Él se giró para mirarme y esbozó una traviesa sonrisa.
-¿A qué viene de repente tanto énfasis por acompañarme?
-Es que…te voy a echar de menos-me limité a contestar.
Era cierto, pero también lo era que no me apetecía quedarme en la habitación con el susodicho Matt.
Por unos segundos, a Michael se le enterneció el rostro, lo cual me hizo pensar por unos instantes que había conseguido mi propósito. Pero…me equivocaba. Otra vez.
-No tardaré-me prometió con dulzura.
Y tras darme un fugaz beso en los labios, se marchó, dejándome en la puerta de la habitación sin saber muy bien dónde meterme o qué hacer. “No seas cobarde”, me regañé a mí misma. Cogí aire y volví a entrar en la habitación. Observe detenidamente como Matt se encontraba aún en la terraza, hablando por teléfono.
Fruncí el gesto, confusa. Físicamente, ese chico distaba mucho de parecerse a la persona que me había atormentado en sueños durante semanas, sin duda. Pero tenía que tratarse de él, ¿De quién si no? Me apoyé contra la pared al verle colgar y salir del balcón.
Me contempló unos segundos y luego se acercó hacia donde me encontraba, tendiéndome la mano.
-Hola. ¿Qué tal? Es un placer conocerte.
Solté el air de golpe y estreché su mano, obligándome a ser cortés y amable.
-Igualmente, yo soy Isa.
-Ya, me lo ha dicho Michael. Debe de ser genial que seáis primos lejanos, ¿verdad?
Un momento. ¿Había dicho “primos lejanos”? ¿De dónde se sacaba semejante estupidez? Estuve a punto de contestarle eso mismo, pero por fortuna caí en la cuenta de que, quizás, Michael había mentido sobre nosotros para protegernos de la prensa.
Al fin y al cabo, nadie nos podía garantizar que ese chico no fuese a contarlo todo nada más salir del Hotel. Así que opté por actuar de la mejor manera que pude.
-Sí, la verdad es que sí. Es una pena que nos veamos tan de vez en cuando, pero estoy encantada de tenerle por aquí, aunque sólo sean unos días.
Matt no dejaba de mirarme. Y me sorprendió gratamente el hecho de no ponerme nerviosa, ni de balbucear, como me ocurría en mis sueños. Aunque pensándolo mejor, en ese preciso momento… ¿Cuántos años tendría él? ¿19? ¿20?
El Matt que me tenía preocupada tendría entre los 30 y los 33 años, según me lo mostró Eric. Así que…gracias a Dios, ese chico no me atraía lo más mínimo. No en ese momento, al menos.
Ese pensamiento provocó que todo mi cuerpo se relajase notablemente.
-Pero si hace tanto que no os veis… ¿Cómo es que no te has ido a los ensayos con él?
-¿Quieres que te diga la verdad? Eso mismo me pregunto yo.
Permanecimos callados. Sólo interrumpió la quietud del momento el estridente ruido del teléfono.
-Deberías contestar.
-¿Eh? Ah sí, claro- respondí, interrumpiendo bruscamente mis pensamientos.
Caminé con expresión ausente hacia el aparato y lo descolgué.
-¿Diga?
-Isa, soy Mike.
Sonreí.
-Ya me he dado cuenta.
Y tanto…podría reconocer su voz a kilómetros de distancia.
-Seguro…Oye, que lo he pensado mejor…y…¿Te vienes al ensayo? Pisar tierras españolas no es lo mismo si no te tengo a mi lado tropezándote cada dos por tres.
-Vaya…es todo un honor que eches de menos mis caídas y no a mí.
Su suave risa se escuchó desde el otro lado de la línea.
-No seas tonta. ¿Bajas? Estoy en la parte trasera del hotel en una furgoneta blanca. Te espero allí.
La llamada se cortó. Me giré con intención de disculparme pero Matt me detuvo alzando una mano.
-Lo sé, tienes que irte, es normal.
-Sí…bueno, tal vez nos veamos en otra ocasión-contesté quitándole hierro al asunto.
-Claro, me encantaría. Siempre podemos vernos cuando Michael se marche, supongo que estos días estarás con él, ¿No?
Una pequeña parte de mí se entristeció al preguntarse cuando volvería a verle, ya crecido y cambiado. Supuse que sólo el tiempo, y Eric, serían capaces de responderme a esa pregunta.
-Ha sido un placer, Matt.
-Igualmente Isa.
Y tras darnos dos rápidos besos en la mejilla, salí de la habitación, precipitándome escaleras abajo hasta llegar a la planta baja.
No me fue difícil averiguar dónde se encontraba la furgoneta, pues a través de unas ventanas se veía con claridad. Aceleré el paso hasta llegar al vehículo y golpeé la puerta un par de veces, que se abrió a un lado dejando entrever a Michael…
Y por desgracia para mí, a otra persona más.
-Isa-comento él- quiero presentarte a una amiga muy especial y a la que es actualmente mi dermatóloga. Debbie Rowe.