dirigía? .Me devolvió la mirada, leyéndome el pensamiento.
-Sólo se lo contaré a Elizabeth. Tampoco quiero que piensen que me han secuestrado.
En cuanto llegamos, me dijo rápidamente mientras salíamos del coche.
-Voy a hacer alguna llamada para arreglar el tema del vuelo y del hotel. Vete preparándote la maleta.
Asentí y subí escaleras arriba. Me preparé la maleta en un tiempo récord, y antes de salir me di la vuelta para contemplar la habitación…era increíble…sólo había pasado 2 noches en ella, y ya la consideraba parte de mí, como si fuera mía. Me di la vuelta y me acerqué a la habitación de Michael. Llamé sigilosamente.
-¿Si?
-Michael, ya estoy lista.
-Ya voy.-contestó mientras habría la puerta.- Bueno, ¿Nos vamos?
Sonreí. Me dio la mano y nos fuimos de aquella casa en la limusina. Parecía estar realmente entusiasmado por aquella aventura que íbamos a iniciar, y no dejaba de golpear el suelo de la limusina con el pie derecho. Llegamos al aeropuerto, Michael se despidió del conductor, y caminamos a nuestra terminal. Gracias a Dios era ya muy tarde y no había mucha gente. Algunas personas se le quedaban mirando, con curiosidad, pero no se le acercaron. Por suerte nuestro vuelo estaba a punto de salir y nos dio tiempo a cogerlo. Ya en el avión, hablamos un poco más, me preguntó que tal me lo había pasado y que me había parecido Neverland. Hablamos un rato más, hasta que el sueño se apoderó de mí. Me recosté como pude en aquel incómodo asiento. Michael se rió.
-Anda, apóyate en mí.
Y sin esperar mi respuesta, me cogió del hombro y me reclinó suavemente contra él. Permanecí muda de asombro, y agradecida de que tuviera la suficiente confianza en mí para permitir ese acercamiento. Me acarició el pelo dulcemente.
-Hueles muy bien- me halagó, aumentando así mi vergüenza.
No quise contestar, estaba a punto de sucumbir al sueño. Y fue allí, entre sus brazos, y escuchando los rítmicos latidos de su corazón, cuando me dormí.
No tengo palabras para decirte lo que me hizo sentir este capítulo
ResponderEliminarMuero de amor, mil gracias por escribir está historia
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