No tuve tiempo de contestarle, pues me cogió de la mano y me arrastró literalmente fuera de la casa. Gracias a Dios no había desecho las maletas, pues eos nos retrasaría un tiempo más que considerable teniendo en cuenta la ingente cantidad de prendas que almacenaba después de aquellos años.
-Michael- le pregunté antes de ofrecer las maletas al chófer para que las metiera en la limusina.
-Dime.
-¿Y tu trabajo?
No es que deseara que hiciese giras, y conciertos multitudinarios, pero en mi cabeza las cuentas comenzaban a no cuadrarme, y más cuando estábamos a finales del 94, y el siguiente disco iba a ser lanzado el año siguiente.
-Retomaré la grabacioón del siguiente trabajo cuando volvamos, tampoco es que quede mucho por hacer. Venga, entra- añadió mientras abría la puerta del vehículo.
Sonreí con ganas y cogí asiento. Él se dejó caer a mi lado, donde bostezó ruidosamente.
-No he dormido nada.-comentó mientras un sonoro bostezo escapaba de sus labios.
Le miré con incredulidad, a sabiendas de que no era cierto, pues yo misma me había mantenido despiera hasta prácticamente el amanecer mientras contemplaba como dormía. Decidí no darle vueltas al asunto.
-Vaya...¿y eso?
-Porque te notaba inquieta todo el rato. Y luego cuando te dormiste, comenzaste a hablar...E Isa, no te ofendas...pero es que no te callas nunca.
Mi cuerpo entero se puso en tensión, súbitamente alerta.
-No seas exagerado, seguro que no hablé tanto...¿y qué decía, ya que estamos?
-Pues no se te entendía mucho, la verdad...no llegabas a vocalizar...-concluyó con una sonrisa de burla.
-Perdóname que no sepa hablar, señor perfecto- contesté frunciendo los labios.
-No te disculpes. Algún día, no sé cual, serás casi casi tan perfecta como lo soy yo.
Se echó a reír en cuanto hice ademán de lanzarme a su cuello como si fuese a ahogarle. Y yo, como no podía ser de otra manera, me quedé contemplándole sin habla, pues para mí, su sonrisa era una de las cosas más bellas que había visto jamás. Una sonrisa, que en mi humilde opinión, le haría sombra al más hermoso de los ángeles.
-Me encanta verte sonreír- susurré en cuanto clavó sus ojos en los míos.- Me pregunto si siempre sonríes con el corazón, o porque las circunstancias te obligan a ello.
-Depende. Estos últimos años las cosas no me han ido demasiado bien, ya sabes...En las entrevistas me noto obligado a hacerlo, por ofrecer una imagen, aún cuando hay muchísimas ocasiones en las que lo único que me apetece es levantarme de la silla e irme. Pero en los conciertos...aquello es otra historia. Y sé que la gente que me sigue lo nota, ¿sabes? siento que me ven feliz, que disfruto con lo que hago.
-Mmmm...
_Pero...¿quieres que te diga una cosa?
-Miedo me das- dije elevando las comisuras de mis labios.
-No, esta vez, sin bromas.
-A ver, sorpréndeme.
-Ahora no sonreía ni por la prensa, ni por los fans, ni por las actuaciones. Sonreía por poder estar de nuevo contigo, y esta vez sin obstáculos. Sólo tú y yo. Como aquel año- susurró mientras cogía mi mano entre las suyas.
Pocas veces me había sentido tan feliz como en aquella ocasión, y eso lo corroboró mi rostro, que se iluminó con una gran sonrisa, a la vez que percibía como me sonrojaba.
-Aún sigues sonrojándote como el primer día.
-Eso es porque te quiero como el primer día.-contesté.
En esa ocasión fue él quien sonrió a la vez que se mordía el labio inferior, uno de esos gestos que tanto me gustaba que hiciera. No hace falta decir que nos fundimos en un tierno beso. Lo que lo hacía más tierno, más bonito, era que ese beso sellaba no sólo una relación, si no una amistad, un sueño que creía imposible. Y una misión que cumplir: Hacerle feliz, durante tanto tiempo como me fuera posible.
El viaje transcurrió en silencio, ya que con Michael, muchas veces sobraban las palabras.
-Por cierto-le pregunté en un momento determinado- no me has dicho a dónde vamos.
-Ya te dije que era una sorpresa.
-Pues estamos en la carretera con dirección al aeropuerto.
-Bien, no pienso dejarte saber más de eso. Y pienso asegurarme de que no lo averigües.
-Pues tú dirás como.
-Así.
En sus manos tenía una venda negra, que extendió de lado a lado con una sonrisa.
-No pensarás hacerme ir por el aeropuerto con una venda, aún sabiendo lo torpe que soy y que me voy a caer, ¿verdad?
-No voy a dejarte caer.
Y acto seguido, se colocó detrás de mí para colocarme la prenda.
No debería haberlo hecho, pues el primer roce del pañuelo contra mi piel trajo consigo una imagen, una especie de deja vú. ¿Qué ví?
Me ví a mi misma, frente a una puesta de sol en la playa, y a Matt a unos centímetros por detrás, vendándome los ojos, y haciéndome girar después para robarme un beso, mientras tomaba con suavidad mi labio inferior entre sus dientes.
En ese momento, volví al presente. Y súbitamente, la tristeza me invadió, junto con una sensación de añoranza. ¿Por qué echaba de menos a alguien a quien ni siquiera podía hablar, o tocar?
Una lágrima rodó por mi mejilla, y la sequé con rapidez. Aquel iba a ser el viaje de nuestras vidas...ni siquiera el sentimiento ficticio que sentía por Matt iba a estropearlo.
O eso creía.