domingo, 28 de febrero de 2010

Capítulo 11


Por primera vez en mucho tiempo, dormí durante todo el viaje sin despertarme ni una sola vez. Sólo tuve consciencia de cuando llegamos a Madrid porque sentí sus labios presionando suavemente mi pelo.

-Arriba dormilona, ya hemos llegado.

Me puse recta y me desperecé ruidosamente, lo que provocó que le entrara la risa.

-Menuda flojucha estás hecha tú…habría que ver como aguantabas una gira.

Le saqué la lengua y bajamos del avión. Antes de eso Michael se tapó de la nariz hasta el cuello con un pañuelo, para que no le reconocieran. Caminamos rápidamente por los largos pasillos del aeropuerto, buscando la salida mientras esquivábamos como podíamos la gente que se le acercaba. Finalmente la localizamos y logramos salir de allí.

-No he contratado ninguna limusina- comentó preocupado.

-Mejor, cuanto menos interés suscitemos, será más fácil salir de aquí. ¿Alguna vez has cogido un taxi?-le pregunté mientras alzaba la mano, intentando llamar la atención de algún taxista.

-La última vez fue hace 6 años-contestó riéndose.

Me uní a sus risas, mientras el taxista conducía hasta dónde nos encontrábamos. En cuanto frenó, Michael abrió la puerta y se colocó en los asientos traseros. Le seguí. Una vez dentro, el conductor se nos volvió para preguntarnos el destino, justo en el instante en el que Michael se quitaba el pañuelo. Le observó con la boca abierta, seguramente sin dar crédito a lo que estaba viendo.

-¿Michael Jackson?-preguntó con un acento totalmente desconocido para mí. Eso me extrañó, se suponía que yo hablaba español. Pero no me importó, dadas las situaciones completamente absurdas que habían sucedido esos dos días, un detalle como ese me parecía de lo más normal.

Él asintió, sonriendo tímidamente.

El taxista siguió contemplándole mudo de asombro. Suspiré algo irritada.

-A villalba por favor-le pedí sonriendo.

Me miró desconcertado.

-Pero está muy lejos.

-Podremos pagarlo-dijo Michael con voz apremiante.

El conductor no añadió nada más. Se giró y puso en marcha el motor, alejándonos así del aeropuerto.

-Bienvenido a Madrid-le comenté a Michael mientras señalaba a través de la ventana.

-No es nuevo para mí. Ya estuve aquí el año pasado.

“Cierto”, medité.

El resto del trayecto transcurrió en silencio. Yo miraba distraída por la ventana, observando como había cambiado la autopista que yo recordaba. Me fijé en las estaciones de trenes, todas antiguas y sin reformar. Los coches, el estropeado asfalto, la ausencia de casas y edificios a medida que nos acercábamos a mi pueblo…SU voz me sacó de mis pensamientos.

-¿Hay hoteles en Villalba?

Mierda. En el 2010 sí, pero en 1989, no tengo la más mínima idea. Y si los hubiera, sin duda su estado dejaría muchísimo que desear.

-Eh…no estoy segura…pero si los hay…son muy normalillos, no son nada del otro mundo.

-Lo prefiero así.-dijo.-Estoy cansado de tanto lujo. Por ejemplo este Taxi…es de lo más sencillo, con las ventanas sucias, este desagradable olor…el sonido de esa emisora que se escucha, mal sintonizada…para mí esto es perfecto. Cuanto más simples sean las cosas que veamos, más lo disfrutaré.

Finalmente, y tras 40 minutos de viaje, llegamos a mi pequeño y destartalado pueblo. Destartalado en 1989, claro.

-¿Dónde les dejo?-nos preguntó el conductor.

-Mmm… en algún hotel, si puede ser.

-En villalba no hay hoteles, pero sí un pequeño hostal.

Un hostal. Suspiré mientras un pequeño dolor de cabeza se comenzaba a hacerse notar.

-Bueno, pues déjenos allí.

Callejeamos por las calles unos 10 minutos, hasta que paramos delante de un edificio de 3 pisos, de paredes blancas y con grietas, y unas ventanas con barrotes. El taxista nos ayudó a sacar las maletas, Michael le pagó el viaje con dinero que previamente había cambiado, y allí nos quedamos, delante de aquel hostal que parecía que iba a caerse a pedazos.

-Michael…-le comenté mientras le miraba con expresión torturada.-¿Seguro que no te apetece volver a Neverland?

No me escuchó. Contemplaba aquel lugar totalmente fascinado, con una expresión brillante en los ojos, como si estuviera realmente emocionado.

-Es perfecto.-susurró.

Acto seguido cogió las 2 maletas y se encaminó hacia la puerta, dejándome atrás. Le alcancé instantes antes de entrar en el edificio. Lo que ví en el interior me dejo de piedra: las paredes estaba repletas de manchas de humedad, la única luz interior procedía de una bombilla colgada del techo, sin ningún tipo de lámpara que la adornase. La mesa de recepción era de un material similar al roble, aunque, claro está, no lo era. Una pequeña mujer nos observó con curiosidad desde el otro lado de la recepción.

-Buenas tardes, ¿Qué desean?

-Queríamos un par de habitaciones, por favor.

-¿Para cuánto tiempo?

Me giré para contemplar a Michael, que tocaba con los dedos una de las manchas de humedad, con una sonrisa enorme en su cara.

-Una semana.- contesté.

-Un segundo.

La chica entró en un cuarto que había a sus espaldas, cerrando la puerta tras ella. Michael se me acercó y me susurró:

-Esto es una auténtica pasada. Estoy deseando ver las habitaciones.

sábado, 27 de febrero de 2010

Capítulo 10.


“¿Qué qué digo?” pensé. No podía concebir esa idea en mi mente, no había forma alguna de aceptar lo que estaba escuchando. Principalmente, aquello me parecía una locura. Por varios motivos…pero el principal de todos ellos era que no sabía si al llegar a mi pueblo todo seguiría igual que antes. Es un razonamiento bastante sencillo. Si yo no estaba soñando, Michael se encontraba conmigo, y estábamos en el año 1989, obviamente las cosas también habrían cambiado en mi hogar…Mis padres aún vivirían en Madrid…yo aún no habría nacido, y mi pueblo estaría prácticamente irreconocible. Si realmente hubiera vuelto al pasado (cosa que sólo de pensarlo me hacía replantearme seriamente que quizás debería visitar al Psiquiatra), mi casa no se habría construido todavía, mis amigos no habrían nacido, y todo aquello sería extraño para mí.

-Michael- dije después de estar algunos minutos reflexionando.- creo que no es una buena idea.

Me miró deprimido.

-¿Por qué no?

Pensé en que podía decirle. La verdad no, eso estaba claro.

-Mis padres se han ido de viaje. Y no tengo llaves de mi casa.- De acuerdo. Si se entregara alguna vez el premio a “la peor excusa” sin duda, llevaría mi nombre.

Se encogió de hombros.

