Capítulo 94

Dicen que cuando eres feliz, el tiempo transcurre rápidamente ante tus ojos, que apenas tienes noción del tiempo, del ayer, del presente, del mañana. Lo que no dicen es que cuando eres feliz al lado de la persona que quieres, los meses se convierten en simples pestañeos.

Y así fue. Si tuviese que recordar algún detalle en concreto de aquellos 5 meses anteriores, seguramente me quedaría en blanco. Pues durante todo ese tiempo, únicamente un nombre sobrevolaba mi mente: Michael.

Era increíble la cantidad de maneras diferentes que tenía de quererle, nunca me había parado a contarlas, pues la verdad es que cada momento que pasábamos juntos era único, diferente y por ello, especial. Cualquiera de ellos: Desde aquel en el que me despertaba por las mañanas con un dulce beso para después deleitarme con esa sonrisa, SU sonrisa, pasando por todas las conversaciones, las habladas y las que no, porque creedme cuando os digo que muchas de ellas transcurrían en silencio, pues no hacía falta. Si algo había aprendido en todo ese tiempo es que no necesitaba decirle nada, pues él ya lo sabía todo. Y es que… podría quererle toda una eternidad, y ni aún así sería suficiente.

La mañana del 21 de Febrero empezó como cualquier otra que hubiese deseado. Percibí los labios de Michael deslizándose con suavidad por mi mejilla. Aún medio dormida como estaba, no pude evitar estremecerme al sentir su dulce respiración tan cerca de mí.

-Michael, es pronto aún… Déjame dormir un poco más…- Murmuré arrastrando las palabras.

-No he entendido nada de lo que has dicho. ¿Has inventado un nuevo idioma?

Le escuché reírse. Así que le ignoré y me tapé la cabeza con la almohada.

-Sí, lo inventé ayer-contesté de mala gana- y ahora mismo estoy pensando en como se dice “Te odio”

-Vale, en lo que lo piensas… ¿No crees que es hora de empezar a despertarse?

-No, tengo sueño.

-Has dormido 13 horas. ¿Cómo es posible?

-No son suficientes. Cuenta con que son las 9 horas reglamentarias mías más las 9 de tu hijo. Así que aún me quedan 6 más. Buenas noches.

-Eres imposible-le escuché decir mientras me quitaba la almohada de la cabeza.

-¡Oye! Devuélvemela. Tu hijo la necesita.

-No.

Le saqué la lengua y me incorporé muy despacio, con una mano fija alrededor de mi ya enorme vientre.

-Eres un mal novio y un mal marido, me voy a chivar a los paparazzis, que lo sepas.

No me contestó. Únicamente se inclinó sobre mí para besarme una, dos, tres veces… A la quinta estaba completamente despierta e intentando desabrochar los botones de su camisa. Él se separó e incrustó sus ojos en los míos, con ese fuego en la mirada que tantas y tantas veces me había vuelto loca. Le interrogué con la mirada en busca de ese consentimiento por su parte, pero no fue necesario. Cuando sus labios comenzaron a descender por mi cuello, supe que me lo había dado.

Y en esas estaba, inmersa y con toda mi atención puesta entre sus labios y el poco espacio que nos separaba, cuando una patada proveniente de mi vientre me hizo soltar un leve gemido. Michael sonrió y sin más, colocó la mejilla con suavidad sobre él y guardó silencio, atento. Y de nuevo, la patada se repitió. No quise decir nada, pues ver la cara de absoluta felicidad de Michael mientras escuchaba a su hijo a través de mí, quitaba las palabras a cualquier persona que lo presenciase. Finalmente, tras unos minutos, volvió a incorporarse para besar mi frente y colocar un mechón de pelo detrás de mi oreja.

-Va a ser futbolista- Anunció.

-O un gran artista, como su padre.

- Es pronto para saberlo, ¿No crees?

-Pues sí. Seguramente no sea ni lo uno ni lo otro, yo creo que se ha enfadado porque me has despertado.

Una vez más, esbozó su sonrisa torcida y se mordió el labio inferior.

-O más bien, por cómo te he despertado…-Sugirió guiñándome un ojo.

Me faltó poco para lanzarme sobre él para comérmelo a besos, pero como siempre, me detuvo a unos cuantos centímetros de llegar a sus labios.

-Venga, vamos a levantarnos, que el médico viene a revisarte en una hora y no querrás que nos encuentre en estos menesteres… ¿Verdad?

-Sinceramente Michael, me importa bien poco-contesté volviéndole a tumbar en la cama.

Cómo no, apenas tardó en zafarse de mi abrazo y levantarse de la cama, no sin antes asesinarme con la mirada.

-No sé en qué clase de monstruito te has convertido desde que estás embarazada, pero vas a acabar conmigo. Necesito descansar para comer algo, casi no me quedan fuerzas-comentó volviendo a sonreírme con esa picardía tan típica de él.

-Sólo intento recuperar el tiempo perdido, Mike…

-¿Y qué te parece si seguimos recuperándolo después de desayunar algo y de la revisión del médico?

¿Por qué siempre tenía que decirme las cosas con aquella mirada tan arrebatadoramente seductora? Así cualquiera le negaba nada.

-Vale, vale. Voy al baño a lavarme la cara y bajamos.

Me levanté aún refunfuñando y caminé arrastrando los pies hasta el baño, cerrando la puerta tras mi paso. Abrí el grifo del agua fría y suspiré, cerrando los ojos unos instantes.

-Hola Isabel.

No me lo esperaba. Me di la vuelta con la mano en la garganta por la sorpresa para encontrarme con los ojos de Eric, que me contemplaba sonriente apoyado contra uno de los muebles.

Miré inquieta al otro lado de la puerta.

-Tranquila, no puede escucharnos.-contestó respondiendo así a una pregunta que aún no había formulado.

-¿Qué quieres?

-Ha llegado el momento.

-¿Qué…? ¿A qué te refieres?

En vez de responderme, dirigió sus ojos a mi vientre, que fue sacudido al instante por un extraño dolor. Bajé la mirada. En ese momento lo comprendí todo. Había roto aguas. Alcé de nuevo la vista, pero Eric había desaparecido, dejándome sola sin saber muy bien cómo actuar.

Abrí la puerta del baño para encontrarme a Michael de espaldas a mí, jugueteando distraído con uno de sus sombreros.

-Esto… Mike…

-¿Sí?

Se dio la vuelta para mirarme y lo vio. La sonrisa que esbozó a continuación me dejó sin respiración. Me cogió de la mano y me ayudó a recostarme sobre la cama.

-No te muevas, voy a llamar a la ambulancia y en seguida vamos al hospital.

Me besó una vez más y desapareció a la velocidad del rayo.

Era el momento.

Prince Michael II (Blanket), 21 de Febrero de 2002.