Y ahí estaba yo, en lo más
alto del cielo, allá donde ningún humano podría verme, observándola dormir.
Observé su dulce rostro, al fin en calma después de tanto sufrimiento, su pelo
negro tapándole gran parte de su cuello, su respiración, acompasada y lenta.
Una lágrima rodó por mi mejilla. No quise retenerla. Quise de nuevo estar a su
lado, abrazarla y besarla, como desde el primer día que la conocí. Una mano se
posó sobre mi hombro. No me hizo falta girarme para darme cuenta de quién se
trataba.
-Hola Eric.
No me respondió, se limitó a asentir con la cabeza y a
observar lo mismo que estaba observando yo, a Isa, tan cerca, pero a la vez tan
lejos de mí.
-¿La echas de menos?-preguntó.
-Cada segundo que pasa.
-Lo superará.
-Por supuesto, ella es fuerte. Ha sido capaz de
enfrentarse al mismo infierno sólo por mí. Saldrá adelante.
Silencio. No había necesidad de hablar. Podría pasarme la
eternidad observándola dormir, velando por sus sueños y luchando contra sus
pesadillas.
-Eric-dije tras lo que a mí me parecieron horas- gracias
por darme esa oportunidad.
-Sabes que jamás lo hago. No puedo hacer volver a la gente
que fallece atrás en el tiempo, al final no pueden soportar el calvario de
tener que vivir y pasar por lo mismo de nuevo, y acaban volviéndose locos. Pero
supe que tú podrías con ello.
-No ha sido fácil.
-¿Por qué ella, Michael? ¿Por qué decidiste regresar al
pasado? ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenías?
-En realidad, ninguna. Es cierto que echaba de menos a mi
familia, a mis hijos, a mis padres, a mis fans… pero aquí era feliz. Estaba a
salvo de aquellas personas que me hundieron la vida-contesté mirando hacia
abajo- hasta que la vi, en las puertas de Neverland. Recuerdo que la vi llorar
durante horas y horas, a pesar del frío que hacía, pero no quiso irse. Parecía
querer aferrarse a mi recuerdo, a algo que jamás pudo experimentar ni vivir. Y
lo supe, Eric. Supe que si tenía que existir alguna persona que me amase, que
fuese capaz de interponerse entre cualquier cosa para evitar que me hiciesen
daño, que estuviese dispuesta a dar su vida por mí… tenía que ser ella. Por eso
te pedí que me dejases volver.
Él guardó silencio unos segundos, meditando mis palabras.
-¿Te arrepientes de algo?
-Quizás, de haberla dejado marchar en tantas ocasiones y
verla volver años después. Pero tú pusiste tus clausulas, dijiste que todo
tendría que ser exactamente igual que mi vida anterior. Hubiese deseado no
alejarla de mi lado jamás, haber escuchado sus ruegos, haberla dejado
protegerme. De ese modo, ahora seguiría allí, a su lado. Pero tú tenías tus
normas, y las cumplí. Aún así, no me arrepiento de nada. Volvería a vivir lo
mismo cientos de veces, siempre que Isa me acompañara.
-¿Sabes?- comentó Eric- a pesar de ser tan insistente, me
caía bien. Me reí mucho a lo largo de estos años, Mike.
Sonreí, pero esa sonrisa no me llegó a los ojos. Volví a
fijar la vista sobre su rostro, pensativo.
-¿Me dejarías bajar?
-¿Otra vez? No puedo, ya lo sabes.
-No, en esta ocasión para despedirme. Me
gustaría darle un último abrazo.
-Tienes 5 minutos, Michael.
Asentí con la cabeza. Sentí la mano de Eric sobre mi
frente, y cómo segundos después mis pies pisaron el suelo de la
habitación de Isabel. Ella se movió imperceptiblemente, pero seguía dormida. Me
acerqué hasta donde se encontraba con lentitud, y me agaché para poder
acariciar su mejilla, siempre con cuidado. Percibió mi caricia y entreabrió los
ojos, pero noté que tenía la mirada nublada por el sueño.
-Mike, ¿Eres tú?
-Sí pequeña, soy yo. ¿Cómo estás?
Me miró atentamente, pero un gran cansancio se atisbaba a
través de sus pupilas. Supe mejor que nadie en esos momentos, que le costaría
afrontar todo cuanto había tenido que pasar por mí.
-Estoy muy cansada. Y te echo de menos. ¿Has venido para
quedarte?
-Sabes que no puedo. He venido para decirte adiós.
Una lágrima asomó por la comisura de sus ojos y yo se la
sequé con dulzura.
-Dime que no ha sido un sueño Michael, que ha sido real.
Dime que de verdad estás aquí conmigo.
Me senté en la cama y ella se incorporó, acomodándose
sobre mi pecho
-No hay nada más real que lo que siento por ti. Nunca
olvides que te he querido como creí que jamás podría querer a alguien, y que
durante muchos años me has hecho feliz.
La escuché emitir leves sollozos mientras apretaba su
cuerpo contra el mío, como si así quisiese asegurarse de que lo que estaba
abrazando no era un producto de su imaginación.
Miré el reloj. Tenía que irme
- Pequeña, tengo que marcharme. No es un adiós para siempre-
dije mientras secaba sus lágrimas- Sabes que siempre voy a estar a tu lado,
cuidándote como tú hiciste conmigo. Velando por ti desde allí arriba.
Ella se limitó a asentir, clavando sus ojos negros en los
míos. Alzó una mano y acarició cada centímetro de mis facciones, como queriendo
memorizarlas en su recuerdo.
-No estaré siempre que me necesites… Estaré siempre,
aunque no me necesites- susurré en su oído.
Así que con el corazón inundado por la tristeza, me
incliné una vez más sobre ella y la besé por última vez.
-Hasta siempre, Campanilla.
-Hasta siempre, Peter.
Y entonces volví. Volví al lado de Eric, al lado de Diana,
al lado de James Brown, al lado de toda la gente que quería, en el otro lado
del universo.
Lejos, pero a la vez cerca.
Como aquella vez que... Volví a los 90.
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Bueno... La verdad es que no sé que decir. Ver finalmente la historia concluida me deja sin palabras. Parece que fue ayer cuando inicié este proyecto con toda la ilusión del mundo, deseando que jamás terminase. Y sin embargo hoy... Ha llegado a su fin.
En primer lugar quiero daros las gracias, a todas vosotras. Las que habéis leído desde el primer capítulo, las que me habéis apoyado hasta el final, las que habéis tenido una paciencia admirable en mis ausencias. GRACIAS. Es por vosotras que el epílogo final está hoy aquí.
Espero que hayáis reído, llorado, que hayáis sentido... En definitiva, que hayáis disfrutado con esta historia tanto como yo lo hice al escribirla. Espero que nos volvamos a leer pronto en alguna otra ocasión, me haría muchísima ilusión.
Y por último... Gracias a ti, Michael. Gracias por haber sido la persona que ha inspirado todo esto, gracias por convertirte en mi motor diario, sin el cual no podría haber llegado hasta aquí. Gracias a que tú estuviste aquí, hoy estoy yo aquí, queriéndote como el primer día.
Te quiero.
Besos:
Isabel