-Eso no supone un problema. Podemos ir a un hotel.

¿Por qué no se me había ocurrido que iba a responderme eso?.

-Pero Michael…puede que aquel sea mi mundo…pero tú eres mundialmente reconocido.

Negó con la cabeza.

-No me importa. Vamos a ir a Madrid, y me vas a enseñar el lugar donde vives. Y también el lugar donde me contaste que te gustaba ir de vez en cuando…quiero ver el bosque. Y aquí no hay.

-Pero…-protesté.

Me tapó la boca con su manos, impidiéndome hablar.

-Nada de peros. Vamos a ir, me apetece hacerlo y puedo permitírmelo.

Suspiré. No me iba a dejar protestar, ni mucho menos negarme. Tras unos segundos, retiró su mano, permitiéndome hablar.

-Está bien.-accedí.

Michael esbozó su más deslumbrante sonrisa, aturdiéndome por completo. ¿Cómo me iba a negar cuándo me sonreía de aquella manera?

-Bien- susurró.

Acto seguido, salimos del zoo, cuando llegamos a la limusina, Michael le dijo al conductor.

-Vamos a Neverland. Tenemos que coger unas cosas. Y por cierto, si te preguntan dónde he ido, no quiero que digas nada, y si tienes que decir algo, di que me he tomado unos días libres.

- Si, Michael.

Le miré, sin comprender. ¿Es que no iba a decir a nadie a dónde se dirigía? .Me devolvió la mirada, leyéndome el pensamiento.

-Sólo se lo contaré a Elizabeth. Tampoco quiero que piensen que me han secuestrado.

En cuanto llegamos, me dijo rápidamente mientras salíamos del coche.

-Voy a hacer alguna llamada para arreglar el tema del vuelo y del hotel. Vete preparándote la maleta.

Asentí y subí escaleras arriba. Me preparé la maleta en un tiempo récord, y antes de salir me di la vuelta para contemplar la habitación…era increíble…sólo había pasado 2 noches en ella, y ya la consideraba parte de mí, como si fuera mía. Me di la vuelta y me acerqué a la habitación de Michael. Llamé sigilosamente.

-¿Si?

-Michael, ya estoy lista.

-Ya voy.-contestó mientras habría la puerta.- Bueno, ¿Nos vamos?

Sonreí. Me dio la mano y nos fuimos de aquella casa en la limusina. Parecía estar realmente entusiasmado por aquella aventura que íbamos a iniciar, y no dejaba de golpear el suelo de la limusina con el pie derecho. Llegamos al aeropuerto, Michael se despidió del conductor, y caminamos a nuestra terminal. Gracias a Dios era ya muy tarde y no había mucha gente. Algunas personas se le quedaban mirando, con curiosidad, pero no se le acercaron. Por suerte nuestro vuelo estaba a punto de salir y nos dio tiempo a cogerlo. Ya en el avión, hablamos un poco más, me preguntó que tal me lo había pasado y que me había parecido Neverland. Hablamos un rato más, hasta que el sueño se apoderó de mí. Me recosté como pude en aquel incómodo asiento. Michael se rió.

-Anda, apóyate en mí.

Y sin esperar mi respuesta, me cogió del hombro y me reclinó suavemente contra él. Permanecí muda de asombro, y agradecida de que tuviera la suficiente confianza en mí para permitir ese acercamiento. Me acarició el pelo dulcemente.

-Hueles muy bien- me halagó, aumentando así mi vergüenza.

No quise contestar, estaba a punto de sucumbir al sueño. Y fue allí, entre sus brazos, y escuchando los rítmicos latidos de su corazón, cuando me dormí.

viernes, 26 de febrero de 2010

Capítulo 9.


CAPÍTULO 9

Me cogió de la mano y nos dirigimos a unas puertas, donde se encontraban un par de chicas, con el uniforme puesto.

-Hola- saludó Michael amablemente- veréis…mi amiga quiere ver a los delfines y me preguntaba si sois tan amables de dejarnos pasar y estar un rato con ellos.

Parecieron las palabras mágicas. Asintieron con una sonrisa, nos abrieron las puertas, y caminamos al interior. Allí había varias piscinas, abiertas por unos extremos, que comunicaban con la parte donde se hacía el espectáculo. Me asomé con curiosidad, y vi un delfín nadando en círculos. Una de las chicas tocó un silbato que llevaba puesto y, al momento, el mamífero dio un pequeño salto y se quedó tumbado en el suelo, a escasos centímetros de donde yo me encontraba. Me agaché y lo acaricié lentamente, maravillándome con la textura de aquella piel, de su color…Michael se arrodilló a mi lado y lo acarició también.

-¿Sabes?- comentó- también este es uno de mis animales favoritos. Junto con las águilas. Pero también son laas que más odio.

-¿Por qué los odias?

-Porque son libres. Y cuando algo les asusta, vuelan a una velocidad de vértigo, dejando el miedo atrás.

Asentí pensativa.

-A mí también me gustaría ser libre. Y poder huir de vez en cuando. Me gustaría ser alguien normal. Como tú. Supongo que por eso no quiero que te vayas. Eres el vínculo que me une al mundo normal. A mí también me gustaría volar.

Enmudecí. Esa parte era nueva. ¿No quería que me fuera? Iba a decir algo, pero me detuve. Una pequeña lágrima asomó en sus ojos. Esa visión me dolió mucho más que cualquier otra cosa que hubiera visto jamás. Olvidé al delfín y me acerqué a él, que agachó la cabeza, rehuyendo mi mirada. Le toqué la cara, con indecisión, intentando así que me mirara. Y lo hizo. Le contemplé en silencio. Casi podía palpar su dolor, porque ahora también era parte del mío. Así que lo abracé, tan fuerte que hasta me hice daño en las costillas, pero no me importó. Siempre había sido sensible a su dolor. Cuando él lloraba, yo lloraba. Cuando él reía, yo reía. Eso formaba parte de mí. Noté como lloraba en silencio, y yo no era capaz de decir nada. Sólo notaba como sus lágrimas mojaban mi camisa. Al cabo de un rato, dejó de llorar. Pero no se separó de mí. Se quedó apoyado en mi hombro hasta que empezó a oscurecer. La luna comenzó a hacer acto de presencia, iluminando el agua. Michael se separó de mí, y me sonrió. Pero aquella era una sonrisa carente de alegría.

-Gracias-susurró- siento haberte hecho pasar por esto, pero hay momentos en que se me hace demasiado cuesta arriba.

-No tienes que disculparte por nada.- le dije mientras contemplaba el reflejo de la luna en el agua.- No eres el único que tiene esos momentos.

-Pero tu vida es perfecta- me contestó mientras me agarraba la mano.- tienes una familia, amigos, gente que te quiere… ¿qué te puede faltar?

“Tú”, Pensé. “Me has faltado durante 7 meses. Durante todos esos días y esas noches.”

Guardé silencio.

-¿Ves? lo tienes todo. No puedes venirte abajo.

-En algún momento todos nos sentimos solos-me las apañé para contestar, pues los recuerdos de esos 7 meses atrás me estaban creando un nudo en la garganta- y eso también ocurre en mi mundo.

-Vale. Puede que tengas razón- dijo riéndose.- Pero bueno… ¿seguimos aquí no? Eso es lo que hace que la vida merezca la pena. El ahora.

Se incorporó y levantó, tendiéndome la mano para ayudarme a ponerme de pie.

-¿Sabes qué?- me preguntó, repentinamente entusiasmado.

-¿Qué?

-Me apetece ser libre, me apetece volar. Como Peter Pan.-dijo con una fugaz sonrisa.

-¿Y qué piensas hacer?

-Vámonos de aquí. Cojamos un avión, y volemos. Cómo las águilas.

Le miré sorprendida.

-Pero…¿Y tu concierto?

-Que se vaya al infierno. Quiero ver el mundo real, quiero alejarme de esto.

Se dio la vuelta y me miró. Se acercó a mí y cogió mi mano entre las suyas, observándome con intensidad.

-Enséñame tu mundo. Muéstrame tu hogar.

-Michael, no te sigo…¿qué estás intentando decir…?

-Que tú y yo, vamos a viajar esta noche a Madrid, vamos a ir a tu pueblo, y vas a mostrarme aquello. Tu instituto, tus amigos, tu familia…y quiero pedir unas pizzas- añadió riéndose.- Bueno,¿qué me dices

Capítulo 8.


Jamás se me olvidará lo que sentí al cantar con él aquella canción. Nunca olvidaré como me sonreía, ni como entrelazaba mis manos con las suyas, ni cómo me cantaba la canción a escasos centímetros de mí. No me importó lo más mínimo si desafinaba o no, os puedo asegurar que yo no me oía cantar, pero percibía TODO lo que nos rodeaba.

Luego, demasiado pronto para mí, la canción llegó a su fin. Antes de que pudiera reaccionar Michael me abrazó, mientras me decía al oído:

-Gracias por cantar conmigo.

Me apoyé en su hombro, y respiré profundamente. No había nada que pudiera estropear aquel momento. Bueno, casi nada.

-Michael, tenemos que seguir- dijo la voz de alguien que se nos acercaba.

Él me soltó, me dio un beso en la mejilla, y volvió a su puesto para seguir ensayando. El resto del tiempo estuvo innovando nuevos pasos de baile, calentando su voz, y hablando con uno de los técnicos sobre el vestuario. Mientras tanto, yo observaba distraída el ritmo frenético de todas aquellas personas que estaban implicadas en todo ese proyecto.

Pasadas un par de horas (o eso me parecieron a mí), Michael me sacudió el hombro.

-Eh – dijo sonriéndome- ya hemos acabado. Soy oficialmente libre hasta mañana por la tarde.

- Eso es estupendo- comenté.- ¿Qué vamos a hacer esta tarde?

-Mmm, a ver que piense…¿Qué te parece si vamos al Zoo?

Me incorporé de un salto.

-Vale. Pero primero… ¿podemos comer algo?- contesté mientras notaba como me sonaban las tripas…llevaba cerca de 48 horas con 4 galletas y un zumo de naranja en el estómago.

El se rió.

-Podríamos ir a algún restaurante vegetariano, he oído que han abierto uno muy bueno…

Le fulminé con la mirada.

-Era broma…anda vamos- acto seguido me cogió de la mano y nos fuimos.

Volvimos a la limusina, y Michael ordenó al conductor que pasara por alguna pizzería y pidiera un par a domicilio. El camino hacia el Zoo lo pasamos comiendo, intercambiando opiniones sobre el ensayo, gastándonos bromas…

Antes de llegar, Michael hizo un par de llamadas rápidas. Colgó y luego esbozó una gran sonrisa.

-Bueno, ya tenemos el zoo para nosotros solos.

-¿ De verdad?- pregunté asombrada.

Él asintió con la cabeza y con un gesto me indicó que bajara del coche, ya habíamos llegado. Bajamos, y siempre con las manos entrelazadas (como si fuéramos 2 niños pequeños), entramos en el recinto.

Era increíble la tranquilidad de aquel lugar…No se escuchaba nada que no fueran los sonidos de los animales, el movimiento de las hojas de los árboles, impulsadas por una suave brisa…

Visitamos casi todo el zoo: vimos las aves, los gorilas (fue uno de los primeros sitios, ya que a él le encantaban), las jirafas, los elefantes, los osos, los tigres…Mientras veíamos todo aquello él no hacía más que preguntarme cosas sobre mi vida, parecía fascinarle la simplicidad de mi vida y la rutina que llevaba a cabo todos los días. Me preguntó cómo era el pueblo donde vivía, el clima, si había mucha contaminación, me preguntó acerca de cómo era la gente, mis amigos, mi familia…me pasé cerca de 3 horas hablando, a veces algo cohibida, a veces desenvuelta, pero siempre con sus ojos negros incrustados en los míos. Cuando pasamos por el delfinario me detuve.

-¿Qué ocurre?- preguntó sorprendido debido a mi brusca parada.

-¿Podemos entrar?

Asintió.

Nos dirigimos a la parte subterránea, y una vez allí, observamos a los delfines a través de los cristales. Yo los observaba embobada. No había animal que me hiciera sentir tan libre como lo hacían los delfines. Me recordaban al mar, a la libertad, la paz…Michael me apretó la mano.

-Te gustan… ¿verdad?

-Muchísimo – contesté.

Guardó silencio unos instantes.

-¿Te gustaría pasar un rato con ellos?

Me giré sobre mis talones, sin dar crédito a lo que estaba escuchando.

- ¿--¿Qué?

-Si quieres puedo hablar con los encargados para que nos dejen entrar.

-¿De verdad puedes hacer eso?

-Claro. Es posible que no pueda llamar para pedir unas pizzas, pero algunas ventajas tiene ser Michael Jackson- contestó riéndose.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Capítulo 7.


El viaje en la limusina se me hizo corto, bien es verdad que desde que él había aparecido, todos aquellos momentos pasaban rápidamente, como difusos borrones. Jugamos al ajedrez ( una pasada, las fichas eran de gominolas),y he de decir que sí, le gané. Uno de los momentos más divertidos fue cuando intentó mover un peón hacia atrás, cuando percibió que yo lo iba a quitar del medio para matar a su reina.

-¡Eh! No puedes hacer eso!- me quejé, riéndome.

-¿Por qué no?- contestó, poniendo su cara más inocente.

- Pues porque no se puede, está en las normas- dije haciendo un gesto negativo con la cabeza.

- Me da igual, no me vas a ganar- me sacó la lengua haciéndome burla.

Acto seguido, hubo un momento en el que miró por la ventana, distraído. Aproveché y me comí a su reina (literalmente). Cuando se volvió…

-¡Eso es trampa!

- “Yaque Mabe”- contesté con la boca llena, provocándome que no pudiera vocalizar.

-¡Tramposa!- gritó mientras me tiraba encima un puñado de gominolas.

-¡Serás…!- me volví, cogí más gominolas y se las lancé, llenándole de azúcar.

Entre risas empezamos a tirarnos las fichas de ajedrez como 2 niños pequeños, Michael acabó en el suelo de la limusina, protegiéndose la cara con el tablero.

-¡Esta bien! Me rindo, tu ganas.

Justo en ese momento llegamos al lugar del ensayo: un estadio enorme. En ese instante el conductor abrió la puerta que se encontraba a mi derecha, y nos vio a Michael y a mí, bañados en azúcar, y riéndonos a carcajadas.

-Ejem…- dijo el conductor, intentando hacerse escuchar- Disculpen…señor, ya hemos llegado. Michael se incorporó como pudo, salió del coche y se sacudió el azúcar de encima. Le imité.

-¿Qué?¿vamos?- me preguntó.

Asentí y atravesamos las puertas de estadio, inusualmente vacío, de vez en cuando nos encontrábamos a algún técnico de sonido que nos saludaba amablemente, y seguía haciendo su trabajo. Tras caminar por unos pasillos durante unos minutos, dimos con las escaleras que conducían al escenario. Me quedé anonadada. ¡Menudas vistas! El estadio era gigante, mucho más grande que cualquier otro que yo hubiera visto. Me visualicé en la primera fila, literalmente aplastada contra las vallas, gritando a pleno pulmón su nombre y llorando de la emoción. De repente, mi vi separada de Michael. Todos los técnicos de sonido, imagen, vestuario y demás lo acorralaron, haciéndole miles de preguntas y pidiendo su aprobación en cada una de las sugerencias que traían. Supuse que allí incordiaba un poco, así que me fui al lado derecho del escenario y me senté en el suelo, rodeando mis piernas con los brazos.

No sé cuanto tiempo estuvieron “acosándole”, pero debía de ser bastante, ya que ví como el sol se iba desplazando hasta colocarse en el punto más alto.

-Eh, hola- me dijo una voz.

Miré al frente, pestañeando por la ceguera que me había provocado mirar al cielo, y allí estaba Michael, sonriéndome y tendiéndome su mano.

- Ya me han liberado, ahora es cuando empieza mi parte favorita- dijo guiñándome un ojo- anda levanta, que te estás poniendo perdida.

Me levanté, no sin esfuerzo, ya que se me habían dormido las piernas, y observé como Michael se acercaba a donde estaba el micrófono, momento en el que se hizo el silencio. Juraría que podía escuchar hasta los latidos de su corazón.

- Uno, dos, tres, cuatro…- comenzó.

El estruendo de sonido que hubo a continuación casi me dejó sorda. Me alejé rápidamente de la zona de los altavoces, frotándome los oídos. Y fue entonces, cuando distinguí una melodía entre todo aquel ruido…esperé un poco más.

- We’re Takin’ Over
We Have The Truth
This Is The Mission
To See It Through

Sonreí. Intenté cantar también, pero la emoción me obstruía la garganta, impidiéndome así articular palabra.

- We’re Sendin’ Out
A Major Love
And This Is Our
Message To You
(Message To You)
The Planets Are Linin’ Up
We’re Bringin’ Brighter Days
They’re All In Line
Waitin’ For You
Can’t You See . . .?
You’re Just Another Part Of Me . .

Michael seguía cantando, totalmente ajeno a lo que había a su alrededor. Bailaba sin hacer movimientos exagerados, movía los pies, la cabeza, los brazos, la cintura…miraba al frente, pero yo sabía que realmente no veía nada. Estaba en su elemento, en su casa, en su hogar.

El escenario.

El ensayo transcurrió con normalidad. Cantó “Billie Jean, Dirty Diana, Bad, Thriller, Beat It…” cuando empezó a cantar “ I Just can´t stop Loving you” me senté, cerré los ojos y canté también, pero claro, nunca lo bastante alto como para que se me escuchara. De repente, escuché mi voz a través de los altavoces.

“¿Pero qué…?” Abrí los ojos, y vi a Michael, arrodillado enfrente de mí, estirando el brazo y con el micrófono rozándome los labios. ¿Y sabéis qué? No me importó, seguí cantando.

-“I Hear Your Voice Now
You Are My Choice Now
The Love You Bring
Heaven's In My Heart
At Your Call
I Hear Harps,
And Angels Sing

No quería parar de cantar. Veía a Michael, sonriéndome, transmitiéndome confianza, y me sentía incapaz. Además, que demonios, ¿Cuántas veces había soñado que cantaba con él?

martes, 23 de febrero de 2010

Capítulo 6.


Michael insistió en que comiera algo, dado que el día anterior no había ni comido, ni tampoco cenado. Pero creerme cuando os digo que no tenía el más mínimo apetito. El simple hecho de seguir allí era más que cualquier cosa que pudiera querer o necesitar.

Finalmente tuve que tomarme un zumo y algunas galletas bajo su atenta mirada, ya que había dicho que o me tomaba aquello, o me prepararía un plato vegetariano de esos que le gustaban a él. Casi no había terminado la frase cuando yo ya me había bebido el zumo. Cualquier cosa antes que tener que comer…eso. En cuanto terminé…

- Bueno, ¿qué vamos a hacer hoy?- le pregunté con los ojos brillantes por la curiosidad.

- Pues…no estoy seguro. ¿Qué te gustaría hacer?- me respondió con una fugaz sonrisa.

En ese momento sonó el teléfono. Michael se apresuró a cogerlo.

- ¿Diga?

Se escucharon una serie de susurros rápidos, procedentes del otro lado de la línea.

- ¿Per por qué hoy? Creí que habíamos quedado en que se haría el miércoles. Y estamos a Lunes –dijo él, molesto.

Vaya, así que era Lunes…aunque eso apenas explicaba el hecho de por qué seguía llí.

- Bueno, vale. Está bien.- terminó cediendo- espero que esté todo listo cuando llegue. Y por cierto,- continuó, esta vez mirándome a mí.- voy a ir acompañado.- colgó y suspiró, visiblemente enfadado.

- ¿Qué ocurre?- pregunté preocupada

- Me temo que ya tienes plan para hoy.

“Menuda estupidez”, pensé. Como si hubiera algún plan mejor que estar con él en aquella cocina.

- ¿Y bien?

- ¿Te opondrías a acompañarme a unos ensayos? Aún faltan 2 días para el concierto, pero por lo visto tienen prisa.

Me quedé muda de asombro. Michael lo percibió.

- ¿Estás bien?- inquirió.

- ¿ Ensayar? ¿Vas a cantar? ¿Y a bailar? – pregunté, muda de la emoción.

- Bueno, no estará todo tan depurado como en día del concierto, pero se puede decir que sí- contestó, regalándome su sonrisa unos instantes.

- Wow.

No podía ni quería añadir más. Yo jamás había tenido el privilegio de verle actuar, al menos no en persona, y lo que me estaba ofreciendo era mucho más de lo que podía esperar.

- Bueno, ¿Qué dices?

- ¿Cuándo salimos?- pregunté.

Michael se echó a reír ante mi entusiasmo.

- Pues…en cuanto nos arreglemos. Puedes usar el baño del segundo piso. Y por cierto, - dijo mirándome antes de darse la vuelta.- pedí que te compraran algo de ropa, pero…no sé si…habrán…acertado con tu talla. –bajó la mirada, sonrojándose un instante, y luego se marchó escaleras arriba.

Me quedé ahí, plantada en la cocina unos minutos, todavía sorprendida; hasta que reaccioné y subí al baño. Efectivamente, me habían comprado ropa. La habían apilado cuidadosamente sobre una banqueta. Empecé a coger prendas, intentando decidir que ponerme, cuando llegué la conclusión de que sin duda, se habían pasado comprando. Allí había de todo: pantalones, vestidos, camisas, camisetas, cajas de zapatos…etc.

Finalmente, me decanté por unos vaqueros negros, una camiseta de tirantes blanca, y una camisa negra, estilo “Black Or White” aunque eso él, aún no lo sabía. Me duché rápidamente, me vestí, calcé y peiné con mucha más prisa de lo habitual, me cepillé los dientes, y fui a su habitación. Estaba cerrada. Golpeé suavemente la puerta con los nudillos.

-¿Michael?

- Ya salgo – dijo su dulce voz al otro lado de las puertas.

-¿ No tendrás por casualidad algún sombrero de fieltro que me pueda poner, verdad?

Oí su risa como a lo lejos.

- Sí, de esos creo que tengo algunos. Espera.

Esperé unos instantes y la puerta se abrió. Michael se apoyó en el marco de ésta, ofreciéndome el sombrero. Me lo puse rápidamente y dí un giro rápido para que me viera.

- ¿Qué tal estoy?- pregunté sonriente.

- Muy guapa – contestó, provocándome así que me ruborizara levemente.- Por cierto, me gusta ese estilo, puede que te lo copie.

- Ya lo veremos- contesté con una risita, sabiendo que iba a ser así.

- Bueno…¿Qué me dices…nos vamos?

Asentí rápidamente y él me tendió su mano, la cual cogí sin pensármelo dos veces. Nos subimos en su limusina y nos fuimos. Él hacía su ensayo…y yo, hacia otro sueño por cumplir.

domingo, 21 de febrero de 2010

Capítulo 5.


Efectivamente, Michael se fue a la media hora, despidiéndose de mí con un beso en la mejilla. “Nos vemos mañana” había dicho. “Eso espero” había pensado yo. Nada más marcharse, volví a sentir un vacío en mi pecho, ya le añoraba. “Al menos aún sigo aquí” medité, paseando por la habitación que había dispuesto para mí.

Michael me había dado libertad para hacer lo que quisiera. Ir al parque de atracciones, ponerme películas en el cine, dar una vuelta en quads…lo cual me venía de perlas, cuanto más tiempo estuviera ocupada menos ganas tendría de dormirme. Salí afuera. Hacía frío, así que cogí una chaqueta suya que me había prestado (“espero que no te importe…” me había dicho), y comencé a dar una vuelta. Di largos paseos alrededor de aquella casa, perdiéndome en mis pensamientos, analizando cada detalle de todo lo que había ocurrido, memorizando su rostro en mi mente, mil veces más perfecto de lo que nunca jamás hubiera podido imaginar. Pasé por la noria, y me subí sin pensármelo 2 veces. Y mientras daba vueltas y vueltas, y más vueltas, contemplé el cielo, y las estrellas, nuevamente maravillada por su belleza. Desde allí se veían mucho mejor que donde yo vivía. El encargado de la atracción hizo parar la noria en el punto más alto, donde yo me encontraba. Se lo agradecí en mi fuero interno. Respiré profundamente,disfrutando cada instante que aquel sueño me estaba brindando. Jamás pensé que mi imaginación daba para tanto, nunca me había considerado una chica con muchas luces, y estaba gratamente sorprendida. Me quedé mirando al cielo, en silencio, contemplando las estrellas. Recordaba cuando en mi casa miraba al cielo y me preguntaba si Michael se encontraría allí, sonriendo. Y ahora…ahora él estaba aquí, sonriendo para mí. Nadie podría imaginarse la felicidad que me embargaba en aquel momento.

No sé cuanto rato pasé allí, suspendida en el aire, quizás fueron horas. Al final el encargado volvió a poner en marcha la atracción, hasta que pude bajar.

-Es ya muy tarde, señorita- de dijo con una amable sonrisa.- ¿No desea acostarse ya?

- No, a veces es mejor seguir con los ojos cerrados.- contesté

Obviamente, no pareció entender el sentido de mi frase, pero tampoco me importó. Fui al cine para ver alguna película, cuando me preguntaron que quería ver, pedí Peter Pan.

Y allí estaba yo, a las 4 de la mañana, viendo la película que más significaba para mí en ese momento, cuando me quedé dormida.

De nuevo un resplandor interrumpió mi sueño. “Mierda, mierda, mierda. Me he dormido” No quería abrir los ojos, quería seguir durmiendo, quería seguir viviendo de mis sueños, de ese modo era mucho más feliz. Me concentré unos momentos. Vale. Me encontraba en una superficie blanda, por lo que deduje que había vuelto a mi pequeña cama de mi pequeña habitación, de mi pequeña casa, de mi pequeño pueblo. Y en el instante en el que iba a abrir los ojos, preparada para dejar atrás aquellos momentos que había pasado únicos e inolvidables, percibí algo. Su olor. Me toqué los brazos. Por el tacto, parecía que seguía llevando su chaqueta. “Esto se me está empezando a ir de las manos”.

Suspiré y abrí lentamente los ojos. Y lo que vi me hizo sonreír de alegría. ¡Seguía allí! Reconocí la cama que me envolvía, el espejo de medial luna del fondo de la habitación, el anticuado armario, la alfombra de lana, el cuadro de Peter Pan…

Pegué un salto de la cama y abrí la puerta de un tirón, riéndome eufórica.

-¿Michael? ¡Michael!¡Ya estoy despierta!- grité a pleno pulmón mientras bajaba las escaleras de dos en dos.

Me frené en seco. Un segundo. Si no estaba dormida, ni soñando, ni nada por el estilo… ¿qué estaba pasando aquí?¿ Y si realmente estuviéramos en el año 1989?¿ Qué demonios había pasado?

Una voz me sacó de mis angustiosos pensamientos.

-¡Estoy en la cocina!

Sonreí. No sé cómo lo hacía, pero por muy asustada o preocupada que estuviera, siempre que oía su voz, lo único que podía sentir era alegría.

Terminé de bajar las escaleras y me precipité hacia la cocina. ÉL estaba ahí, bebiéndose un vaso de zumo mientras jugueteaba absorto con uno de sus rizos. Rodeé la mesa y le abracé con fuerza, maravillándome de nuevo con los latidos de su corazón, regulares y firmes, y su acompasada respiración.

-Hola- dijo sonriendo mientras que con una mano me secaba las lágrimas que involuntariamente se habían escapado de mis ojos.-¿Estás bien?

-Claro. Sigues aquí- contesté separándome de él y sentándome enfrente suya, perdiéndome en su mirada.

-Pues claro- dijo con una risita- ¿Dónde iba a estar si no?

Esa sin duda era la mejor pregunta que me habían hecho jamás.

Capítulo 4.


El resto de la mañana fue increíble. Nos subimos en las atracciones (añado que hubo un momento que no lo pasé demasiado bien, ya que Michael insistió en que nos subiéramos al Zipper). Le advertí que me mareaba con poca cosa, a lo cual él respondió que duraría muy poco tiempo. Y no sé si fue por venganza o por qué, pero no hizo parar la atracción hasta que pasaron unos 15 minutos. Recuerdo que al bajar no pude mantenerme de pie, y Michael tuvo que sujetarme y llevarme a un banco hasta que se me pasó el mareo, haciendo bromas sobre el color verde de mi cara.

Más adelante nos fuimos al zoo, me dejó dar de comer a las jirafas (también tuvo que ayudarme, creerme que eran enormes y en algunos momentos sentí que si me pisaban me despertaría del sueño)

A la hora de comer, cuando fuimos a la cocina, le pregunté.

-Bueno. ¿Qué hay de comer?

-Mmm, no estoy seguro- dijo echando un vistazo a la nevera- te apetece algo de verdura?- concluyó, volviéndose hacia mí.

Hice una mueca de desagrado.

-¿No tienes otra cosa? ¿Carne, por ejemplo?

-Me temo que no- me contestó apenado.- Soy vegetariano.

Me rugieron las tripas. Suspiré.

-¿Sabes qué? No importa, tampoco tengo tanta hambre.

Negó con la cabeza.

-De eso nada. Acércame el teléfono, por favor. Voy a pedir unas Pizzas.

Mac aulló de alegría a mis espaldas.

-¡Bien! Por fin algo que no son ensaladas, ni champiñones, si salteado de verduras…puag.

Michael le ignoró y cogió el teléfono, marcando un número.

- Mike, creo que no deberías hacer eso. En cuanto digas la dirección van a pensar que les estás tomando el pelo.- comentó Mac, divertido.

- Sí, y más aún cuando te dé por decir “Hola, soy Michael Jackson, y quiero una pizza a domicilio, por favor”.- apostillé.

Mac y yo nos echamos a reír, divertidos. Me acerqué a Michael y le quité el teléfono de las manos.

- Anda quita, ya comeré algo cuando llegue a casa.

- ¿Segura?

- Completamente.

Más entrada la tarde fuimos al cine, donde intentó enseñarme algunos de sus movimientos de baile. Le advertí que era inútil, que tampoco había nacido para el baile. Pero insistió, siempre con esa sonrisa, SU sonrisa. No tardó mucho en darse por vencido, ladeando la cabeza a ambos lados, disgustado.

-Eres imposible.

-Ya te lo advertí- contesté con indiferencia.

Fuimos a su pequeño “estudio de grabación” donde me enseñó cada single, cada disco. Me habló de su árbol, y bromeó diciendo que si subiera yo tal vez consiguiera bailar. Empezó a remover entre un montón de papeles y partituras.

-Mira- me dijo, alargándome un papel- es una canción que he compuesto para mi próximo disco.

Miré la hoja con curiosidad, intentando averiguar de qué canción se trataba, a sabiendas de que no me llevaría ninguna sorpresa. Al principio, no distinguí nada, estaba toda la hoja llena de borrones, tachones, y una letra bastante poco legible. Pero alcancé a leer tres palabras. “Black Or White”

-Aún no sé como quiero que suene, pero si he pensado en el videoclip, ¿sabes?, me gustaría que estuviera basado en las diferentes culturas del mundo- añadió, con un suspiro.

-Sería precioso- afirmé, totalmente segura de mis palabras.

Me miró seriamente, lo cual me sorprendió, ya me había acostumbrado a la calidez de su mirada, y a su sonrisa, y aquello me desconcertó un poco.

-No digas nada de esto, es secreto profesional- dijo, enfatizando cada palabra.

Suspiré, bastante más tranquila

-Descuida. Soy una tumba.

En ese momento, una mujer del personal de limpieza entró en la habitación.

-Michael, ha llamado Elizabeth, viene a recogerte en media hora.

Un estremecimiento de pánico inundó mi cuerpo. ¿Significaba eso que, cuando él se marchara, me despertaría? No quería despertarme, no ahora. Un par de lágrimas brotaron de mis ojos. Él se dio cuenta, y rápidamente se acercó a mí preocupado, abrazándome dulcemente.

-¿Qué es lo que va mal?

-No es nada- conseguí decir a duras penas- no quiero irme.

Angustiada, rompí a llorar, revelándome contra lo inevitable. Le abracé con fuerza, intentando evitar así que se marchara, o que me marchara yo. Michael me besó el pelo, mientras intentaba consolarme.

-No llores, no pasa nada, aún no me voy… Espera, tengo una idea.

Dejé de llorar casi al instante. Si tenía algún remedio para evitar que me despertara, valía la pena escucharlo.

-¿Por qué no pasas la noche aquí? Diré que te preparen una habitación y que te traigan algo de ropa. Mañana estoy libre todo el día, podrías pasar otro día en Neverland, ¿qué me dices?

Me pareció una excelente idea. Aunque una cosa tenía clara: Debía evitar, de todas las maneras posibles, dormirme, ya que era probable que si me durmiera, me despertara donde había comenzado todo.

-Está bien- contesté, volviendo a sonreír- me quedo.

Capítulo 3.


Oía su risa a mis espaldas, y sentí unas ganas irrefrenables de parar de correr y darme la vuelta para poder verle, pero en ese momento sentía aprecio por mi integridad física. Pero como no, trastabillé y caí de una forma muy poco elegante en el suelo. ( eso también es típico de mí…)

-¿Estás bien?- noté como se acercaba a mí y apoyaba su mano en mi espalda, preocupado.

-Oh sí, tranquilo, me sucede a menudo.

Me incorporé a duras penas, la verdad es que me había hecho daño en una de las manos. Conociendo mi mala suerte, no me extrañaría nada que me la hubiera dislocado.

-Espera, que te ayudo- se ofreció.

Con un solo brazo, y con una fuerza sorprendente, me levantó del suelo para ponerme de pie.

-Gracias- musité.

Me pasó un brazo por los hombros, y antes de que tuviera tiempo de reaccionar, me tiró un globo en la cabeza, empapándome. (De nuevo). Se empezó a reír con ganas. Yo intenté mirarle furiosa, pero por más que lo intentaba, me era imposible.

- T -te lo debía- me advirtió.

Me dio un apretón en la mano y aullé de dolor.

-¿Qué ocurre?-preguntó con gesto de preocupación.

- Supongo que me he hecho daño en la mano.

-Anda ven, vamos a casa a ponerte unos hielos.

Acto seguido, echó a caminar, bastante deprisa he de añadir, por lo que a duras penas podía seguirle. Cuando vio que me retrasaba, aminoró su marcha, sin impacientarse.

- B -bueno, cuéntame- dijo, intentando sacar un tema de conversación.- ¿qué hacías dormida en la puerta de mi casa?

Me paralicé. ¿Qué se suponía que tenía que decirle? ¿La verdad? Porque sinceramente, aunque aquello no fuera más que un sueño, no podía decirle el motivo real de mi visita, no quería estropear todo de ese modo. Así que me inventé la excusa más obvia que se me ocurrió.

- Y - Yo…bueno…quería conocerte. En principio sólo iba a estar un rato, pero estaba muy cómoda allí y me quedé dormida. Lo siento…- me sentí idiota. Sonaba todo tan ridículo…

- T - Tranquila, no pasa nada. Puedes pasar el día aquí si lo deseas. Oh…- se interrumpió.

- ¿ -Qué pasa?

- P -Pues…todo el día no va a poder ser…tengo una entrega de premios.

“Por supuesto” pensé.

Eso me hizo pensar…aunque aquello no fuera más que un sueño… ¿en qué año me encontraba? Observé a Michael detenidamente mientras él miraba absorto al suelo, supuse que inmerso en sus pensamientos.

Tenía la piel ligeramente bronceada, de ahí deduje que deberíamos rondar más o menos el año 1987 o 88…Llevaba el pelo recogido en una coleta, por debajo de su clásico sombrero de fieltro. Un rizo caía graciosamente sobre su frente. Sí, 1987, 1988, o quizás, 1989. Pensé en preguntarle en qué año estábamos, pero estaba segura de que si lo hacía, me miraría como si estuviera loca y seguramente llamaría a los guardias de seguridad.

-¿Quién te va a entregar el premio?- Pregunté, intentando así llegar antes a una conclusión.

-¿Qué?- contestó distraído. Sea lo que fuera que estuviera pensando, le había interrumpido el hilo de sus pensamientos.- Oh, Elizabeth Taylor. Mi dulce Elizabeth…-concluyó, esbozando una sonrisa.

Cavilé en mi mente unos instantes. Definitivamente, 1989, no me cabía ninguna duda.

- Bueno, no pasa nada. Supongo que en algún momento tendré que llegar a casa- el simple hecho de pensarlo me hizo estremecerme, no quería irme.

- Tranquila, haré que te lleven a casa.

Me reí entre dientes.

-¿Qué es tan gracioso?

- Pues que vivo en España.

- ¿Y cómo es que hablas tan bien el Ingles?- me preguntó con curiosidad.

“Eso mismo quisiera saber yo” pensé hacia mis adentros.

- Supongo que se me da bien- dije, encogiéndome de hombros.

Llegamos a la casa. Me cogió del hombro y me guió hasta la cocina. Se acercó al congelador y sacó unos hielos, envolviéndolos en un trapo. Luego se volvió a mí, y con un cuidado extremo, presionó suavemente el trapo contra mi dolorida mano. Me entró un escalofrío.

- Gracias – susurré.

Dio un paso hacia atrás y me contempló con expresión divertida.

- No me lo digas- adiviné- estoy echa un asco (supuse que aparte de empapada, llena de barro)

- No tanto…Mac y yo hay días que acabamos mucho peor.

Sonreí con ganas, reproduciendo esa escena en mi mente.

-¡Michael!- gritó una voz. Me giré y vi a Mac, que me saludó nada más verme.- hola.

- Hola- le contesté amablemente.

Michael se acercó a mí, siempre sonriendo.

- Bueno, y hasta que llegue la hora de irse, ¿qué te apetece hacer?

Lo medité unos instantes, para luego esbozar una sonrisa.

-¡Cualquier cosa!

Capítulo 2.


-Vale, definitivamente, estoy soñando –eso era obvio. De lo contrario, ¿qué hacía Michael Jackson recostado sobre el marco de la puerta, sonriéndome?
El se rió entre dientes.
-No realmente, de hecho, te encontraron los guardias de seguridad tumbada en el suelo, en las puertas de mi casa.
Ja. Vale, esa sí que era buena. ¿Desde cuándo entendía todo lo que me decía? Me refiero al hecho de que el inglés nunca ha sido mi fuerte, y le estaba entendiendo perfectamente. Pero bueno, a estas alturas, casi que ni me importaba, ya que lo que estaba viendo en ese momento,(ya fuera producto de mi imaginación o no) superaba con creces todas mis expectativas. Me quedé observándole con los ojos abiertos como platos, incapaz de articular palabra alguna, ni de llorar, estaba totalmente paralizada.
Él volvió a sonréir…(¿he mencionado que su sonrisa era mucho más bella que la que luce en las fotos?)
-Bueno, no quiero molestarte- dijo
-No, no, no molestas…- contesté sin salir de mi asombro.
-No importa, de verdad. Si necesitas cualquier cosa, estaré en el jardín, ¿vale?
Acto seguido se dio la vuelta, salió de la habitación, y cerró la puerta tras de sí. Como pude me senté en la cama, intentando calmarme y procesar todo lo que había pasado. Me pellizqué en la palma de la mano, y solté un pequeño grito de dolor. “está bien” pensé. “está claro que estoy soñando, eso por descontado. Así que al menos voy a disfrutar lo que dure este sueño”. No quería ni pensar lo que me iba a doler despertarme, pero en aquel momento, no me importo lo más mínimo. Me calcé rápidamente y abrí de un tirón la puerta, avanzando por ese pasillo que tantas y tantas veces había visto en múltiples reportajes. Aquel pasillo parecía interminable, hasta que llegué a una habitación de doble puerta, protegida por dos figuras de dos niños que se agarraban las manos. Supe de inmediato que ÉSA era SU habitación, y sentí unas ganas inmensas de abrir las puertas y observar su habitación, pero aquel no era el momento. Descendí por las escaleras, acariciando con mi mano cualquier cosa que encontraba en mi camino: la pared, cuadros, fotografías… quería memorizar cada detalle en mi mente, para luego recordarlos en los momentos en los que me hiciera más falta. Paseé por el salón, observando cada cosa, admirando la belleza de aquel lugar…
Y en eso estaba, cuando oí unas risas en el exterior de la casa. No me lo pensé 2 veces, busqué la puerta que comunicaba con el “jardín” (yo jamás he visto un jardín de más de 1000 hectáreas, pero bueno…). Finalmente conseguí salir, y contemplé extasiada el paisaje que se alzaba ante mis ojos. Había césped por todas partes, hasta donde no me alcanzaba la vista. A lo lejos, podía distinguir aquellas atracciones que tantas veces había soñado probar, a pesar de mi facilidad para marearme. Algunos árboles rodeaban el contorno del paisaje, dotándolo así de una belleza inigualable en todos los sentidos. Había pequeñas flores, tan hermosas, que me daba pena tener que pisarlas” Y ese aroma…el mismo que sientes cuando te encuentras en medio de un bosque, lejos de la contaminación, de los coches, de los ruidos, del humo…
En ese momento, y no sé como narices ocurrió, note a alguien avanzando hacia mí por detrás, volcándome un cubo enorme de agua encima. “perfecto”farfullé.
Me dí la vuelta y ví a Macaulay Culkin riéndose a mandíbula batiente. Podría haber optado por enfadarme, pero en vez de eso, rompí a reír. Sin duda era el mejor sueño que podría tener jamás, y estaba dispuesta a disfrutarlo, estaba dispuesta a ser niña de nuevo.
-¡¡Mac!!-gritó una voz enfadada.
Me giré nuevamente y le ví a él, mi milagro personal, corriendo hacia nosotros. Se acercó a mí con gesto de preocupación.
-Lo siento, ¿estás bien? ¡Mac! Ya te dije que a ella no! Mira como está, la has empapado- dijo disgustado.
-No, no pasa nada. En serio- le contesté con una media sonrisa
- De verdad?
Asentí para inspirarle confianza.
- Michael…¿puedo pedirte un favor?
- ¡Claro!
Sonreí. (ya había oído esa frase antes). No dije nada, me lancé a sus brazos en cuanto terminó de hablar. Le rodeé con mis brazos, aspirando fuertemente su olor, que cómo no, me pareció único y muy muy agradable. Me apoyé en su pecho, notando su respiración…oyendo los latidos de su corazón…era todo tan real…ahora tenía claro que despertarme me iba a causar un dolor físico, no me cabía duda.
En eso estaba, cuando ví a Mac, ofreciéndome un globo lleno de agua, y haciéndome gestos para que lo estallara en la cabeza de Michael. Sonreí y cogí el globo, a sabiendas de que aunque fuera el Michael Jordan de las guerras de globos, de aquella no se iba a escapar.
Así que alcé mi brazo y disimuladamente, dejé caer el globo sobre su cabeza. Se explotó y en un instante, Michael estaba empapado. Me miró algo molesto, luego su expresión cambió a algún sentimiento similar a la sorpresa, y luego esbozó una ancha sonrisa, dejando entrever sus blanquísimos dientes.
-Muy bien- dijo con cierto aire de suficiencia- ahora verás.
Se acercó a un cubo y saco no uno, ni dos, ni tres…sacó unos 5 globos de agua.
-Ya puedes correr- susurró con dulzura.
No me lo pensé dos veces. Me quité las zapatillas con 2 tirones y eché a correr con más fuerza y energía que había recordado nunca, riéndome como cuando era niña.
“De acuerdo” pensé, mientras esquivaba los globos de agua que se me venían encima como podía, “puede que sea un sueño, pero que demonios, ahora sí que soy feliz”

sábado, 20 de febrero de 2010

Capítulo 1.


Cerré los ojos con fuerza, cogí aire, y salí del coche. Sentí la suave brisa acariciando mi pelo, el ligero aroma que desprendían los árboles, y me inundó una sensación de tranquilidad, como si al haber llegado a ese lugar, todas mis inquietudes, mis miedos y me tristeza, hubieran desaparecido.
Cogí aire una vez más, preparada para mi segurísima reacción, y abrí los ojos.
Y allí estaba, delante de esas puertas que tantas veces había soñado atravesar, aquellas puertas que me hacían sentir niña de nuevo, aquellas puertas que parecían abrirse a un mundo mágico, lleno de inocencia y amor. Las puertas de su casa, de mi vida: las puertas de Neverland.
Sin darme cuenta, las lágrimas asomaron a mis ojos. Sabía que iba a llorar, por descontado. Y aunque una voz en mi cabeza me sugería que me fuera, que de lo contario iba a sufrir, no podía abandonar ese lugar.
Me acerqué a las puertas y acaricié una de ellas suavemente con una mano. Sentí que se me doblaban las rodillas…y me desplomé en el suelo.
Comencé a llorar en silencio, como si no quisiera perturbar la paz que embargaba aquel sitio. Y fue entonces cuando toda la rabia y frustración que con tanto cuidado había intentado ocultar, salieron a flote. Seguía sin comprender cómo ni por qué ÉL había tenido que irse, aún lo necesitábamos con nosotros; yo le necesitaba conmigo. Necesitaba saber que aunque no le pudiera ver, o hablar, o sentir, el seguía aquí; con su música, su sonrisa…saber que nos seguía calentando el mismo sol e iluminado la misma luna…saber que mi Peter Pan aún no quería echar a volar…
Una brisa de aire caliente volvió a removerme el pelo. Lloré y lloré hasta que mis ojos se quedaron secos. Empezaba a oscurecer, pero no quería irme. Ahora que había conseguido tranquilizarme, sabía que si me marchaba me volvería a derrumbar, y algo me decía que si ocurría, sería muchísimo peor.
Así que suspiré, me recliné de espaldas contra las puertas, y cerré los ojos, durmiéndome casi al instante.

Me despertó una luz cegadora. Cerré los ojos con fuerza, molesta por aquella luz. Rodé de lado para estirarme, y fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba en el sitio en el que me había dormido. Me encontraba tumbada en una superficie blanda y mullida.
“Estupendo” pensé desilusionada. “ha sido sólo un sueño”
Abrí los ojos, y casi grité de incredulidad al ver que el lugar donde me encontraba no se parecía ni mucho menos a mi pequeña y desordenada habitación.
Estaba en una cama, cubierta por un edredón de seda. (Cama que por cierto era muy grande, más grande de lo que yo recordaba haber visto jamás). La habitación no era muy grande, pero estaba decorada de tal manera que me hacía sentir lo contrario. En una esquina había un armario, demasiado anticuado para mi gusto. Una alfombra de lana cubría el suelo de la habitación.
Me incorporé y me levanté, apoyando mis pies descalzos en aquella alfombra, sorprendentemente suave al tacto. Me dirigí a un espejo de media luna, para observar mi aspecto, como cada mañana. Me encontraba vestida exactamente igual que en mi sueño de la noche pasada.
“Que cosa más rara…”pensé.
Y de repente, ví algo que me dejó literalmente pasmada. En el reflejo, se observaba claramente encima de la cama, un cuadro de dimensiones gigantescas. No obstante, lo que me sorprendió no fue el cuadro en sí, si no lo que se hallaba dibujado en su interior.
ÉL, Michael Jackson, caracterizado como Peter Pan.
-¿Pero…qué narices…??- murmuré, incapaz de ocultar mi desconcierto.
-Hola.- susurró una voz suave y musical a mis espaldas- por fin despiertas.
Me giré sobre los talones lentamente y observé a la persona que me había hablado, aún sin poder dar crédito a todo lo que estaba pasando.